Virgen de la Candelaria de Tlacotalpan, ayúdame por favor. Virgen de la Candelaria de Tlacotalpan, escucha mis ruegos. Virgen de la Candelaria de Tlacotalpan, hazme llegar de alguna manera tus bendiciones. Virgen de la Candelaria de Tlacotalpan, en definitiva, sácame de aquí. Me llamo Antas Nekermann y soy invisible.
Me llamo Antas Nekermann y nací en Budapest. Te cuento mi vida pero no te la voy a contar porque tú sabes cual es mi vida, porque mi vida no tiene misterios para ti. Virgen de la Candelaria de Tlacotalpan, por favor, atiende a mi petición. Nací en Budapest y no levanto cabeza desde entonces. Ya hace tres años que llegué a Veracruz con la promesa de un porvenir distinto. Ya hace tres años que puse un pie en este país que me pareció tan maravilloso cuando desembarqué. Qué distinto de Nueva York. Qué colorido, qué animación, todo era tan diferente. Todo iba más despacio, todo era más calmado, mis nervios, mis ansiedades, podrían desaparecer, podría vivir la vida de otra manera, más sencilla, sin tribulaciones, sin percances. Quería vivir tranquilo aquí. No sabía qué, ni cómo hacerlo, pero quería vivir tranquilo.
Entonces me percaté de que al desembarcar la gente pasaba a mi lado sin mirarme, Virgen de la Candelaria de Tlacotalpan. Y no soy, por mi aspecto, una persona que pase desapercibida. Poco o mucho, soy rubio o güero como dicen aquí. Tengo un ojo nada más. Y la vida me ha regalado un físico lamentable. Estoy mal. Y quien más quién menos se gira al verme. Pero desde el primer día, nadie en Veracruz me preguntó ni me dijo nada. Fui a una pensión, encontré habitación, allí me hospedo desde entonces. Se paga muy poco, se recibe menos. Salgo a la calle, intento encontrar trabajo, pero el mundo me ha dado la espalda.
Nadie me ve. Busco trabajo, presento mis estudios, he aprendido a hablar español, puedo manejarme, dar clases de alemán, de historia, de lengua, de literatura, de lo que sea. Nadie me quiere ver. Nadie se interesa por mi, Virgen de la Candelaria de Tlacotalpan.
Busco amigos, quiero estar con gente. Y cuando acudo a las tabernas y las fondas de Veracruz nadie me hace caso. Nadie se acerca a mí, si entro en las conversaciones, todo el mundo hace ver que no me escucha, que no atiende a mis opiniones, a veces extemporáneas, otras muy meditadas, da lo mismo. No estoy.
¿Qué ocurre Virgen de la Candelaria de Tlacotalpan? Han pasado tres años y estoy como vine. No me muero de hambre porque la señorita Doña Melinte, me tiene como mozo en la pensión y con eso puedo ganarme algo de sustento. Pero estoy muy triste, Virgen de la Candelaria de Tlacotalpan. No puedo vivir así. No puedo dejar de pensar en quién era yo allá en Budapest, en los sueños que tuve, en lo que pensé que podría hacer por mis congéneres, en todo lo que yo pensaba que yo era. Ese es mi problema queridísima Virgen de la Candelaria de Tlacotalpan. Yo no soy consciente de que no soy lo que yo soy, y cuando lo soy me hundo, ay, Virgen de la Candelaria de Tlacotalpan.
Y eso está muy bien, queridita Virgen de la Candelaria de Tlacotalpan, pero de ahí a que no me vea nadie. Digo yo que algo más sucederá que se me escapa, o que la gente huye de quien no proyecta. No lo sé. Sea como sea, ya me cansé, y no quisiera que la señorita Doña Melinte piense que puede conmigo hacer algo que me haría mal. Porque, si, amadita Virgen de la Candelaria de Tlacotalpan, yo noto que la señorita Doña Melinte es la única que me mira con esos ojos que mira la gente y que hace ya tiempo que yo no sentía esas miradas.
Sea como sea, sáqueme de aquí, Virgen de la Candelaria de Tlacotalpan.
¿Le ayudará o no? Ay, la emigración qué dura.
ResponderEliminarPobre hombre. Esto llamo yo ser gafe. No se si la Virgen podrá hacer milagros en este caso. Lo tiene difícil desde luego.
ResponderEliminarUn abrazo