miércoles, 14 de mayo de 2025

Todos somos Pepe Mújica


En la muerte de Pepe Mújica se pueden decir muchas cosas y muchas de esas cosas ya se han dicho, se han dicho tantas cosas y todas tan bellas que yo no me siento capaz de empatar de ninguna manera todo ese caudal de emoción tan sentida que, personas que serían capaces de sacarte los ojos con una cucharilla de café, personas que siguen exactamente el credo contrario del que propugnó el Pepe Mújica (si es que el uruguayo hizo doctrina de algo que no fuera un poco de sentido común) le agradecen el ejemplo y se emplazan a seguir su camino, en definitiva, todos somos Pepe Mújica y da igual como seamos. El riesgo de convertir a Pepe Mújica en referente de taza de café, de 'las mejores frases de Pepe Mújica', ya hace tiempo que no es riesgo, que es una realidad. Durante años nos hemos ido compartiendo vídeos de Mújica en los que el viejo expresidente hablaba de la vida y de muchas más cosas con aquella misma devoción con los que los espiritualistas new age se comparten mantras, música para relajarse, el ruido del chorrito del agua cayendo. Hoy mismo, en el día después de su deceso, la Televisió catalana ha dedicado unos segundos a frases célebres. Frases que naturalmente eran blancas, inocuas, de contenido casi de autoayuda, sin colmillo. Frases obtenidas en alguna de las muchas entrevistas que dio el expresidente en su pequeño ranchito uruguayo, a periodistas que iban en peregrinación a escuchar y sobre todo ser vistos escuchando. Estar con Mújica era ya ser un poco Mújica. Hoy recordamos al ex guerrillero que hizo un cambio y evolucionó hasta ser el impulsor de un artefacto político por el cual se encontraban respuesta a las diferencias interminables entre familias políticas de asesinas querellas internas y consiguió lo impensable, que era alcanzar la presidencia de Uruguay imponiéndose a los blancos y colorados. Un ejemplo que de diversas maneras se siguieron en otros países con otros personajes con otros acentos, pero Pepe Mújica abrió un camino. Y lo hizo sin ser ese líder de liderazgo carismático y brillante e impetuoso y arrollador e incontestable, sino con una suerte de venerable sencillez que le daba la vuelta al líder izquierdista que aquí lo que hace falta es lucha y camisetas guapas y revolucionarios y vamos a ir y vais. Pepe Mújica ya había ido y había estado en la cárcel muchos años. Estar en la cárcel de estar en la cárcel, en una dictadura. Si no han visto La noche de 12 años, véanla, con Antonio de la Torre haciendo de Pepe y comprenderán qué significa. Y qué significa el cambio, qué significa entender a la gente, comprender cómo es la gente, tu gente, su vida, las cosas. No es fácil. No es nada sencillo bajarte de la nube. Dos cosas llevamos ya que son importantes, construir el instrumento para llegar al poder porque somos más si nos organizamos bien y entender un poco a la gente, no imponerle nuestros rollos, qué difícil. Así, una izquierda que quería dejar atrás la camiseta del Ché, el modelo cubano sin renunciar a Cuba, el insurreccionalismo, la inmediatez, la calenturez y todo eso, halló en ese Uruguay lejano, un modelo. Tan fuerte fue el impacto que de repente se convirtió en anatema, unánime, hablar mal del Pepe Mújica. Que no hay ningún motivo para hacerlo. Pero todos somos Pepe Mújica habría que darle una vuelta porque no todos somos Pepe Mújica y no todos lo estamos demostrando. Me vengo a referir. 

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