Enlazamos lo que estábamos comentando con un texto aparecido en el Boston Sprinter de hace unos cuantos años y que viene firmado por un tal Wethers Poonful. El relato dice lo siguiente:
'No nos engañemos. En aquellos años la situación no era nada sencilla. Los niños se morían de hambre por las calles, los hombres pasaban el tiempo quitándose el frío bebiéndose lo que les pasaba por las manos y las mujeres luchaban de las formas más ignominiosas para sacar adelante a su prole. Sin embargo, un oscuro personaje de aquellos años, llamado Rimble Pacherton, pese a no tener nada que le diferenciase ni en origen ni en expectativas al resto de sus conciudadanos consiguió algo que sumió en un estado de felicidad perenne a toda la ciudad y contagió con su ejemplo a toda la nación.
Rimble Pacherton, ahora que lo hemos presentado intentaremos conocerlo algo mejor, nació en los suburbios de la ciudad hijo de un obrero metalúrgico y una costurera. Creció por las calles, formó parte de la banda de los Niños Hambrientos y a los diez años entró a trabajar en la fábrica en la que su padre se había dejado la salud. Un accidente le costó un brazo, el izquierdo, y fue retirado de la empresa por inútil. Tuvo que dedicarse con sólo 20 años a ganarse la vida vendiendo baratijas, recogiendo desperdicios y haciendo otra clase de trabajos nada decorosos para un hombre que se precie, pero cuando la vida está tan mala, no hay honor que valga. Uno de esos trabajos le llevó un día a casa de un tendero de la zona adinerada de nuestra ciudad. El dicho tendero le había citado a una hora en que la tienda se encontraba cerrada. Nathaniel Sparks se llamaba. Encontró a Rimble en la calle mientras éste estaba en un portal oscuro bebiendo de una miserable botella de whisky baratísimo. Sparks se le acercó y le susurró algo en el oído. Rimble puso cara de asco, pero sabía que aquello podía significarle algún que otro dolar, así que asintió con la cabeza y a la hora convenida apareció por la tienda. Nathaniel Sparks vivía con su hermana Mindy, y ésta se acostaba siempre muy temprano, ya que padecía una enfermedad que la obligaba a estar en cama todo el tiempo posible: la vagancia. Así Nathaniel podía hacer y deshacer a su antojo en la tienda, que era próspera y vendía telas especiales para la ropa de los trabajadores. Nathaniel, tras oír la señal convenida, abrió la puerta a Rimble y le hizo pasar a una salita. Allí Nathaniel, tras depositar en el bolsillo de Rimble la cantidad convenida, se sentó en un butacón y tras hacerle la señal indicada a Rimble éste empezó a desnudarse. Tras quedar completamente desvestido Rimble empezó a bailar siguiendo los golpes rítmicos que Nathaniel hacía con un bastón en el suelo. La imagen que ofrecía Rimble, desgreñado, sucio, con un brazo únicamente, famélico, era lamentable. Pero Nathaniel parecía en éxtasis. Estaba en éxtasis.
La visión de aquel desgraciado humillándose le proporcionó un placer inmenso. Despidió a Rimble citándole para días venideros a cambio de más dinero. A la siguiente cita, Nathaniel sumó a un par de amigos que compartían su depravación, Ebenezer McCallister y Benjamin Clinton, boticario y ebanistas del barrio. Todos miembros respetables de la sociedad, casados, con hijos, pero que tenían el mismo vicio. Los tres estuvieron a punto de morir de gusto al ver a Rimble bailar o mal bailar, desnudo, manco, hambriento, desdentado...
La fama de Rimble aumentó de tal manera que formó un grupo de tullidos, vagabundos, alcoholizados, menesterosos, mujeres echadas a perder, niños ya maleados por la vida, que bailaban al son del palo de aquellos pequeños burgueses. Rimble Pacherton consiguió retirarse del baile, pero con aquel grupo montó una compañía estable especializada en aquellas representaciones humillantes.
Rimble Pacherton, que tonto no era, perfeccionó su espectáculo dantesco hasta que, ya en nuestros días, sus descendientes desde las sombras han seguido mediante técnicas oscuras y del todo cerradas para los no iniciados, haciéndonos bailar a todos al son de un palo, por unos pocos dólares, sin que lo sepamos. Y mientras ellos, los Nathaniels del mundo, se ríen y estallan de placer.'
Uyuyuy, ya me resultaban sospechosos los nombres de los depravados. Iba yo pensando que como empresa no tendrían mucho futuro, porque no iba dirigido el espectáculo a un público mayoritario. Pero claro, es que lo mayoritario somos los bailarines. Glup.
ResponderEliminarMire qué relatico tan majo le ha salido hoy, Tolya.
Feliz día
Bisous
Ah, pensaba que nos iba a hablar del nacimiento del cine. Parece salido de un cómic de Will Eisner.
ResponderEliminarigualito que el programa ese de mira quién baila.
ResponderEliminarEs como los Miserables más o menos pero en cómico. Me encanta su fantasia:-)
ResponderEliminarUn abrazo