Toca ya comentar el viaje de diez días, que yo creo que son once días, a Albania. Me gusta escribir y digo con pesar 'toca' referirme al viaje a Albania, que casi trato como una obligación., como si estuviese cumpliendo un contrato con alguien que espera que yo cuente cómo me fue, cómo ha sido, qué opino yo sobre, qué peripecia o lo que sea, tengo que contar de Albania. Como una rutina que, autoimpuesta, hay que cumplir y que supongo que habrá quien esperará como una explicación en primer lugar del porqué de un viaje a Albania. Que nadie busque en este texto un pretexto para viajar a Albania. Ni mucho menos, una excusa para reafirmarse en el no a un país y a una gente tan maravillosa como la que nos encontramos allí. Tampoco están aquí las maravillosas playas, los montes escarpados, las fotos idílicas o los lugares a descubrir. No hay nada que descubrir en Albania porque que ya ha ido prácticamente todo el mundo a Albania y si no ha ido, irá. Y si hay algo por descubrir, desde luego no lo he visto yo. Y, no merece la pena complicarse la pena, porque en Albania casi todo merece la pena. Porque merece la pena, aunque ya no merezca la pena o no merece la pena para lo que piensas que merece la pena ir a Albania. Quién sabe. ¿Por qué Albania? En principio parece una buena idea recibir favorablemente la propuesta de un viaje a Albania, cuando nuestro objetivo era otro. Pero Albania suena bien, parece efectivamente un lugar a descubrir aunque el boca a oreja nos va indicando a medida que se acerca el viaje, entendemos que no es un destino ignoto, Albania no es un país turístico, pero ya es un país que sabe lo que es el turismo y que, en breve, será un país turístico. Digamos que la crónica podría haberse titulado Albania cinco minutos antes de. Repasando mentalmente, no sé si ni siquiera tardarán cinco minutos o ya mismo no es lo que tú...
Qué esperabas que fuera Albania. Albania, de todos los países ex comunistas es el más excomunista, porque fue el más recalcitrante en su momento y porque hoy es muy, pero que muy difícil, encontrar nada que quiera recordar aquel pasado. Si lo que ibas es buscando parafilia, merchandising, cositas para enseñar luego aquí, te sorprenderá saber que el aeropuerto se llama Madre Teresa y que hay una estatua de la Madre Teresa ya en la primera rotonda que te encuentras a la salida del mismo. Buenas tardes, acaba usted de llegar al Aeropuerto. Y lo primero que toca es ir a la capital, Tirana. Qué esperabas que fuera Albania. Antes del viaje te has documentado, has leído, has visto vídeos, etc. En tu cabeza, en la mía, estaba Estambul. Si Albania estuvo cinco siglos bajo dominio otomano, algo, algún aire, debe haber. Yo en Tirana he buscado Estambul. A veces la he encontrado, otras veces he encontrado otras cosas. Son muchas cosas las que tengo que contar de este viaje a Albania y no serán las que te podrías esperar. En la cola de la facturación una pareja nos advierte de que la gente de los Balcanes es espectacular. Han estado en Hungría, Croacia, Bulgaria, Rumanía y que junto a las delicias gastronómicas o los monumentos y demás gracias, la gente es lo más. Y no se equivocarán. Hemos llegado al aeropuerto y hay que ir en autobús a Tirana. Y llegamos a Tirana y este no será el viaje en autobús que tengo que contar. Primer paseíto por las calles de Tirana buscando el primer alojamiento, callejear, buscar, atrás, adelante, primeras impresiones, hay calles anchas, hay tráfico, hay mucho cochazo por aquí, callejeamos y el ambiente cambia. Hay un mega edificio en construcción y hay edificios que parece que se van a caer ahora mismo. Hay cafeterías, hay gente haciendo nada, hay un bareto para jugar a la play, hay música alta. Me encanta. Preguntamos y preguntando se llega a todas partes. Preguntar en Albania es vivir. Pregunta y verás. Tendrás lo que quieras y puede que dos veces más. ¿Tengo que comentar la calidad de los alojamientos? Lo arreglaremos diciendo que bueno, bonito y barato, es posible. Milagros existen, por ahora.
