jueves, 27 de septiembre de 2012

El gran desgraciado europeo V

Antas Nekermann, por ir concretando, nace en un año que para los húngaros dice mucho. 1848. Año de insurrecciones nacionales, año en el que se tambalea el viejo orden nacido de la derrota napoleónica, año en el que la burguesía definitivamente se alza como actor determinante de la política europea y en el que empieza a fraguarse la alianza entre ese viejo orden y el orden emergente contra una amenaza fantasmagórica que patatín y patatán. Antas Nekermann escuchará durante su infancia en su casa las historias de aquellos años. Persecuciones, carreras, ejércitos entrando y saliendo, banderas, sangre, pólvora. Y su imaginación volará, pero será un vuelo corto. Todavía en el colegio, Antas Nekermann, -que podía ir al colegio porque venía de gente de pasta- jugando a las batallitas, recibe una pedrada que le vacía un ojo.
Parche en el ojo. No contento con haber perdido un ojo, está a punto de perder el otro cuando, correteando por la cocina de casa, le salta un poco de aceite de una sartén y por fortuna la gota no va al ojo bueno, si no al malo, al parche.
Antas Nekermann sufre otro percance que le trastornará durante mucho tiempo. En el colegio era el niño que corre y se cae. Ese niño. Ya lo conocen. Todos lo hemos visto. El niño que corre y se cae. El niño que siempre acaba llorando porque se ha caído. El niño que llora y su madre reconoce por el llanto que otra vez se ha caído. Antas Nekermann se cae a la edad de doce años mientras corría con sus amigos jugando a lanzarse pedradas, otra vez. No escarmentaba. Y se cae tropezando con una rama que todo el mundo pudo saltar menos él. Se cae y se da de narices contra el suelo. Su nariz se rompe. No puede respirar bien. El tortazo ha sido mayúsculo.La nariz rota, el parche en el ojo, la respiración dificultosa.
En casa deciden que no salga más a jugar. Del colegio a casa y se acabó. No quiero oír una queja. Antas Nekermann se refugia, pues, en su casa. Hasta que una terrible tuberculosis termina con la vida de su padre, de su madre y del Espíritu Santo si se hubiera puesto por delante. Se salvan su hermano Ferenc y una criada, de nombre Magdalena, que hubiera podido resistir seis invasiones rusas ella sola de lo fuerte y capaz que era. Su hermano Ferenc.
Su hermano Ferenc y Antas Nekermann se van a Budapest a vivir a casa de unos parientes y a completar su formación. Antes no vivían en Budapest. Vivían cerca de Budapest, pero no en Budapest Budapest. Ahora ya si. A partir de ahora. En este punto del relato viven en Budapest. Su hermano Ferenc y Antas Nekermann pasan a casa de los Eröteljy, que eran familia retirada suya, pero familia al fin y al cabo. Al poco de llegar a casa de los Eröteljy, su hermano Ferenc, superviviente de una tuberculosis, sin saberse cómo ni porqué, fallece en extrañas circunstancias. Unos dicen que de una pulmonía. Otros que de un mal aire. Otros que de la misma tuberculosis que no estaba bien curada. En fin. Que cae.
Antas Nekermann se queda solo en Budapest y tiene que empezar a pensar seriamente en su futuro. Los Eröteljy lo deciden por él. Trabajará en un despacho y aprenderá el oficio de pasante. ¿Sin estudiar? Sin estudiar.
Antas Nekermann está devastado. Triste. Pero ya parece que respira mejor. ¿Cómo sobrevivió a la tuberculosis Antas Nekermann? No soy médico. Apenas sé que si no me abrigo por las noches, me constipo. Eso es todo. Sólo sabemos que Antas Nekermann sobrevive. Pero a su lado muere la gente. Los Eröteljy son gente de bien. Su hijo mayor se llama Antas y hace buenas migas con el primo Antas. Anas Eröteljy toca la cítara. Se enamora de una muchacha pero como la muchacha no le quiere, entra en crisis y se tira al río. Esto es un no parar.
O cambiamos la dinámica o a ver qué hacemos.  

1 comentario:

  1. Una vida un poco movidita y con altibajos. Pero hasta ahora muy normalita. A ver si espabila este hombre:-)
    Un abrazo

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