martes, 9 de septiembre de 2014

Baal

Esto es más o menos lo que pasó. Me encontraba yo un poco así como raro. Me interesé de repente por las religiones antiguas y por creencias algo trasnochadas. Sin querer dedicarme a ello de manera seria y un poco por matar el tiempo ya que la faena iba un poco para abajo, decidí ser Baal. Uno de esos libros hablaba de un dios que habitaba en una montaña, en su cima, que había vencido a otro dios, que había separado el mar... me pareció original y, bueno, pues probé. Ser Baal estaba muy bien, porque te permitía ser Dios sin tener que estar pendiente de seguidores, creyentes, intérpretes y demás. Ser Baal me ayudó mucho, la verdad. Y yo creo que ayudé a la gente. Me dediqué a ser un dios bueno, un dios justo, un dios en el que la gente pudiera confiar. Un buen dios, ciertamente.
Habilité el terrado de mi casa como lugar desde el que ejecutar mis acciones divinas, pero de vez en cuando tenía que bajar a la calle a procurarme comida y demás. Vivía solo. No lo había dicho, disculpen. Un día, mientras iba a la panadería, me crucé con alguien que me miró raro. Sonrió y me dijo, 'no eres Baal, yo soy Baal'. Nos sentamos en una cafetería y me dijo que él había seguido un proceso parecido al mío. Un desengaño, una situación de gran desasosiego, lecturas raras y ya está el lío montado. Sin embargo, él decidió ser Baal de otra manera. Se inventó un dios que no era justo, que se hacía el tonto, que no estaba, que pasaba de todo, que no lo llevaba bien esto de ser nada menos que Baal. Estábamos los dos con nuestro café pasando el rato tan alegremente y compartiendo experiencias y asuntos como Baal, cuando la camarera nos miró de una manera extraña. Sonrió y nos dijo 'no sois Baal, yo soy Baal'. Y nos contó que ella era una directiva de una empresa muy importante, que leyó un texto en internet, que se giró y que pensó que siendo Baal podría curarse. Y era Baal. Los tres éramos Baal. Baal.
Y un niño que estaba jugando en otra mesa, alejado, con sus padres delante, nos miró raro y nos dijo, sonriendo, 'no sois Baal, yo soy Baal'. Y debía ser él.
¡Oh Baal! Grandioso y omnipotente que eliges a un niño para representarte. ¡Oh Baal! Tremendo en tu acción y fabuloso en tu proceder. ¡Oh Baal! Qué genial en la escenificación de tu...

Y el niño nos dijo:
- Dejadme jugar. Y dejad de hacer el indio. Yo soy Baal. Yo juego. Yo no hago el indio. Juego. Abandonad ya el sueño de ser Dios. Yo juego.

¡Oh Baal! Tus palabras son siempre dignas de gran...
- Dejadme jugar.

1 comentario:

  1. Lo que le digo... la Biblia en la otra mesita de noche.


    Comprendo, todas las ventajas de ser Dios, pero sin el agobio de los fans.

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