Sin saber ni cómo ni por qué, me vi en el cine viendo la película La espuma de los días. No es que no supiera que iba a ir al cine, es que no sabía que Michel Gondry había hecho una película recientemente y que esta película era La espuma de los días. Y sí, más o menos, tenía nociones de que La espuma de los días era un libro de Boris Vian... pero ese dato me quedó más claro cuando vi el cartel en el cine. Me tocaba elegir a mí y la cosa estaba complicada, cuando vi el cartel y dije... hombre, una peli de Gondry con lo mucho que me gusta a mi Gondry... claro que sí, venga.
La espuma de los días es una novela de Boris Vian, que fue un intelectual, escritor y músico francés (amén de más cosas), en la que se cuenta una historia de amor entre Colin y Chloe. Colin es un joven adinerado que un día, celoso porque sus amigos están enamorados, decide que también tiene que enamorarse. Y en una fiesta encuentra a Chloe, que está por la labor. Porque Colin no es mal parecido y es muy creativo y muy original y todo es maravilloso. Y Chloe es guapa y es inteligente y tiene conversación y todo es... pues muy bien. Son gente bien. Van a fiestas, leen a Jean Sol Partre, etc.
Y va todo tan bien, tan requetebien, tan estupendamente bien que se casan. Y la boda es cantidad de bonita y original, con naves y con... ah. Que no he contado que es una película de Michel Gondry y que tiene cacharros y naves y... cosas.
Cosas raras. Desde el principio la película está plagada de cosas, de artilugios, de trucos de la imagen, de fantasías, de recortables, de burbujas que no son burbujas que son bolas de... y más cosas, y máquinas, y más trucos, y más artilugios, y más artificios. ¿Vieron La ciencia del sueño? Pues más exagerado aún que eso. Mucho más. Tanto, que al principio uno teme que... uy, no sé si atreverme a decirlo... uno teme que la película no le vaya a gustar. Lo juro. Es tal la saturación durante las primeras escenas de la película que teme uno lo peor. Que no tenga interés, que sea un desbarajuste... que todo vaya de mal en peor. Pero no. La historia finalmente le puede, por los pelos, a los cachivaches y cacharretes y trucos varios, y se endereza lo justo para que no nos perdamos por las ramas.
Las ramas. ¿Cuento el final? Bueno, la historia de amor tiene su momento culminante en la boda, en la luna de miel, todos son felices y están tan contentos que, naturalmente, todo tiene que ir a peor. Es ley de vida. Y va a peor. Y el rico ya no es tan rico, y los amigos ya no son tan amigos, y la cosa tiene mal color. Y lo tiene. Y no digo nada más.
En definitiva, una película que puede resultar estragante a quién no esté por la labor de la fantasía desbordante tan desbordante que desborda a veces la propia historia, pero que no deja de ser, eso, una historia de amor, con sus altos y sus bajos. Me dejo los protas. Sale un actor que vi hacer de Moliere en una película y que dicen que es la pareja de la princesa Carlota y la Tatou, la de Amelie, que también estraga a la gente porque Amelie es un poco ñoña. Pero es ñoña ahora, que en su tiempo no dio la brasa la gente... y el daño que ha hecho a la publicidad Amelie... uf. En fin.
Que eso, que vayan a verla, pero no se quejen luego de que 'no había quien la sigueira'.
Monsieur, me sorprende usted. Nunca lo hubiera imaginado viendo esa película, ya ve. Qué cosas.
ResponderEliminarBueno, como sea, qué bien que ya estoy de vuelta :)
Feliz tarde
Bisous
Tolya, que gustos cinematográficos más raros tiene. No me lo imaginaba viendo algo así. Suena, casi, casi, a Sisi Emperatriz pero en versión chic francesa.
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