Salimos a cenar, nuestra acompañante, la quinta persona que vendrá con nosotros en este viaje, será la guía Lonely Planet de 2017 que será nuestro padre y nuestra madre será el Maps Me. Nos indican que hay unos lugares que se llaman zgares donde se comen cosas del lugar. Vamos, lo buscamos, lo encontramos. está justo en el centro, el zgare del Bazar, hay ambiente, es una parrilla, cervezas de a litro, y le vamos pillando el rollo a la cosa. Claro, a la primera noche ya. Expertos. Banderas albanesas por todas partes, turistas, italianos, carnaca, cerveza, estatuas de la Madre Teresa, del rey Zog, (del rey Zog!!!), de patriotas varios, calles que supongo que no eran las que deberíamos haber transitado, ladrillos con los que tropiezas, y rápido para la casa que mañana hay que madrugar para ir a Shkodër.
Esta ciudad está en el Norte, a mí me suena de haberla conocido como Scutari o algo así, cosas del fútbol. El viaje en autobús es realmente aleccionador. Un viaje en bus desde Tirana a Shkodër en caravana constante desde que sales de la estación de autobuses hasta que llegas. Un viaje en bus de puertas abiertas, donde se aprovecha todo, donde te puedes montar en marcha o bajar en marcha, no problem. El encargado de vigilar al pasaje detecta a dos polizones, con un simple gesto les hace bajar. El encargado de vigilar el pasaje en un autobús albanés. Durante el viaje constato algo que ya me llamó la atención en el primer momento. Lavacoches. Lavazh. Y ruedas de recambio. Gomisteri. No es que haya algunos. Es que hay miles. Es que hay más lavacoches que debe haber en todo el estado español. O en Catalunya. El viaje es un festival, atraviesas mercadillos, atraviesas zonas donde no hay nada, pero hay alguien esperando una batería, hay alguien que se tiene que bajar justo ahí, volvemos a parar, el viaje se hace interminable, pero aquí sí, el viaje es el destino. Llegamos al destino, en la plaza de la democracia, el hotel no está muy lejos. Otra calle otro callejón, en cuanto te sales de la calle principal entras en otro mundo, un mundo en obras, o a punto de caerse, o a punto de crecer, quién sabe. Está ahí y está vivo. Pregunta. Y salimos a dar un paseo por Shköder, comemos en un sitio fetén y nos vamos a Shiroqe, que está a la orilla del lago y nos damos cuenta de que estamos en un lago al que va la gente a cenar, pero al que no va a la gente a disfrutar, porque el lago está sucio. Vamos en taxi, el taxista nos habla con el google translator, le decimos que no hace falta que vuelva a por nosotros. Error. El lago está sucio, mientras nos bebemos unas latas, un tipo empieza a rezar, musulmán, son las ocho de la tarde, una de sus hijas le graba con el móvil un directo de instagram. Me quedo alucinado, jamás lo vi esto. Unos peldaños más allá, otro matrimonio musulmán lo mira todo como con indiferencia. La mayoría de la población albanesa es musulmana, pero no es practicante, el hoombre que reza no es de allí, los que le miran tampoco. Nos volvemos a Shkodër a cenar. Vamos a las calles de moda, que son calles de moda, donde hay gente, ambiente, restaurantes, bares, música moderna a todo gas, en fin, vida. Ya hemos dicho lo de los coches de alta gama, pero no hemos dicho quiénes somos.
