lunes, 4 de febrero de 2013

Fatalidad

José Pedrito Sanchesky lo sabía. Al menos tenía alguna idea de que algo le iba a pasar. Lo intuía. Tenía esa idea metida en la cabeza, no porque José Pedrito Sanchesky fuera más o menos listo, o tuviera poderes de otro nivel cognoscitivo o como fuera, no. Es que José Pedrito Sanchesky recibía cada día, casi a cada hora, el impacto maligno del vivir. Así, que nosotros digamos ahora que percibía algo especial aquel día no tiene más sentido que el de introducir lo que le pasó ese día, pero no por ser extraño, si no por ser ese día un día en el que su percepción, que no era tal, terminó.
Cuidado. Lejos de nuestra intención hacer un alarde de relato positivo y que demuestra que el infortunio, si, la fatalidad, termina un día. Quizás la fatalidad sea lo mejor que le puede pasar a una persona. José Pedrito Sanchesky había vivido toda la vida pendiente de un hilo. Su infancia marcada por desapariciones siniestras de familiares, hermanos huidos, primas fugadas, padres fallecidos en el peor momento, amigos que se van y no vuelven, esa tía afectuosa que se hace cargo de uno y que justo cuando eso, zas, casca... todo mal. De tal manera que pasa a una casa de acogida donde los típicos padres de pega, amargados y furiosos contra una vida que les ha negado el hijo real, lo pagan con el pobre José Pedrito Sanchesky. Todo muy así. Adolescencia, miseria, juventud, trabajo penoso, malviviendo en un piso realquilado junto a algunos de los personajes más tristes de cualquier ciudad de provincias. Así. Así encara la vida adulta José Pedrito Sanchesky. De esta manera. Pero si no es suficiente con todo esto para saber porqué José Pedrito Sanchesky puede tener esa sensación de que 'igual hoy tampoco va a ir bien', abundaremos en más desgracias. No tuvo mascotas, las mascotas de sus amigos se morían, no se enamoró, las novias de sus amigos padecían horribles enfermedades, no tuvo amigos, se inventaba que tenía amigos. No tuvo nada, todo lo que pudo tener le fue mal, todo lo que creyó que podía ser y fue, y en definitiva, que cualquier vicisitud que a ustedes, amigos lectores, se les pueda ocurir, le fue mal. pero que muy mal.  Fatal.
De tal manera, las cosas sucedieron ese día de la siguiente manera. No sé porqué, me imagino a José Pedrito Sanchesky tomándose un café de cafetera y adecuándose un poco el pelo que no ha podido lavarse porque eso de lavarse todos los días no es posible. Es posible que se haya puesto una cazadora negra, que haya bajado a por el pan antes de hacerse algo de comer, en un pequeño cacito ha puesto a hacer un pequeño caldo... ya está bajando por las escaleras cuando... cuando...
Ay. Ay el destino. José Pedrito Sanchesky ha tenido un mal pálpito mientras se ha puesto la cazadora y se ha rascado un poco la oreja. A ver. Ay. El destino. La fatalidad. Ay. Qué puede ser. Hoy. Qué puede ser.
Pasa por delante de la tienda de licores de Nereo Terrenciales 'el Papichuelo' y saluda a la concurrencia con un pequeño gesto de la cabeza. Algo va a pasar hoy que no va a ser bueno. Qué puede ser, qué nueva desgracia. A ver. Algo va a pasar.
El día transcurre, sube a casa, se hace de comer. Se va a trabajar. Es vigilante en una fábrica. En el polígono no hay nadie ni pasa nada. Pasan las horas. Todo está yendo demasiado tranquilo. El día está a punto de concluir. Tiene que volver a casa. Va caminando. Algo va a pasar. Tiene que pasar algo. No puede ser que haya fallado la percepción.
Efectivamente. Es eso, no pasa nada. Ha vuelto a casa. El primer paso. No pasa nada. Al menos, hoy, por primera vez en toda su vida, no ha perdido el autobús, no ha quemado la comida, no ha perdido el libro que estaba leyendo, no se ha dormido en el trabajo, no ha pasado nada.
Puede ser el comienzo.

2 comentarios:

  1. Cada día puede ser un buen comienzo. Lo importante es dar ese paso.
    Las fatalidades no existen. Creo que hay cosas que pueden cambiar y las que afrontarlas.
    Un abrazo y buena semana

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  2. Qué va, con la suerte que tiene el tipo, no es el comienzo de nada, sino pura casualidad. La desgracia estaba cogiendo fuerzas para atacarlo pero bien.

    Monsieur, voy a ver si me entrego al "impacto maligno de vivir". Entréguese, entréguese usted también, déjese llevar.

    Feliz día

    Bisous

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