jueves, 27 de junio de 2013
Baal
Y era Baal todavía joven y orgulloso y pensaba que el mundo no sólo era creación suya, si no que él también podía a su antojo destruirlo y volverlo a crear de nuevo si así lo creía conveniente. Y Baal, que todavía hacía poco que había creado este mundo, ya pensaba en destruirlo. Porque creía que podía. No por una necesidad real. El mundo todavía no le había dado motivos para que la voluntad de Baal se hiciera manifiesta, no. Ni mucho menos. Baal no había todavía creado las criaturas, no había puesto sobre la faz de la tierra seres humanos que le pensasen y que le adorasen. Baal tampoco había puesto por ningún sitio plantas y árboles cuyo crecimiento hubiese que regular, sus raices extender, sus ramas alargarse, sus frutos madurar. Nada de eso. No había puesto todavía ningún ser vivo sobre la tierra. Había creado nada más que el mundo, como un solar. Había creado Baal las montañas, los valles, los ríos, los mares, algunos cabos, bastantes playas, llanuras sin medida, rincones ocultos, cuevas y meandros. Todo eso ya lo había creado Baal y al mismo tiempo ya pensaba Baal en destruir lo que había creado, tan sólo por demostrar que podría destruirlo. Pero... demostrar... a quién. Baal se pensaba sólo, Baal no conocía al resto de dioses pues era joven y no se había relacionado con nadie. Baal se creía único. Los dioses estaban a otra cosa y tampoco podían conocerle a él. Este mundo todavía no interesaba a nadie. Y Baal se dijo 'tengo que destruir este mundo, y alguien lo debe saber'. Es más, pensó Baal 'y alguien debería preocuparse por ello'. Y es por eso que Baal creó a los seres vivos. Y creó Baal al hombre para que lo pensase, para que adorase a Baal, para que temiese a Baal, para que Baal tuviese un motivo. Y una vez creados los seres vivos, el mundo sabe que está muerto.
¡Oh Baal! ¡Magnífico y soberbio! ¡Oh Gran Baal! En la solución está la respuesta, como no podía ser de otra manera. Siempre hallas el camino. Siempre tienes la palabra. Siempre sabes qué hay que hacer. Sólo tú, Baal, en tu mano poderosa, tienes nuestro destino. ¡Oh Gran Baal!
- Mortal. Nuevamente me importunas. ¿De qué hablas? ¿Qué mundo creé? ¿Qué vivos? Déjame, déjame seguir aquí un rato más. Mañana, quizás mañana, si consigo encontrar ese mañana que yo mismo postergo, me ocupe de vosotros.
¡Oh Baal! En tus perezosas manos estamos.
Ay, ese Baaaaaal... para ser un dios, tiene una personalidad muy humana.
ResponderEliminarY claro, así salimos: a su imagen y semejanza.
ResponderEliminarAnde, hombre! Espabile! Láncese ya.
Feliz tarde
Bisous