Somos cuatro. La Alba, la Patrícia, el Aitor, y yo. Cada uno, o cada dos, un poco de su padre y de su madre. Después de esa noche (vemos pasar un coche fúnebre en mitad de la fiesta, que ha de dar marcha atrás), tenemos que madrugar otra vez. Hay que ir a Theth, en las montañas. Antes, siempre pasan mil cosas, un señor llamado Fatmir nos ayuda a encontrar un taxi, que no es un taxi, que es su propio coche, para devolvernos a Shkodër desde Shiroqe y nos dice que si vamos al norte tenemos que ir a un lugar llamado Lumi i Shales. Se nos sale de la ruta marcada, demasiado lío, coger un barco, la Tailandia albanesa. Vamos a Theth y ya veremos. Vamos en coche, pero no conducimos nosotros, vamos con un chico que se llama Helvet. En la primera parte del trayecto no hablo con él. Habla Patrícia. Yo me estoy muriendo. De tal manera que al llegar a coronar un puerto de montaña, reedito mis experiencias infantiles en Tíscar y echo hasta las estopillas. ¿47 años y tomando un café mondo y lirondo por la mañana? ¿Estamos locos? Ya con el estómago vacío, puedo departir amablemente con el conductor. Los problemas del país, la gente pasa de todo, la gente no tiene ambición, cómo decirle que somos, soy, de izquierdas sin decírselo. Cómo decirle que el país cambiará, pero no mejorará, y las mejoras que se introducirán serán para favorecer a los que tienen algo que ganar, precisamente a los que se van a dedicar o se dedican ya al turismo. Llegará un día, y ese día no tardará en llegar, en el que alguien dirá, hasta aquí ya de esta mierda en el lago, que se recoja, pero que el precio del pescado que se van a comer estos suba y así irá todo y así está escrito y así se hará. Y ya hay una carreterita que lleva hasta Theth y Theth no es ningún pueblo que es un lugar con casitas que son todo hoteles en un entorno que estás allí y dices, mira, como los Pirineos, y siempre hay alguien a tu lado que dice, esas montañas, quién pudiera subirlas. Nos estamos volviendo locos. Y claro, donde ya hay una carreterita, pues hay gentecita y qué cosa más maravillosa que camines durante horas, a pleno sol, junto a personitas que resulta que son de Barcelona porque de Barcelona, Catalunya, ha venido hasta el gato y la gata, todos juntos, pues es normal que si en Barcelona nos hemos enterado que hay un lugar llamado Blue Eye que en albanés se dice Siri I Kalter, con alguna y griega en algún sitio que ahora ya no voy a corregir, un lugar maravilloso, al que cuesta la vida entera llegar me cago en la puta, pero que llegas y está lleno de gente porque ya hay una carreterita y hay un camino que están excavando y que será otra carreterita y no hay más que discutir, no hay nada que discutir, llegas te bañas en el agua congelada y te cagas en todos los dioses, te comes un bocata de salchichón, te bebes un poco de agua, vuelves a probar lo de bañarte y te cagas en absolutamente todos los dioses, santos, familiares y la virgen porque los pies te duelen más que vivir mísmamente y a buscar el camino de vuelta. Y sí, hay gente, y sí, mola que haya gente.
Porque la gente no era gente, era gente que uno, pobre colomense, no ha visto antes, albaneses, balcánicos de diferentes lugares, gente de vete a saber dónde, que van a Theth como tú y como yo y se hacen fotos, y ríen, y meten cerveza a enfriarse en los lagos helados y ya está. Y esa noche cenas como un pepe, una cena basada en cosas tan básicas que dices, pues a lo mejor el rollo está en tener claro que no hay que ser tan así y ser más de otra manera, no sé. Y muy orgulloso de ser así. De que no me guste caminar por la montaña, de ir con miedo ante cualquier pedrusco, de que me moleste el sol en la calva, de bañarme en el agua, de cambiarme el bañador ahí mismo porque nunca caigo en la cuenta de... me da igual, orgulloso del bocata de salchichón, de mojarme las bambas, de hablar con gente de Barcelona y de compartir. Una de las cosas de las que más contento vengo es de la gente, lo he dicho ya, porque sin la gente, el continente realmente es que me la bufa. Esa noche al acabar la cena vamos a una hoguera que han hecho los albaneses y nos encontramos en mitad de una fiesta de unas chicas egipcias. No nos atrevemos a poner a la Rosalía. Al día siguiente hacemos otra excursión, esta de nivel medio, en esta no peligra nuestra vida, vamos a ver unas cascadas. El camino está transitado, no insistiré en el tema, el lugar es precioso, me meto en el agua nosecuantas veces. Buscamos un lugar en el río para bañarnos, lo encontramos, encuentro una especie de bañerita ideal donde depositarme durante largo rato. Tengo fotos que seguro que os gustará ver. A ver si quedamos. Tenemos que volver a Shkoder.
