M. se está dejando barba. Desde tiempo inmemorial, M. y A. llevan una lucha contra su propio ser, intentando dejarse barba, pero no hay manera. Tan sólo A., con un tesón que sorprende a cuantos le conocemos, ha conseguido desarrollar una mata de pelo, un mocho, un gato acostado ante sus morros digno de admirar. M., en cambio, por mucho que persevera, no consigue que la barba pueble toda la cara. Perilla. Lo primero que le dije cuando le ví fue eso, 'eres un perillas', y ya me lo explicó todo.
Hacía por lo menos... no sé el tiempo que hacía que M., no volvía por Santa Coloma. Después de un montón de meses sin vernos, desde las navidades, y reeditando un encuentro que ya se dió el año pasado por estas fechas y que fue desencadenante de muchas cosas, como si me estuviera leyendo el pensamiento M., volvió a dar señales de vida. Esta vez le atraje a Santa Coloma y esta vez no puso ninguna pega. Cuando le ví en la esquina de la General Óptica, estaba sacándole fotos a la Rambla Sant Sebastiá y a la antigua esquina de la Lionesa para enviárselas a su hermana. Flipaba con cómo había cambiado la calle. Su calle. Mientras íbamos camino de los pinos, me iba diciendo que era muy difícil sentirse de algún sitio. Pasábamos por la puerta de los alcohólicos, del estudio de arquitectura, por la calle de la cuesta chunga que ninguno de los dos sabemos cómo se llama... 'sentimientos encontrados', decía M.
Nos sentamos en los pinos y pedimos unos quintos y algo para comer. Al primer trago, M., cae en la cuenta de que esos quintos son una trufa y que mejor empezar a pedir medianas. Yo había dicho de pedir medianas, pero como siempre, mi opinión no es la primera en ser considerada casi nunca. O nunca.
Evaluación de la situación. M., considera así a grandes rasgos, que nos movemos por afinidades. Y que esas afinidades se basan en un mínimo común múltiplo. Decía que no tenía la teoría muy desarrollada, pero que podía afirmar que, según había apreciado en un nuevo círculo de amigos que había formado, siempre había un dato, un hecho, que hacía que nos sintiésemos a gusto con alguien. Aquel, al final, resulta que tenía una novia de Santa Coloma, me vale. Aquel, por lo que fuera, había estudiado unos cursos de arquitectura, me vale. Ese otro, al cabo de un rato, confesaba que había estudiado algo de comunicación. Muy bien, eso está muy bien. Dos medianas más tarde, M., se suelta y desarrolla un poco más la teoría. La vida es una mierda.
Ese es el dato. Al final, nos acabamos sintiendo a gusto con la gente que piensa igual que nosotros. Gente que no asume retos, que no afronta nada. Gente que parte de una premisa muy simple y muy dura de asumir. La vida es una mierda. Suena fácil. La vida es una mierda. Siendo así, no merece la pena pelearse por nada, porque no tiene sentido perder el tiempo por algo que no lo vale. La vida. La vida, así puesta al trasluz de una ventana, es una mierda. El niño está bien. V2.0 está perfecto, con unas piernas largas como un día sin pan, con sus camisetas del Barça, M., dice que le ha enseñado un par o tres de trucos para jugar a fútbol. La gente es muy simple y con dos tonterías te la metes en el bolsillo. V2.0 marcó el otro día dos goles desde medio campo. Su padre, M., le dijo, mira al portero, ves que es muy pequeño y que la portería es muy grande, así que chútale por arriba y no la olerá. Desde medio campo, el animal, pum pum. Dos golazos. M., decía, tengo más ideas de estas, no os preocupéis. La gente. La vida es una mierda. AG., está estupendamente, en el curro lo pasaron mal hace unos años y ahora están bien, porque nosequé de una empresa polaca o algo así.
Todo fantástico. Otros años hemos hecho un poco de rutilla por bares del pueblo, pero ayer era lunes y no había mucha variedad en Santa Coloma. Estamos en los Pinos hasta las mil quinientas. Casi hasta las doce. M., tiene que trabajar. El trabajo. Los cambios. Le pregunto por BCN en Comú, por la Ada Colau. Me dice que bueno, que muy bien, pero que con once regidores no van a poder cambiar nada, nada más que lo que les dejen. Que ya le parece bien eso de los sueldos, pero que mira por dónde les ha salido. Sobre el tema, tiene una teoría. Ojo. Salo de párrafo.
Considera que todo este tema de la independencia y tal es perder el tiempo. El no lo llama así, lo llamo yo para simplificar. Es perder el tiempo. Ahí va. Tiene un amigo que dice que eso de la Primavera Árabe es una historia de los americanos y los ingleses para fundirse a los chinos. Que se llevarán las fábricas de China y que las pondrán en Libia, Egipto, Túnez, etc. Que hasta que esta gente no esté funcionando y puedan ir tirando, que aquí, lo de montar un estado propio, que nos vayamos olvidando. Porque nuestro papel aquí es el de no dejar pasar a la peña. Hasta que ahí abajo no esté la cosa resuelta, nosotros aquí a lo que nos digan. Y esto por ahora no entra en los planes. Tenemos otros planes para vosotros. Esto no lo contemplo. Podemos hacer lo que queramos, que no. Y además, no salen las cuentas. Cuarenta, sesenta. Con eso no puedes hacer nada. Fin de la argumentación. M., dice haber leído algo de lo del hundimiento de las bolsas en China, augurando que de los chinos no quedará nada y que los van a dividir en 20. Yo le digo que por lo que yo he ido leyendo, la cosa pinta más como que ellos mismos se están quitando mierda de encima. Pero es que yo voy con los chinos.
