miércoles, 30 de septiembre de 2015

Tristana - Benito Pérez Galdós

No está mal empezar con Benito Pérez Galdós a la avanzada edad que ostento, 40 años. No está mal. ¿Qué habré leído durante todos estos años? En fin. Mi primer 'benito', ha sido Tristana, novela elegida al azar, porque estaba a mano y porque me picó la curiosidad, como nunca antes me había picado. Tristana es una historia que tiene más mala leche que un gato. Todo el libro transpira una mala hostia que no deja vivir. No se puede, quizás se intenta, escribir con tan mala idea desde la primera línea hasta el final. Una historia que habla de la mezquindad de las personas, de los sueños que no se van a cumplir, de la idealización, de la puta mala suerte perenne que parecen arrastrar algunos tipos humanos y de la mierda de la resignación y el 'pues bendito sea Dios', que nos hace quedarnos siempre, siempre, siempre, en el mismo sitio porque, al fin y al cabo, lo otro, lo que soñamos, en realidad es nada. No existe. Y yo ahora podría hacer una construcción paralela del momento político, en el que los sueños de muchos, esos planes de acabar con todo, de destruir lo viejo y hacerlo nuevo, se van apagando, quedando en el recuerdo, sin recordar el rostro real de lo que vivimos, y, finalmente, acomodándonos a una vida de mierda, a una vida gris, a lo conocido, a lo que está ya escrito, a lo de siempre. Porque lo otro, el sueño de un país nuevo, el sueño de una sociedad distinta, ese sueño, en realidad, no puede hacerse y si lo intentas, puedes perder más que ganar en el intento. Pero eso no lo voy a decir yo, al menos aquí.
La historia es cómo está escrita. Como no he leído más no sé si es así siempre, pero el lenguaje, la forma de contar la historia de Benito Pérez Galdós aquí en Tristana, es de una mala leche, de una mala idea, que espanta. Don Lope. El principio del libro, sus primeras páginas, parece que están ambientadas en el siglo XVII, en esa España de Lazarillo y Quijote, de hidalgo de espadón, por cómo describe a la persona y la hacienda. Un personaje que todos conocemos, el listo que todo lo sabe y que nada ha hecho jamás, que lo arreglaba todo con dos patadas, de acuerdo con nadie y llevando la contraria por llevarla, con mucho honor y mucha jeta y a veces, con arranques de generosidad sin cuento, ojo, pero que al final lo mancha porque le pica. Uno de esos arranques le lleva a 'acoger' en su seno a Tristana, la hija de un amigo fallecido, a la que 'acoge' como su propia hija, pero con derecho a roce. Mientras Tristana no ve más mundo, parece que todo va bien, pero Tristana quiere vivir, es joven y tiene todo el derecho a querer ir más allá en la vida que no estar con un canco. Sale, conoce a Horacio, un pintor, de familia bien, haciéndose el bohemio. Todo va a su ritmo. Se conocen, se enamoran, se quieren tantísimo, el otro se da cuenta de que pasa algo, pero no puede hacer nada... el tal Horacio tiene que irse a cuidar a una tía suya. Se va sin tampoco parecer que le da mucha pena. Ojo, al Horacio le da miedo que la chica sea demasiado lista, demasiado hábil, demasiado independiente, demasiado como le gustaría ser a él. Él vale, pero ella ya... las bromas me las hago yo. Y se va y se cartean y se quieren a matar y se quieren tanto y es todo tan intenso, que Horacio va gustándose en su papel de ricacho de pueblo y ella sigue con las ansias en todo lo alto. Un dolor de pierna. Me duele la pierna. No pasa nada. Me sigue doliendo.
Súper, ultra, mega, macro mal rollo. La pierna de la portada del libro. Mal rollo.
Y todo va a su amor. El Horacio vuelve y sí, y se quieren, claro, pero desde el primer día es menos. Y se van acabando las cosas que decirse. Y el don Lope ahí, aguantando. Don Lope no mola nada. Y Horacio acaba donde tiene que acabar y el final de Tristana es tan lúgubre que no les diré que se muere. Es como peor. O no hay nada como morirse, pero eso... resignarse así. Igual es que no queda otra cosa. Qué pena.
Muy buen libro, la verdad. Dan ganas de más. Aunque sea devolver de nuevo esa mirada sobre un país que avanza poco porque quizás seamos así, todos, de mucho aspirar pero poco ser. Igual es eso. Igual no.

4 comentarios:

  1. En 'El conformista', de Alberto Moravia, el hombre tampoco se acaba de atrever con la muchacha que es capaz de pensar por sí misma. Le aporta una estabilidad la más vulgarota, la que compensa la complejidad que él padece haciendo las cosas que a todas las muchachas se les supone que hacen.
    Tu entrada de ayer es más 'Erec y Enide', de Chrétien de Troyes: el tipo de caballero que no entra en batalla porque padece de 'recreantise'.

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    1. yo me leí erec y enide... pero la de vázquez montalbán y casi no me acuerdo de qué iba. no sé quién es usted, pero me ha gustado su reflexión post electoral. la comparto!

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  2. Monsieur, no puede ser que haya leído usted a Vázquez Montalbán y no a Chrétien de Troyes. No tendría perdón de Baal. Tirón de orejas, Tolya.
    Parece que de momento se va a animar con Galdós. No está mal.

    Feliz tarde

    Bisous

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  3. Este lo leí en el cole y recuerdo haberlo disfrutado. Justo el otro día andaba pensando que me debía leer algo de Pérez Galdós o de Pío Baroja o darle otra vuelta a La Regenta. Por refrescar.
    Ni idea de quién ese Cretién que nos recomienda la madame. Voy a investigar.

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