Artista, fenómeno, maestro, satélite, fichaje, alicate... apelativos elegantes para definir la figura de Joseph Fouché. Otros adjetivos menos piadosos podrían ser los de traidor, rata almizclera, cruel, corrupto... entre otros. Joseph Fouché, una figura terriblemente interesante de la política, una vida marcada por la Revolución y por la lucha por el poder... y la supervivencia.
Stefan Zweig, el autor de la biografía de Fouché, no deja de ser otro personaje para reseñar. Austriaco. Autor de barbaridades como 'Noche Fantástica' o 'Carta de una desconocida', o 'Novela de Ajedrez', así como de muy buenas biografías, su vida está marcada por la lucha contra los radicalismos. Comunismo o Nazismo. De hecho, huye a Brasil una vez que el nazismo se va comiendo Europa... cuando los japoneses conquistan Singapur, desesperado ante el avance de la barbarie, se suicida en 1941. Creía que iban a ganar los nazis y no lo pudo soportar.
El retrato que hace Zweig de Fouché es el de un político. Un político que primero y principalmente lucha por su vida. Nada más. No hay ideales. O los hay, pero siempre y cuando no entren en conflicto con su propia supervivencia. Fouché nace en Nantes y está a punto de convertirse en sacerdote... pero no le acaba de gustar eso de atarse a algo para siempre y por primera vez en su vida se escabulle. Se mete en política en los albores de la Revolución francesa. De origen burgués, representante de una ciudad burguesa y poco amante de los extremos, sus primeros tiempos en París, en el fulgor del cambio que transformó el mundo son... sosos. No hace nada, no abre la boca. Se alinea con los moderados, con los girondinos. No abre la boca. Pero... hay que votar si se guillotina al Rey o no. Fouché va a votar que no pero... ve, mira, observa, se informa, siente el miedo de la gente, la turba, la masa, y en el último momento... si. Vota que sí. Y se alinea entonces con los más radicales.
Se convierte en un protocomunista. Zweig lo describe con desprecio. No le gusta el comunismo. Lo pinta de radical, de bestia, de sanguinario. El Mitrailleur de Lyon. Funcionario y Cónsul capaz. Administrador competente. Y represor infatigable. Anticipándose a lo que harán los nazis en Ucrania, para ahorrar y agilizar ejecuciones, decide cañonear a los moderados que se sublevan en Lyon y se compromete a acabar de derrumbar la ciudad, de destruirla piedra a piedra. Son los años de Robespierre. Las cabezas van que vuelan. No hay lugar para los tibios. No hay lugar para nada. De tal manera que la represión puede pasar por excesivamente cruel, o por demasiado tibia, ya que Lyon no está siendo destruída... Fouché se huele lo peor. Hay que actuar.
Termidor. Robespierre, que es su enemigo, cae. Fouché llega a ser presidente del Club Jacobino... para cerrarlo él mismo un tiempo después y quedarse con la llave. Reprime a sus excompañeros... si tuvo compañeros. Pero... debe esconderse, debe desaparecer... hasta que le piden pequeños encargos, que espíe, que informe, que se mueva. Va haciendo cosas, va ganando dinero. Mucho dinero. Se convierte en una sabandija. En un chivato. En un asco. Termina siendo jefe de Policía, ministro de la Policía... y siempre lo será.
Directorio, Consulado, Imperio... Fouché sabe mucho y no se le puede mover de la silla fácilmente. Con Napoleón tampoco hace buenas migas. Pero él le ha apoyado y él le necesita. La cosa se pone bien para él, muy bien. Ministro de Policía.... pero quiere más. Quiere mandar más. Quiere más. Napoleón cae, y él... se queda con el Rey Luis XVIII que ha vuelto... pero también con Napoleón cuando regresa... y otra vez con el Rey... sin escrúpulos, sin titubear. Siempre guardándose un as en la manga.
Pero cuando el Rey se instala y los realistas se asientan... no perdonan. Gente de orden. No pueden perdonar lo de Lyon. La Revolución. No. No pueden. Y Fouché es apartado. Y muere lejos de Francia.
Un retrato de un político, para Zweig, que es capaz de todo con tal de seguir 'metiendo mano', de seguir 'figurando', de mandar, de decidir. Fouché no sale en retratos gloriosos, no es un héroe, ni un villano, siempre aparece en un segundo plano, escondido, detrás. No es un teórico, pero es alguien capaz de escribir el primer Manifiesto Comunista. No es nada más que un político. Malos tiempos para la política. Mal ejemplo. Pero un ejemplo, al fin y al cabo.
Un libro apasionante, sobre una época fascinante, con un protagonista... tenebroso y sin embargo...
La época es fascinante, el personaje tiene mucho que ofrecer y la pluma que lo relata es magnífica. Me gusta mucho Zweig. Me lo apunto, Tolya.
ResponderEliminarFeliz día
Bisous