El magnífico poeta belga Jans Borkelmanns bajó de su casa un martes a eso de la una y algo del mediodía. Se dirigió a la tienda de la señora Van Emmers y empujó la puerta. Entró y fue derecho al canasto de las patatas. Escogió cuatro patatas, después de descartar otras cuatro más. Oteó dónde se encontraban las cebollas, pero no las encontró. No preguntó a la señora Van Emmers, que se encontraba detrás del mostrador mirándole son la misma cara de desconfianza de todos los días, y pidió que le cobrara aquellas cuatro patatas. La señora Van Emmers le dió el precio y le dijo que le habían traído unas cebollas muy buenas, que podía llevarse dos para probarlas. Borkelmanns respondió muy rápidamente que no, que por ese día ya tenía sufienciente con las cuatro patatas. Salió de la tienda y subió a su piso. Sacó las patatas de la bolsa, las peló, las hirvió, les puso un poco de sal y un chorrete de aceite y se las comió, pensando que con un poco de cebolla no hubieran estado mal.
Mi buen amigo Ernest Marx ha presentado una novela titulada 'Capital Ulan Bator', basada en una serie de viajes realizados por Asia Central. Me han pedido que haga una reseña para el diario local, pero he declinado la oferta, ya que el libro es bastante lamentable. Marx no recoge en ningún momento la problemática que se vive en esos países en torno a la dominación de unas clases contra otras, no se preocupa por las condiciones de vida de los nativos, su aculturación, las posibles alternativas que se podrían dar para remediar las tremendas circunstancias en las que se mueven esas personas, sus derechos y la capacidad del ser humano para alcanzar la libertad total y plena en esta vida y no en una existencia futura que a todos se nos antoja irreal y vana. Marx, en definitiva, se dedica a contar sus viajes, lo bonito que es todo, lo bien que se come, lo mal que se duerme y que se enamoró dos o tres veces durante el viaje pero que no se llegó a comer un colín. Y yo para eso ni saco el boli.
'Un santo con dos pistolas', es el título del ensayo de Giuglielmo Ventittanti sobre la vida de Emérico Gismonti, presentado el pasado viernes en el Centro de Convenciones Alberigo Evani ante una multitud enfervorizada que quería terminar en aquel mismo momento con la vida tanto de Giuglielmo Ventittanti, de Emérico Gismonti también presente en la sala, y del mismísimo Alberigo Evani si se les hubiera puesto por delante. Un portavoz de aquel gentío, que se presentó con el nombre de Nero Capello, se abalanzó sobre el micrófono para comunicar que, si en ese mismo momento no aparecía una persona llamada Sebastiano Giurgi y participaba en el acto como uno más de los ponentes, en calidad de representación de aquel grupo de personas, no iba a quedar nadie con vida. Giurgi, que estaba entre los presentes, se sentó en la mesa toda vez que los ponentes cedieron, hizo una intervención o dos y cuando acabó el acto se fue con aquellos exaltados. Nadie entendió nada y quedó todo muy raro.
Petrus Acemili se dirige así al crítico literario Antonello Bello tras leer la crítica a su segunda obra llamada 'Llanto general': Seguro que te crees muy chulo y muy listo porque has escrito esa mierda de crítica. Pues me cago en toda tu generación. Payaso. Tonto. Qué te crees, qué voy a dejar de escribir por que digas en tu mierda de crítica que mi historia está muy vista, que no innovo, que me remito a copiar viejos modelos de un pasado que ya no interesa... qué te crees tú eso. Voy a seguir. De hecho, para que te enteres, payaso, estoy preparando una nueva obra sobre dos personajes que van por un país sin mucha gente, a lomos de...'.
Recogemos ahora la crónica que hace Elson Keysserlyng sobre la actuación de la Baronesa Von Trüdl el pasado jueves. 'Pocas veces este cronista habrá tenido placer tan grande para disfrutar y tan pocas luces para poder plasmar en un papel todo el torrente de sensaciones que me traspasaron en ese momento. Y ese momento, con la señora Baronesa traspasada por el rayo divino de la musa que la inspiraba. Y ese instante, con el público traspasado por la emoción sin medida que emanaban las notas que salían de aquel piano Yamaha. Y ese piano Yamaha, traspasado por los dedos singulares y precisos, armoniosos y sinceros, traspasados por una sucesión de sonidos que no vienen de aquí, de lo terreno, sino que traspasan los siglos y nos llevan a otro lugar, sin duda traspasado también por todo lo que he venido contando. Sublime Baronesa, Viva la Baronesa'.
En otro orden de cosas, el filósofo serbio Milinko Polakitovic, creo que ha dado en el clavo con su último trabajo 'Sabiéndolo'. Concretamente en uno de sus parágrafos más interesantes apunta lo siguiente: 'Yo estoy convencido de que el destino de la humanidad es el estancamiento. Llegará un día en el que un reducido grupo de personas, atentas al devenir de los acontecimientos, decidirá recluirse en un punto del globo y declarar que todo está bien de una manera bien concreta, que quizás no se llegó a dar nunca, pero que está bien en ese entorno. Y otros se harán los locos y les dejarán hacer. Y esperando que unos u otros se equivoquen y den un paso en falso, nos quedaremos como estamos. Y todo eso de la evolución, tendrá que llegar a un final. Y estaremos en un empate perpetuo que nos tendrá en una posición que ni para atrás ni para delante'. Yo creo que lo clava, aunque volviéndolo a leer...
Menuda biblioteca. No sé si prefiero el del santo o el de la baronesa. Este último me traspasa.
ResponderEliminarFeliz tarde
Bisous