El otro día dije... ¿por qué no organizo una movida absolutamente contra todo y contra todos? No lo dije, lo pensé, que hay una diferencia muy grande entre decir y pensar. Si lo digo, se supone que hay alguien delante y me puede escuchar y me obliga, quizás, a cumplir lo dicho. Si lo pienso en cambio, no tengo que dar explicaciones ante nadie. Lo pensé, entonces. Lo pensé. El caso es que lo pensé, pero me ví obligado a cumplirlo. Tuve que hacerlo. El grandísimo comecome que me tiene todo el día y buena parte de la noche hasta que caigo rendido de tanto luchar y luchar, intentando adivinar nuevas formas de combatir contra el sistema, me obligó a tomar una decisión y, efectivamente, armarla.
No soy, como se imaginan ustedes, y también vosotros, por dirigirme a todo el mundo de una manera llana y cercana si fuera necesario y a otros de otra manera más formal y correcta, no soy, como digo, y empleo muchas comas porque no sé por dónde empezar, no soy, insisto, persona con una concepción cerrada de las cosas. No soy, para ser sincero, una persona dogmática. Y si combato contra el sistema, si lucho contra los poderes que nos asfixian, si me parece que las instituciones que nos gobiernan conspiran constemente para procurarnos la desgracia más siniestra, no por ello dejo de creer que, en fin, que, vamos, que, no todo ha de ser tan drástico y que, a fin de cuentas, lo que uno reclama no es más que lo que es suyo también.
Por decirlo de una manera más clara, ya que estoy dándole vueltas a un tema por el que se me reclama una explicación y yo la tengo que dar. Pensé en montar un grandioso circo ambulante de pensadores, cantantes, filósofos, artistas multidisciplinares, profesores de zumba, tradicionalistas revolucionarios, más cantantes, más pensadores, bailarinas y coreógrafos, expertos en temas que cuecen el espíritu de los más sensibles, organizadores de debates sobre la lucha y la lucha y la lucha y las diferentes luchas y el rostro verdadero del verdugo que al alba, oh, al alba, vendrá a buscarme un día, y unos chicos colegas de otro colega que vive lejos del mundo pero cerca de mí y que me dijo o me dijeron porque creo que he perdido el hilo que ponían música a partir de un pen drive con muchas canciones y que hacen bailar a la gente de manera desaforada mezclando consignas revolucionarias que me entusiasman y entusiasman a los más acendrados y encendidos luchadores con otros ritmos más ligeros y distendidos, resultando una mezcla que es difícil de resistir, y más expertos en otras luchas que no son tan candentes pero que tocan la patata, y todo ello en un escenario que fuera rotando por diversos espacios, y la gente vendría y sería como hacer la revolución en dos días o tres, sin movernos del sitio, aunque la denominación de circo ambulante dijera otra cosa, pero es bonito jugar con el equívoco. Es saludable jugar con denominar a una cosa de una manera, alternativa, revolucionaria, lucha, y luego no ser exactamente eso. Provoca debate y ganas de pensar. Y eso también es bonito.
Y claro, en tanto en cuanto mis posibilidades y mis medios son escasos, si jugamos al equívoco, qué menos que solicitar el apoyo de la institución, cuando durante todo mi trayecto en la vida he sido un fuerte... cómo decirlo, un fuerte opositor a cualquier forma de colaboración con las instituciones, sobre todo si son otros las que lo hacen. Y solicitar las infraestructuras, solicitar quizás un pequeño aporte en tanto a que estoy promoviendo el pensamiento y el dinamismo sociocultural del pueblo, al que tanto quiero, y solicito la luz y el agua, y solicito el esto y lo otro, y solicito mayor tiempo de exposición al sol y a la sombra, y mayor tiempo para poder difundir la palabra, mi palabra, nuestra palabra que es de todos y es del pueblo y es de la lucha y necesito más tiempo porque el mensaje es difícil. Con todo mi apoyo por las causas que son más auténticas cuando las lucho yo. Con todo mi apoyo. Con el apoyo de una institución que ha de volcarse en luchar contra sí misma. Con todo el morro. Con todo. Qué menos.
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