El señor Schepens entró en la taberna con aire de estar haciendo algo que venía ocurriendo desde hacía mucho tiempo, pero eso no era así. Ya hacía muchos, muchos años, que el señor Schepens no visitaba la taberna. Dejó de frecuentar aquel lugar cuando se estableció definitivamente como pasante en el pueblo y se casó con Albertina Martins. Durante los años que él llamaba 'perdidos', había sido un asiduo visitante de aquel lugar confortable y pacífico que se encontraba cerca del río que atravesaba la ciudad antes de ir a parar, pesado y oscuro, a un mar inhóspito y gris. El señor Schepens se sorprendió al encontrar el mismo calor de siempre, aquella sensación de haber llegado a un punto seguro una vez que había tenido que deambular por calles en las que el viento helado, casi durante todo el año presente en aquel lugar, no animaba precisamente a pasear. El señor Schepens empujó la puerta, se reconoció en aquel ambiente cargado y cálido y casi sin querer, buscó con la vista una cara con la que había estado pensando en secreto durante mucho tiempo. Hacía muchos años, mucho tiempo que no había vuelto por aquel lugar. Su profesión, su matrimonio, la vida, le había alejado para bien de aquel ambiente pesado y plagado de pensamientos tristes, vagos, perezosos. El señor Schepens ya hacía tiempo que había reconducido su vida. Su negocio marchaba bien, tenía cada vez más clientes y se había hecho un nombre respetado en todo el país. Incluso había escrito algún artículo para la revista de la Asociación Real de Abogados y Legistas, que recibió elogios por parte de más de un profesor de la Universidad por su conocimiento y estar 'realmente con los pies en el suelo, sabiendo de lo que habla'.
Schepens, que no encontró la cara que buscaba y que no quería encontrar, se dirigió a una de las mesas, pegada a la pared, que reconoció claramente como 'su lugar de siempre', en aquella taberna. Sentado ya, se acercó a él el señor Bolkenmans, el dueño de la taberna, para ofrecerle algo de comer. Schepens le contestó que ya había comido y le pidió simplemente una copa de... Se había acostumbrado a beber Whisky en sus reuniones con otros potentados y había perdido la costumbre de bebidas más agrestes. No supo que pedir. Finalmente se decidió por una cerveza. Estuvo tentado de preguntar a Bolkenmans sobre cómo marchaba el negocio, o la vida en general, después de tanto tiempo, pero no lo hizo. Bolkenmans se había dirigido a él como siempre, con la misma actitud distante que siempre agradaba a clientes con pocas ganas de decir ni de saber. Schepens no quería reconocer porqué había ido a aquella taberna de nuevo. Los días previos habían transcurrido sin más sobresaltos, ni decepciones, ni un incidente que reseñar. Todo marchaba correctamente.
Alguien dijo un nombre. No recuerda cómo ocurrió. Y tuvo que volver.
¿Va a haber segunda parte? Me ha dejado con un poco de intriga.
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