Son muchas las leyendas que se han ido creando en torno a la figura del mítico bluesman Alphonsus King Lesterfield, conocido como Al Lester, y sobre todo sobre su increíble desaparición. Al Lester, como otros grandes músicos del género, nació en una humilde familia del estado de Mississippi y se crió a cargo de su padre, un trabajador de los ferrocarriles ya que su madre murió a los dos años de nacer el que luego sería afamado músico. Por resumir sus primeros años, trabajó al lado de su padre en los ferrocarriles hasta que su habilidad con la guitarra y su tremendo carisma personal -dicen que era guapo como un demonio- le llevaron a actuar con sólo 16 años por los tugurios de los pueblos del Estado y finalmente, en el año del señor de 1932, actuar en el mismo Biloxi en un garito llamado 'The Guilty Cogomber', con gran éxito.
De ahí pasa a Jackson, con los años a Chicago y se convirtió en uno de los grandes pioneros del Blues, cuya vida fue inmortalizada en la película 'Cuerdas Rotas', de tan gratos recuerdos y espectacular banda sonora.
Sin embargo, queda por aclarar su muerte. A la edad de 73 años, se dice que Al Lester, dentro de la más rancia y tópica leyenda del blues, se topó a la salida de un concierto en una prestigiosa sala neoyorquina con una figura mefistofélica que, efectivamente, resultó ser el mismo Diablo, que venía a pedirle lo que era suyo y que una vez le reclamara en una estación de tren, cuando el Diablo se apeó y al ver al chico Alphonsus tocar la guitarra le propuso que un día le entregara su alma a cambio del éxito. El Diablo le arrebató el aliento a Al Lester y murió en un callejón. Los médicos decretaron que había muerto de causas desconocidas, y la leyenda creció. Otro bluesman víctima de los manejos con el Demonio.
Pues bien, el reputado detective de la Gran Manzana, Valentino Santopietro, que pasaba por ser también un gran aficionado al blues, se propuso investigar las causas de la muerte de uno de sus ídolos y después de unos meses de arduas pesquisas, durante las cuales de forma asombros jamás llegó a pisar el Estado de Mississippi, llegó a la conclusión de que Al Lester había sido envenenado por un miembro de su banda, el fallecido por aquel entonces Robert Johnson, batería para más señas, que, siempre envidioso con los éxitos del líder de la formación no había digerido que en un último acto de pavoneo, se hubiera intentado ligar a su propia pareja, la corista de la banda Doralita Sampson.
Y así quedó para los restos, como que Al Lester había sido víctima de los celos y las envidias de la música y el nombre de Robert Johnson quedará siempre marcado por haber terminado con la vida de un auténtico genio que, todavía a los 73 años era capaz de actuar durante tres horas seguidas, electrificando su sonido hasta niveles pavorosos para lo que se estilaba en el género y siendo un auténtico titán en escena.
Sin embargo, cuentan las lenguas interesadas, que un personaje vestido con un traje bastante llamativo, de color rojo, y tocado con un bombín, se bajó de un tren en una perdida estación de Mississippi y al escuchar a un grupo de jovencitos hacer experimentos en un garaje con unos platos de tocadiscos y un micrófono, les propuso un trato.
Muy interesante tus entradas. Aunque he estado fuera me he dado hoy un buen atracón.
ResponderEliminarUn abrazo
Qué bueno, monsieur!
ResponderEliminarEste es fantástico. Me ha encantado, Tolya. Es de esos que quedan redondos y encuentran el final perfecto. Guárdelo bien :)
Buenas noches
Bisous