lunes, 6 de julio de 2015
Gorteza
No oyeron gritar a Carina Ocáriz. La gente cuando muere, grita. O chilla, o brama, o simplemente se queda en estado de shock y no dice nada. La verdad es que no sé qué hace la gente cuando se muere, habrá quien haga una cosa y otros, otra. Seguro que cada uno hace lo que puede. No sé. Carina Ocáriz ya no era consciente de nada cuando Rípodas le estaba abriendo la cabeza con una navaja como si fuera una sandía. Por su parte, Estevita Darién y Gorteza estaban en la concina de la casa, ambos derechos, quietos, mirando hacia la puerta de la cocina. No podían ver lo que pasaba al otro lado, porque la puerta estaba cerrada, pero intuían que algo espantoso estaba pasando. Estevita Darén tenía un poder sobrenatural, claro, y Gorteza también llevaba lo suyo a cuestas. Pero a ninguno se le ocurrió pensar que Carina Ocáriz estaba siendo trepanada sin más contemplaciones. Sin más. Rípodas no se ensañó demasiado con Carina Ocáriz, pese a lo truculento de la escena. Simplemente cumplió con lo que estaba haciendo sin darse más importancia. Carina Ocáriz, su cuerpo de ella, yacía en el suelo rodeada de un inmenso charco de sangre. Rodeada con ella dentro. Inmersa en un charco de sangre. Rípodas no se limpió las manos, ni buscó la navaja para seguir con la carnicería, sino que se apresuró a avanzar hasta la puerta de la cocina, donde sabía que estaba Gorteza. Gorteza miraba hacia la puerta y ambas miradas se cruzaron cuando Rípodas abrió la puerta. Estevita Darién dijo algo, extrañada. No se esperaba que fuera Rípodas. Estevita Darién sabía que alguien venía a hacer algo, que alguien venía, pero no se esperaba que fuera Rípodas. Algo estaba fallando. Si ella no recordaba mal, había... o no lo había... no lo recordaba. Quizás se estaba haciendo realmente mayor y en realidad no había accionado nada para que Rípodas no matase a Gorteza. Quizás lo había dejado todo al azar, demasiado lírico, demasiado beso en la mejilla y mirada turbadora. Estevita Darién era mayor y era todavía la mujer más guapa que hubiera podido encontrarse un ser humano en la vida, civil o militar. Y a ello fiaba todo el devenir de los acontecimientos. A que su belleza, su encanto, un beso en la mejilla, y cómo eso influyera en las personas, pudiera tener peso en lo que pasara después. Y sin embargo, algo había fallado porque Rípodas estaba allí y su encanto y sus palabras... pero qué palabras. Estevita Darién recordó que ella había advertido a Rípodas de que no podría ver el cielo de Villastanza y allí estaba, Rípodas en Villastanza. Estevita Darién cerró los ojos y pensó. Detuvo el tiempo, claro, cómo si no iba a poder hacer todo eso sin detener el tiempo... a qué estamos jugando. Si no entendemos cómo se desarrollan los acontecimientos en una narración de este tipo y empezamos a preguntarnos cosas y cosas como si esto fuera... ¿y qué hago yo dando tantas explicaciones?
Pues sobre lo que hace la gente cuando se muere, depende. La Pavlova se vistió con su traje de la muerte del cisne y dijo: "Tocad aquel último compás muy suavemente". Y se murió. Sin gritar ni nada. Claro, igual si la hubieran trepanado no habría tenido humor para tanto.
ResponderEliminarPor lo de pensar, no se preocupe, no lleva tiempo, se tarda mucho menos que en contarlo.
Feliz tarde
Bisous