¿Tú crees que es posible? Yo tampoco. Acostumbro a coger el autobús frecuentemente, porque esto y lo otro. Y porque me gusta. El traqueteo. El no saber nunca cuándo vas a llegar. El semáforo. El coche que se cruza. No me hace falta leer para distraerme. No me hace falta escuchar música para evadirme. Veo la calle, veo la gente que camina, que pasea, los que van dentro de los coches, hago apuestas para ver quién lleva el cinturón y quién no. Cosas. Pienso en cosas. Me distraigo. Con un cartel. Con lo que sea. Yo soy feliz así. Lo del otro día, pues yo no lo veo normal. Pero todo puede ser. Porque yo creo que en cierto modo, en estos tiempos que corren, nos hemos acostumbrado a ver y a escuchar lo más inverosímil y se nos ha endurecido el desto. Si, la imaginación, la capacidad de sorpresa. Se nos ha endurecido. No está bien expresado, ya lo sé. Yo últimamente no me sorprendo casi con nada, de verdad. Escucha uno tantas cosas. Asuntos que parece que deberían sublevar a la masas, pasan casi desapercibidos, la gente los asume, todo da lo mismo. Y eso creo que no es bueno. O sí. No sé. Ya no sé.
El otro día en el autobús iba mirando por la ventana, intentando no escuchar la conversación de un padre y su hijo sobre chistes de Jaimito, cuando el bus se paró en un semáforo. En paralelo a nosotros, por el otro carril, un coche estaba parado. Era un coche grande. Un Córdoba o así. Bueno, hay coches más grandes. El otro cuál es... un Toledo. Un Toledo era, que es más grande. Igual era de otra marca, pero eso no es importante. Nos pasamos la vida mirando las marcas para darle trascendencia a las cosas. Si era un Buick mejor que si era un Peugeot. No sé. Es igual. Es lo mismo. Dentro del coche un señor mayor conducía y su mujer estaba al lado. Quiero pensar que eran un matrimonio. Si no, tampoco pasa nada. El semáforo se puso en verde, el autobús avanzó superando al coche. El semáforo estaba en verde para los dos. Verde haba.
El coche, el Toledo, se quedó quieto. Cuando lo superamos, me di cuenta de que la mujer estaba con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados. Dormida, supongo. No creo que... no. Estaba dormida. El hombre, un calvete con gafotas, estaba en cambio despierto. Con el codo fuera del coche. Como dios manda. El color del coche era verde. Verde haba.
Si. Si que estaba dormida. Porque cuando el autobús giraba la curva, la señora hacía el gesto de removerse en el asiento. El señor ni avanzaba ni hacía ademán de nada. Allí estaba. Me extrañó. Pero tampoco hice mucho alarde. El caso es que nadie pitaba al coche por haberse quedado parado. Bueno. Pues no pasa nada. Llegué adonde tenía que ir y listos. Todo bien. Una comida agradable. Una sobremesa distendida. Conversaciones, temas, la tele, pon este disco, escucha esto, viste tal o cual. A las nueve o así me volví para casa y el autobús hace prácticamente el mismo recorrido, pero no pasa por las mismas calles.
El caso es que en la calle paralela a la calle del coche de antes, que va en la otra dirección y por lo tanto el autobús va por esta y no por la otra, vi que llegábamos a una intersección casi a la misma altura de... lo de antes. Bueno. A esas horas y un domingo, la verdad es que no iba mucha gente en el autobús. Tan sólo una pareja que venía con la niña de alguna fiesta, porque la madre venía algo trompa y el padre dejaba a la niña hacer con su globo y con un cacaolat un experimento que yo no sé, y una oronda chica africana que iba embutida en un colorido chándal verde haba.
Ella estaba sentada a la altura del conductor. El semáforo se puso en verde. Verde haba. La chica estaba totalmente dormida, el conductor no arrancaba, en fin. Era tan raro que daba igual.
Esto es China, no es Suiza. No pregunté si admitían conejos. Entramos, y eso sí, les dije: "¿La pongo en el suelo?" Y la camarera contestó: "Nada de eso, siéntala en la silla".
ResponderEliminarA mí también me da cosa ver animales en los restaurantes, lo mismo traen pulgas, huevos de tenia pegados en la lengua que pasan por la orilla de un vaso, los perros huelen mal...pero, Venus es diferente.
¡Ay, habas! Ha empezado la temporada. El otro día me preparé un platillo que me transportó a España. Las habas chinas no son en nada diferentes.
ResponderEliminarQué feliz el pobre diablo...
Hala, usted casando a la gente. Yo sospecho que la luz de ese semáforo eran rayos que lanzaban los extraterrestres, para dejar a la gente así como anestesiada y luego abducirlos sin que se enterasen. Lo que pasa que al final solo abducen a los que llegan a la conclusión de que les interesan, no a todos. O sea, la luz verde los atonta, y entonces ellos los examinan, y si alguno les gusta lo suben al platillo. Usted no vio cómo subían a nadie?
ResponderEliminarFeliz comienzo de semana, monsieur
Bisous
Madame Yolanda es tremenda. Mire que preguntar a los chinos si admiten conejos! La van a acabar echando del país.