Y lo más curioso de todo es que para empezar a tirar del hilo de la historia de Antas Nekermann hay que dirigirse al mar Caribe. A una isla en la que un refugiado por haberse sublevado contra el tiránico poder de una potencia ocupante... me he liado. A ver, qué estoy diciendo. Hay una isla y hay un personaje que ha llegado a ella porque se ha sublevado contra un estado de opresión intolerable para él y para su pueblo, pero que sólo ha pagado él con la expulsión del mismo. Se subió a un balcón situado en el piso superior de un comercio de latas de conserva llegadas de ultramar y quiso proclamar que el tiempo de los héroes había llegado y que todo iba a ser mucho mejor, pero que primero habría que sufrir un huevo y que si todos juntos nos poníamos a trabajar en pos de... no le dio tiempo a acabar cuando una pareja de guardias lo bajaban a porrazos del balcón y lo llevaban a la cárcel y de la cárcel a la deportación.
Y ahí tenemos a un refugiado, que a todas luces es centroeuropeo, pero que podría parecer de cualquier parte del mundo donde haya injusticias sin cuento, que ha llegado a la costa caribeña de cualquier país sin concretar y lo tenemos mirando en lontananza mientras que el sol le tuesta su blanquecina piel y sus pies descalzos se hunden en la arena. Pero no mucho. Porque la arena de allí no es demasiado blanda. O si. El detalle de los pies no tiene mucho sentido, sáltenselo.
Y recordando los avatares de su existencia, este refugiado centroeuropeo recuerda a sus amigos y de entre sus amigos recuerda a la hermana de uno de sus amigos, y esta hermana le contaba a veces, que no siempre, porque la hermana era también mujer de muchas ocupaciones y poco momento para el relajo y la conversación distendida, la historia que había oído contar por parte de una amiga que había estado en un presidio femenino y que tenía que ver con Antas Nekermann.
Es la primera vez que aparece Antas Nekermann en la vida de nuestro refugiado, que casualmente también se llama Antas, pero no Nekermann, si no Barna. Y es ahí, mirando al mar, que la historia de Antas Nekermann le vuelve a aparecer por la memoria, porque se acuerda de la hermana de su amigo. Y la hermana de su amigo le gustaba. Y ella ya tenía el pelo a punto de encanecer. Y no diremos que no era guapa, porque son cosas subjetivas y a ustedes les parecerá un bellezón y dirán que era muy simpática y que anda que no, y a mí, por ejemplo, me parecerá que tampoco es para tanto. Sea como fuere, la hermana de su amigo le cuenta la historia de Antas Nekermann y él no cae que esa historia de Antas puede ser la suya propia. Y él no lo sabe. Porque sin él saberlo le está contando su propia historia.
Y tiene sed y tiene que tomarse algo. Porque si no bebe algo, se va a morir de sed. Tiene mucha sed y las bebidas alcohólicas no le quitan la sed. Antas Barna, que viene del centro mismo de la Europa central, añora los tiempos en los que no tenía sed y tenía cosas en las que pensar. Antas Barna ha querido por un instante volar hacia ese centro de Europa y volver a ver a la hermana de su amigo para preguntarle que cómo lo hizo. Que cómo pudo saber su vida sin haberla vivido él mismo todavía.
Y en un punto perdido en el mapa. En la no menos central Rusia Central, en un pequeño pueblo de nombre perfectamente olvidable, esa hermana está casada con un granjero. Y a veces se acuerda de cuándo estaba en su ciudad natal y se encargaba de meter en la cabeza de jovencitos como Antas, historias sobre rebeliones, sobre héroes, sobre cañonazos, sobre pólvora, sobre tiranos huyendo. Y el buen dinero que la policía le pagaba por ello. Y lo lejos que tuvo que irse cuando la descubrió otro Antas. Precisamente un Antas Nekermann, y ya es casualidad.
Me llaman. Ya si eso.
Quitando los porrazos Hay una parte de tu historia que me resulta muy familiar... Hasta aquí puedo contar. Tiene mucho que ver con Europa central, refugiados, Caribe. Curioso.
ResponderEliminarUn abrazo
hola amigo! sabes que me encanta tu forma de escribir, tienes un don, no me canso de decirlo. Me reconoces Tonino??? ;D veo que sigues igual. un besazo
ResponderEliminarlaurita!!! qué sorpresa!!
Eliminara ver si te pasas por aquí más a menudo!!
y gracias por los piropos!!
besus!!!
Vengo toda preocupada por los calcetines blancos del relato anterior y resulta que me encuentro al pobre hombre en un lugar donde ni siquiera necesita calcetines! Doble tragedia.
ResponderEliminarPero si no había vivido su vida todavía... cómo es que él mismo la sabía? Y si podía saberlo él mismo sin vivirla, por qué le extrañaba que lo supiera otro también?
Buenas noches, monsieur
Bisous
Me lo he tenido que mirar y todo. Estoy sudando del esfuerzo. A ver si yo mismo llego: barna se pregunta cómo la otra le contó su propia historia antes de que le sucediera. Pero que le iba a pasar lo mismo que a nekermann él tampoco lo sabía.
EliminarVamos... No sé. Me lo miro otra vez.
Bisous!!!