El viaje de vuelta a Shkoder a lomos de un land rover conducido como se conduce cuando cuando qué, no sé. Es albanés y se conoce las normas, sus normas, va en chanclas, escuchando una lista de reproducción de su música donde retumba el PapiChulo. Pero un PapiChulo albanés, y un Baila Amor también albanés. Shkoder, más imanes de la madre Teresa, postales kitch, salimos a cenar en la calle de moda otra vez, más cerveza. Empiezo a estar un poco agotado, soy una persona mayor, mañana hay que madrugar que tenemos un plan completo. Shkoder, Tirana, pillar coche en el aeropuerto y de ahí hasta un pueblo llamado Orikum que está al lado de Vlore. Vamos.
El viaje en autobús de regreso desde Shkoder a Tirana es mucho más auténtico, con menos turistas en el bus, con más paradas insospechadas y con un encargado del pasaje que le quita el sitio a una cría porque puede ir de pie. Cosas que pasan. Vamos luego al aeropuerto y la chica que lleva el tema de los coches de alquiler es exactamente a Pepa, a nuestra Pepa de Vilches, que me aspen si lo entiendo, es que es un calco de la Pepa de hace yo que sé, 15 años o así, más, igual. Y nos dan un Fiat Tipo y nos dicen que es de gas y de petrol, que mejor con gas, pero que arranquemos con petrol y comienza la peripecia de Eltoni, conduciendo por Albania. Conducir por Albania significa varias cosas, primero, el carril de la derecha no es de fiar, segundo, nada es de fiar, tercero, no se corre, cuarto, ante todo mucha calma. Puede pasar de todo, puede salirte una moto, otro coche, te pueden adelantar, puede ser que te dejen a ti, puede pasar de todo, que una familia haya salido a pasear por la carretrea, que ese que pasees seas tú. Vamos hacia Vlore, que tiene pinta y no es solo la pinta, es que es, de ser una ciudad turística costera como las que has visto mil veces y de ahí pasamos a Orikum.
Describir Orikum es bastante sencillo. Es como si lo hubieran intentado y no hubiera salido. La playa de Orikum debe existir, pero es privada, debe haber algo bonito allí, pero no lo supe ver, o no lo supieron poner visible. Orikum es como una ciudad de vacaciones mal, fatal, con edificios a medio construir, como en toda Albania, con una calle principal, con una zgare, con unas vistas bonitas pero con la sensación de estar en una especie de Lloret de medio pelo después de haber sufrido un ataque desde el mar, a base de cañonazos. No está mal tampoco, me compro un sombrerete de esos como de los que llevaba el Bezz en los Happy Mondays. Comemos bien, damos un paseo, incluso hablamos de política. Más cerveza. Vamos a la playa de Gjipe, que no está ahí al lado, que hay que subir y bajar un puerto de montaña que me cago en la madre del puerto de montaña, tete, y luego una carreterita y luego un camino y luego una playa y en la playa tres o cuatro bares, y sombrillas y tres chavales españoles hablando de programar eventos. No voy a opinar sobre lo de hacer un esfuerzo como si fuéramos a invadir Mongolia para acabar en una playa, cualesquiera playa, una playa semejante a. Italianos en la flor de la vida jugando a la pelota. Cerveza. Leer, playa de piedrotes, me pongo las chanclas o no me meto. Voy a acabar cogiendo color, verás. Al día siguiente hay que hacer lo del barco.
