Es hora de recoger en unas breves líneas el interesante caso aparecido en la revista 'El pechenego inquieto', que vuelve a poner en la primera línea de la actualidad científica al Doctor Almayr y su Teoría de la mirada ovoide.
'Cuenta el profesor Obeleyev que durante sus años de ayudante del Doctor Petrenko, recorrieron diversas comunidades muy aisladas en las que registraron casos realmente sensacionales. En una pequeña aldea, de población variopinta, coincidieron con la llegada de un circo. El circo consistía en una pequeña caravana de tres vehículos habitados por unos zíngaros y turcos que paseaban por la comarca un espectáculo titulado 'Fantasías de otro mundo'. Tras hacer las convenidas inspecciones del estado de la salud de los habitantes de la zona, Petrenko y Obeleyev fueron a disfrutar, como el resto del pueblo, de las cucamonas y piruetas de aquellos nómadas circenses.
Unos cómicos, unos violinistas, una chica guapísima con una barba de abuelo, dos niños que fumaban como enfermos, una señora muy elegante que adivinaba los nombres de los concurrentes, y finalmente, un gitano muy peripuesto, salió al centro del corral en el que se desarrollaba la acción para presentar al gran Tcherninski.
Un muchacho renegrido, con el pelo grasiento y echado para delante, que vestía con una camisa de color negro y una falda, si, una falda, que más parecía un trapo de la cocina que otra cosa, se plantó en mitad de aquel recinto y gritando como si le estuvieran arrancando los ojos, se presentó como el hombre que podía dirigir la mirada. El hombre maldito que no conocía los obstáculos, que veía lo que estaba y lo que se ocultaba. El tal Tcherninski miró hacia una de las ventanas de una casa que se encontraba frente a la improvisada pista y fue capaz de decir que allí había un cuadro con un personaje que nadie conocía pero que era muy parecido a un francés que vino hace años con un ejército y que se tuvo que marchar porque tuvo frío. Dirigiendo su mirada hacia otro lado, dijo que detrás de la casa a la que miraba había dos chicos que se escupían en la cara y se lamían los salibazos respectivamente y que le daba asco mirar. Miró hacia la iglesia y dijo que...
No pudo terminar, porque el policía Reganovski saltó al centro del ruedo y cortó el espectáculo dándole un brutal porrazo a Tcherninski, llevándoselo arrestado. Petrenko y Obeleyev fueron hacia la dependencia policial y pidieron entrevistarse con Tcherninski. El policía consintió y ambos conversaron con el gitano. Al parecer, desde pequeño, el tal Tcherninski había podido dirigir su mirada, saltando los obstáculos, viendo lo que había detrás, a los lados, lo que se ocultaba. Que sólo en el circo le habían dado calor, y que en algún pueblo no sólo lo encerraban en el calabozo, si no que en más de una ocasión había escapado de alguna soga o alguna pira.
A la mañana siguiente, cuando Petrenko y Obeleyev fueron de nuevo al calabozo para examinarle con su instrumental, Reganovski les dijo que un misterioso personaje se había presentado y con una orden ministerial había ordenado la puesta en libertad de Tcherninski. La caravana había desaparecido. El circo se había marchado. Y Petrenko y Obeleyev no volvieron a saber del tal Tcherninski.'
Ay, qué cosa da esa imagen. Es mejor no pensar cómo estamos hechos.
ResponderEliminar¿Usted fue ruso en otra vida? Pregunto. Como de vez en cuando le sale la chispa rusa.