miércoles, 23 de mayo de 2012

Era tan raro que daba igual (3)

De pequeño, si había algo que me diera coraje, que pudiera desencadenar la ira más irreflexiva, era que me llamaran feo. Feo. Me daba igual que me llamasen empollón, torpe, llorica, que se rieran de mi (bueno, que se rieran de mi no me gustaba nada), pero lo más doloroso era que me llamasen feo. Porque yo no era feo. Sin duda alguna, yo era el niño más guapo de todo el contorno. De todo el entorno. No era una opinión que me hubiera formado yo, si no que se basaba principalmente en lo que decía mi madre. Era ella una persona de un talante moderado, serio, disciplinado, poco dada a las alharacas y a las expresiones de júbilo desmesuradas. Una persona recta, sencilla, que no regalaba los oídos a cualquiera. Y mi madre, no dejaba nunca de decirme que era guapo. Yo era guapo porque mi madre, naturalmente, no podía estar equivocada. Si mi madre me tenía por un niño guapo, 'el más guapo de todos', a ver porqué el resto de niños y niñas, cuando se presentaba la más mínima ocasión, me llamaban feo. Feo. Feo. Feo. Feo. ¿Por qué?
Así iban pasando los meses y la más tierna infancia se fue convirtiendo en preadolescencia. Los inputs recibidos pasaban de ser recibidos con simples arranques de ira o berrinches sin cuento, a ser recibidos con una preocupación y un análisis mayor. De ahí pasamos a la adolescencia y entonces cada comentario ya no desencadena la furia de los dioses, sino un estado de apesadumbramiento (o como se diga) que para qué. Feo. Incomprensiblemente feo. Feo. ¿Por qué? Mi madre, que aunque con los años había tenido que recurrir a unas gafas para corregir su visión dañada por lustros dedicados a coser y coser, seguía pareciéndome una persona de lo más ecuánime y sin dudarlo seguía calificándome como el chico más guapo del mundo. Y mi madre no era de las que se lanzasen indiscriminadamente sus halagos. Así, por ejemplo, a mi hermano mayor lo crucificaba por sus pelos, por sus pintas, por su pasotismo en el vestir, por sus aretes, sus malos aspectos, las ojeras que le provocaban los trasnoches... a él le llamaba desastre, vergüenza, piojoso, lepra... 'eres un lepra', le decía. Qué mujer. A mi padre ni siquiera le decía nada. Nadie le decía nada.
Aún siendo el chico más guapo del mundo, yo notaba que algo pasaba en relación a mi persona. No parecía lo mismo lo que yo pensaba de mí mismo, o lo que pensaba alguien tan sanamente cuerdo como mi madre, con lo que el resto del mundo pensaba. No se me acercaban ni los perros. Feo. El comentario me hería y me parecía que no podía ser verdad. Que la gente debía decirlo por algo. Empecé a leer libros y a interesarme por diversos aspectos del crecimiento personal, de los cambios, etc. Pensé que era feo por dentro, que la gente quizás iría por ahí. Feo. Daba igual. Si me mostraba simpático, feo. Si hacía por ser un tipo duro y distante, feo. Si me las daba de tímido y tal, feo. Feo de todas formas. Menos para mi madre.
Mi hermano se casó con una chica estupenda. Pese a su aspecto, su pinta, su informalidad, su todo, consiguió robarle el corazón a una muchacha tan maja que parecía imposible, pero era cierto. Mi madre la bautizó como 'la pobre Rebequita'. Porque Rebeca se llamaba.
Yo no. Nada. Ni olerlas. Ni de lejos. Conseguí entrar en la universidad, salí de ella cuando me tocó... en la facultad me llamaban 'el feo'. Encontré trabajo en una oficina. No salía mucho a la calle. El jefe decía que es que los clientes requerían... que es que.. Feo. Feo Feo. Mi madre seguía considerándome guapísimo. Decía que las chicas debían de ser ciegas para no verlo. Feo. Feo. Feo. Mi hermano tuvo un hijo. Decían que se parecía a mí, pero que tenía algo distinto. No era tan feo.
No sé. Un día, viendo la televisión, estaba viendo las noticias antes de irme a la cama. Todavía vivía con mis padres. No sé porqué apareció Esperanza Aguirre en la televisión y a mí me pareció guapa. Era tan raro que daba igual.

6 comentarios:

  1. Ja, ja, las madres... Si yo le contara. Se ponen a hacer los ejercicios de sus hijos y los hacen mal, pero dile a un crío que su madre está equivocada...

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  2. Eso da una idea acerca de lo subjetiva que puede llegar a ser la apreciación acerca de la belleza. Y no me refiero a usted, por dios, no, sino a ella. No, usted feo no, eso nunca. Son los demás, que no lo saben mirar. Mándelos usted a un cursillo la próxima vez.

    Feliz tarde, monsieur

    Bisous

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  3. Porque claro, usted está de coña, no?
    Con lo de Espe, digo.

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    1. madame, a ver, desde cuándo cuento yo algo que sea verosímil, ¿desde cuándo? :)

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  4. Vamos a ver nadie elige en esta vida ser guapo o feo, y hasta os requeteoperados y asiliconados tampoco pueden tirar cohetes.
    La belleza es relativa y cada cual tiene sus gustos
    Se nace y punto el resto se hace, y esto es lo debe preocuparnos a mi modo de ver:-)
    Un abrazo

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  5. ja estic al dia del seu blog, por raro que parezca ;)
    bona tarda!

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