Todo el mundo quiere ser alguien en esta vida. Incluso aquellos que poseen todas las papeletas para cosechar un fracaso esplendoroso, no digo yo que no lo estén buscando en su fuero interno. Querer perder. El caso de Adelino Kimbracher ejemplifica de aquella manera lo que vengo a decir. Bueno, no. Su caso aparece en el libro de la incansable Floriana Dewermer titulado 'Así te quedas', que vivió en primera persona el asunto y nos lo cuenta de la siguiente manera.
'En aquellos tiempos, en la facultad de Letras de Sigfrundmeun, era un espacio bastante abierto y proclive a aceptar entre sus profesores a personajes heterodoxos y con poca posibilidad de encaje en entornos más formales. Profesores que se negaban a evaluar, profesores que explicaban teoría y que se negaban a la práctica, otros que por el contrario no querían pisar las aulas y tenían a sus alumnos todo el día para arriba y para abajo, metidos en bares y tabernas, aprendiendo de aquí y de allá. Profesores que clamaban contra la mediocridad de sus alumnos, profesores que alentaban a sus alumnos a replicarles, a rebelarse, a coger su sitio. Profesores que se negaban a dar la clase en tal o cual condición. Un espacio de excentricidad que, si bien resultaba magnético, podría resultar desconcertante para quien viera más allá del momento. Adelino Kimbracher quiso sumarse con alegría y con un toque personal a ese clima de libertad y de confusión de reglas que existía. El papel de muchos profesores era el de no querer serlo. El papel de muchos alumnos quería ser el de quienes creen saber más que el profesor. Adelino Kimbracher era un alumno llegado de uno de los barrios obreros de Kulmenkammer, y entre sus compañeros, tenía fama de escéptico ante aquella fiesta del saber sin centrar. Pero, sorprendentemente, cuando el curso finalizaba, anunció que iba a leer su trabajo de final de carrera en el aula magna ante el profesor Tfgnaggle. Un trabajo sobre 'El trastorno del movimiento en la literatura del Siglo de Oro español, en concreto, en El Quijote'. Adelino había comentado a sus amigos que su exposición iba a enriquecer ese clima de fantasía sapiencial que se vivía y que vamos, que no se lo podían perder.
Adelino Kimbracher, y yo estaba allí para verlo, se plantó ante un abarrotado salón, en el que el profesor Tfgnaggle ocupaba un puesto preminente, sí, pero vestido de arlequín, y también estaba presente la señora archiduquesa Davida de Gresaher, que se parecía un poco a la señora de la imagen que preside el relato. Adelino se plantó ante el aforo y dijo, en voz clara y rotunda: 'El movimiento es ir de aquí hacia allí. Si estoy aquí y voy allí, me muevo. Y eso es una molestia. Todo lo que molesta es recordado. Así que yo ahora me voy y luego les cuento'. Aún le estamos esperando.
A juzgar por sus textos, cualquiera diría que tiene ud una biblioteca en casa polvorienta, con enciclopedias de páginas amarillas, y que se apoya en un estante y gira para dar paso a la sala de los experimentos médicos ilegales.
ResponderEliminarImagino que la archiduquesa fue de los que no se movió de allí, esperando por Adelino. Y es que la mujer, con tal de no molestar...
ResponderEliminarBuenas noches, monsieur
Bisous