Vamos a Vlore, nos montamos en un barco que nos llevará a una islita, de esa islita pasaremos a una playa en una península que fue base militar, la islita también lo fue. Durante la visita a la islita me ahorro la playa de rigor y entablo conversación con un albanés de Macedonia sobre política, religión, etc. Muy interesante. Sale a colación el tratado de Londres, casi nada. Nos despedimos. No hemos hablado del barco, el barco es una golondrina, ponen música bumbum y tal. Te ríes si no te mareas, si no, pues pasas un ratico. Sorprendentemente no me mareo. En el viaje de vuelta la tripulación se pone a bailar canciones albanesas. Es bonito. La chica que baila es Laura Pausini. Otra playa, más sombrillas, más tumbonas. Himnos patrióticos en la furgoneta. Quién puede decir que no.
Toca marchar de ahí para ir a Sarande. El viaje a Sarande, que yo figuraba un paseo militar se convierte en otra odisea por caminos y carreteras de montaña a las mil de la noche escuchando música griega en emisoras griegas. Y a un chico que llamaba desde nosedonde explicando que está ahí. Y nosotros curveando una carretera que no conocemos camino de Sarande. Cuando llegamos es tarde pero queremos cenar algo y la Albita y yo preguntamos como siempre y vamos a un bareto a las doce de la noche y la jefa del lugar, he olvidado su nombre, me cago en todo, pero creo que era Rita, nos hace una tortilla francesa con frankfurt troceado que nos sabe a gloria. Bendita. Se va a por los huevos al super de delante, la chica del super cumple ese día 15 años. Yo que sé. Te tienes que enamorar de Rita. Al día siguiente es el cumpleaños de Patri y nos vamos a Ksamil, que debe ser más bonito que todo que lo pone en la guía, ya que Sarande vemos que es bastante Benidorm en pequeñito. Pero es solo porque piensas que debería ser de otra manera, en realidad Sarande, mola. Porque sí. Y Ksamil es lo mismo pero en pequeñito, con millones de italianos y albaneses y vamos a la playa del Principote o nosequé y dice que es pública pero es de estas con sombrillas y un dj en un restaurante que bumbumbum y nos quedamos allí ya a morir, porque somos cien mil personas en un espacio como un campo de fútbol sala y da igual. Porque es un espectáculo en si mismo. El contenido y el continente. Somos mil y somos albaneses, italianos, españoles, catalanes de Barcelona, etc. Desde que estuvimos en Orikum hablo en italiano, non sonno italiano, sonno spagnolo. Me identifico como español. Why not? De Ksamil y la exuberancia del género humano en su conjunto nos vamos a las ruinas de Butrinto, más abajo todavía, casi ya en Grecia, unas ruinas impresionantes y unos mosquitos devoradores. Alba se lleva más de 70 picaduras. Se dice pronto. Nos volvemos, salimos a cenar, salimos a tomar algo, vamos a un hard rock, compramos unas láminas en el paseo marítimo. Antes, antes, hemos pasado por la Peña del Partizani de Tirana, que he visto que tienen un edificio casi para ellos solos. He preguntado por camisetas. Pásate mañana a las 10, a ver qué podemos hacer. Me paso. Me enseñan unas camisetas de segunda mano, algunas recién sudadas, las miro, las remiro, les digo que no puede ser, que son más viejas que yo, que algunas tienen el cerco más oscuro que mi... y les doy la mano y aquí no pasa nada. Antes, siempre antes nos hemos despedido de Rita, porque otro día, el día de antes, ese día que no os contamos porque no hicimos absolutamente nada de provecho, ese día nos fuimos a desayunar a las doce y Rita otra vez nos salvó la vida con unos bikinis con una tostadora que tuvo que ir a buscar a su casa. Grandiosa.