M., por su parte, asegura no haber leído un periódico en dos años. Recordemos que el año pasado, M., aseguraba que no sabía qué era Podemos.
M., ve a un grupo de chavales en los pinos. Le digo que uno de ellos es Vlado. No se lo cree. Vlado es ese tío de ahí... estamos hechos una mierda, Toni. A Vlado le llevábamos a jugar a fútbol en el Seimar. Tenía pinta de delantero bosnio. M., recordó que parecía Oleg Salenko, que no parecía saber hacer otra cosa que recibir un balón, darle con el puncherón y meterla dentro.
Nos comemos unas bravas, unos pescaditos fritos más que pse, unas bombas y unos pinchos. M., insiste en que no tiene mucho que decir. Las vacaciones. Nueva York, quizás. Yo le hablo de lo mío, tiene su idea, nos hacemos mayores. Son ya 40 años y hay que empezar a pensar en serio que lo que viene va a ser peor. Viene lo peor y por lo menos hay que estar a gusto con quienes tienes cerca. Viene lo peor.
Nos vamos de los pinos porque ya están cerrando. La chica de los dos perros, que está atrapada en el tiempo, no tiene dos perros, que tiene tres. Uno de ellos, uno negro muy bonito, viene a ver qué hay en la mesa, se sube encima de mi pierna, me mancha los pantalones. Me digo que mañana no me los voy a poder poner, pero se me ha olvidado y los llevo puestos.
Nos vamos al Bombay. Dudo de ir al Bombay. Hace mucho calor y son gente muy joven. Vamos al Bombay. M., dice que se cambiaba por cualquiera de los que estaban allí. Se cambiaba ahora mismo, por cualquiera de esos chavales con 25 años. Dice algo sobre lo de salir disfrazado, salir vestido de manera rara, un chaval está sentado con una camisa abierta muy rara. Dos chicas muy guapas, le miran, porque les está explicando algo. Al final, las chicas se levantan y se van con el chico de la camisa abierta rara a la misma mesa. M., lo dice. Ir disfrazado, no sabes si te va a salir bien o mal, pero vas disfrazado y algo pasará. Insistimos en que los tirantes en los chicos no son bonitos. No tengo porqué verle la chicha a un fulano. Casi no digo nada. Es mejor escuchar a M. Nos hacemos un selfie para mándarselo a los colegas, que no se esperan que hayamos quedado, ya que dos chicas que hay en otra mesa no han dejado de hacerse fotos durante todo el rato. Quedar para hacerse fotos. Quedar para querer estar en otra parte, con otra gente.
Le digo que han dejado el mercado Sagarra muy cambiado. Nos apuramos los dos tubos y nos vamos a dar una vuelta por el mercado. Son las doce y algo. M., se asombra de cómo ha cambiado la ciudad. En la rambla Sant Sebastiá aprecia que el ambiente es más tranquilo, que se nota que ha cambiado la gente. Bajamos por la Pompeu Fabra y repasamos qué locales había allí. El Botijo. Pero había otro al lado y tenía otro nombre y era lo mismo y no nos acordamos de él. El Botijo y el otro. El Daca no. Otro. Estamos en la avenida Santa Coloma y aparecen cuatro chavalitos y uno de ellos lleva la guitarra a cuestas y va tocando. Toma ya, por si pensabas que esto había cambiado mucho. En cuanto te alejas del barrio del centro, Santa Coloma aparece de nuevo. Quisiera tener una mochila llena de tetas, va cantando. Justo antes, M., ha dicho que tiene una mochila Adidas que se compró en el Guinart que todavía la usa de vez en cuando.
Llegamos a donde tiene el coche aparcado. Al lado hay un Golf del año de la castaña. Su coche nos merece un poco de atención y nos vamos a ver el Golf. Es un GT. No conseguimos sacar el año. Son los mejores coches que se han hecho jamás. Recordamos sus coches. Hace otra foto del Paseo Llorenç Serra. No le he dicho que he visto al S., dos veces ese mismo día y que está muy bien. En los pinos hemos creído ver un poco a la Carrasco. Igual he sido yo que me he confundido.
Quedamos, como siempre en vernos más. En quedar para septiembre. Que será noviembre. Que será cuando venga el E.
La vida es una mierda. Ha pasado un año desde la última y en un año han pasado muchas cosas. La vida es una mierda.
La vida no sé, pero la barba de A. parece ser una auténtica obra de arte, una primavera en eclosión. Lo que me daría miedillo es andar por lugares que llevan nombre de Puerta de los Alcohólicos o Cuesta Chunga. No sé, da la impresión de que puede uno caerse, sufrir un accidente fatal.
ResponderEliminarFeliz tarde
Bisous