De la serie de relatos, que forman un relato en sí, 'Espantosas escenas en la vida de Quirino Barrantes' a cargo del escritor Benito Repojo Ostiz, seguimos avanzando:
'La mención del pequeño Jonás a su madre Boreal, dejó con los ojos como platos a Quirino Barrantes. Ahí estaba pasando algo raro. Desde tiempo inmemorial, los integrantes de su familia habían sido considerados en el pueblo, en Villastanza de Llorera, como unos descerebrados. Gente despistada, ida, de cabeza dispersa, con algún que otro extravío, nunca dañino pero sí enervante en algunas ocasiones. De toda la vida. Un pariente bastante lejano de Quirino Barrantes, apodado 'El Tocho', iba todos los lunes a la misa de domingo, religiosamente, sin perderse ni uno, hasta que el propio cura del pueblo instituyó por su cuenta y riesgo una misa para él solo. Otro pariente, Fermín Barrantes 'Eritreo' (porque era morenete), negó durante mucho tiempo haber tenido nada que ver en la contienda civil, incluso cuando había pasado en la cárcel algunos años y le había quedado una cojera más que evidente. Igual no era desmemoria.
Si Jonás era de la familia, tenía también su pedrada, eso era cierto. Pero era demasiado niño como para que eso fuera así, por lo que Quirino Barrantes sospechó que su prima ocultaba algo. Que la historia de su hija Vera no le convencía. Y que, por desgracia, sospechaba se iba a tener que meter en un follón para saber qué pasaba con tanta pretendida confusión entre Vera y Boreal. Y en ese momento, Quirino volvió a un año atrás. Su cabeza, por muy fuera de sitio que estuviera, viajaba en el tiempo. Como la de todo el mundo.
Y recordó, aunque se juró que no lo volvería a hacer, su vida en la ciudad. Su trabajo, sus aficiones, a Freda... Recordó un trabajo que tuvo que realizar unos meses atrás. El amigo de un amigo se había encariñado con una chica y este amigo le había pedido a Quirino Barrantes que disuadiera a este amigo de seguir con esa relación. Sólo tenía que hablar con él y decirle que esa chica ya estaba por otra parte y él... estaba estorbando. Nada personal. Algo frío, simplemente tenía que poner su peor cara, esa cara que le había hecho famoso en el oficio y que le permitía vivir una doble vida. Como oficinista en una empresa de publicidad por un lado y como 'hombre de confianza' para asuntos algo turbios. Quirino se hizo el encontradizo con aquel amigo de su amigo, tras hacer las presentaciones pertinentes, le habló de un tal Fulgueras, de una antigua hermandad de exalumnos... cómo, que no le recordaba... vaya, pues él si que se acuerda todos los días de tu puta madre, porque le estás quitando la novia, y digo yo que un poquito de vergüenza te tendría que dar, o a lo mejor lo entenderías mejor si te diera otra cosa...
Casi nunca tenía que pasar a las manos. Aquel amigo de su amigo, al parecer estaba muy enamorado de la chica. Tan enamorado que no pudo soportar la tristeza y pidió un traslado en la empresa. En el trayecto que le llevaba a Mondoñedo, se salió de la carretera y falleció. Quirino Barrantes sintió mucho esa muerte. Recordaba que el amigo de aquel amigo, el que se salió de la carretera se llamaba Jonás. Qué casualidad. ¿Y cómo se llamaba la chica? ¿La chica no se llamaba Vera?'
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