¿Dónde estoy?
Tenemos que volver o tenemos que ir a dónde. A Gjirokaster. Esta es la ciudad natal de Enver Hoxha, el líder de la Revolución albanesa, que gobernó el país de manera firme y recta durante 40 años. Tan firme y tan recta que para encontrar un souvenir de Hoxha hay que ir a Gjirokaster porque no hay en ningún sitio más de Albania. Gjirokaster es muy bonito, vemos el reloj que yo esperaba de otra manera, como más mágica, pero agradezco ver un pueblo o ciudad pequeña albanesa con algo de encanto, ya que lo que ha sido la experiencia costera ha dejado mucho que desear en cuanto a 'encanto'. Esto ya es otra cosa. Y también lo saben todos los turistas, españoles entre ellos, que nos encontramos. Aligerando, comemos y nos vamos a Berat, que es otra ciudad monumental y más bonita todavía, me da un aire a Granada sin Alhambra. Mezquitas, canto de muecín, en Gjirokaster, Hoxha se cargó 12 de las 13 mezquitas que había. Ahora las van volviendo a levantar. Lavacoches, recambios de nueumáticos, coches de alta gama, la madre Teresa, el pasado bizantino, los otomanos y el legado que dejan, tápese las piernas si quiere entrar en mi iglesia ortodoxa pero súbase sin problemas al tejado. Niños jugando a la pelota en un espacio patrimonio de la tal. Le quedan a esto cinco minutos. Un día no podrás venir, recuerda.
Nos tenemos que volver a Tirana, devolver el coche en el aeropuerto y pasar la última noche allí. La Pepa albanesa nos dice que vaya parguelas, devolver el coche el día de antes... anda quedaos con este cochecillo y mañana me lo traes y tan colegas. Queremos comérnosla entera. Nos vamos a Tirana, cenamos otra vez de zgare, nos bebemos litros de cerveza y aprovecho para hacer las dos cosas que tenía que hacer yo en Albania.
Me compro una camiseta del Partizani.
Me afeito a navaja en una barbería. Volviendo de cenar, localizo una barbería, pregunto, me pueden afeitar, claro que sí, pasa, son las diez de la noche un sábado, da igual. Afeitado y feliz. Última Korce y para casa. Adiós Albania.
Me ha encantado Albania. Me ha encantado la gente. Me ha encantado estar en un lugar donde parecía que todo podía ser, todo podía estar y al mismo tiempo, no estar. Me ha encantado estar en un lugar en el que cualquiera tenía algo que contarte, algo que enseñarte, cualquier piedra, cualquier camarero, cualquier persona a la que le preguntases, con ganas de hablar. Me han encantado las tres hermanas albanesas que en Theth se hicieron mil fotos en la cascada. La encargada del hotel de Theth que hablaba español. Rita. El conductor del land Rover. El albanés con la camiseta de Manaj. Los del Partizani. La Pepa. La señora de la tienda de souvenirs de Gjirokaster que se rio cuando le dije que mira que era difícil encontrar nada de Hoxha... la chica de la tienda de souvenirs que hablaba castellano, el amor de chaval al que su padre le encolomó las culpas por la factura en Orikum, el durm de Orikum. Me ha encantado un país que merece vivir pero no sé si quieren o les van a cambiar el país o yo que sé. Me ha encantado no tener la razón. Me ha encantado que no fuera lo que esperabas. Me ha encantado estar en un lugar desconocido, pero que a los cinco minutos entiendes que no te va a quedar otra que conocer y reconocerte. Eso.
Me ha encantado reconocerme allí. Mirupafsim.
El contenido y el continente.
PD: seguro que me dejo cosas. Completarlas vosotros.