En la noche, en la fría noche de Noviembre, un caballo blanco grande y hermoso galopa por la plaza de la Vila sin que nadie lo monte. En una fría noche de Noviembre, el caballo blanco grande y hermoso, que parece que camina con patines, grande y hermoso, por la plaza desierta. El caballo blanco que tiene las crines asilvestradas, el porte digno y muy de caballo grande y carnoso. Un caballo grande que entra en el Ajuntament de Santa Coloma y sube las escaleras y saluda muy señorón al de la puerta que hace como que no le conoce y sí le conoce, pero no sabe de qué. Porque el caballo grande y hermoso ya ha ido alguna vez a un Pleno del Ajuntament y se ha sentado en una silla y ha contemplado el pleno y ha menguado de tamaño para ser un caballo apto para sentarse en los bancos de prensa, o en el de alguna entidad. Póngame las comas donde quiera. Miembro del Real Club de Caballos Blancos, grandes y hermosos. Un caballo grande que entra por el pasillo y saluda al público que está en los sillones, a los guardias urbanos, a los concejales que salen a hacer sus cosas en el lavabo. Un concejal sale con la cabeza gacha hacia el lavabo. Unos cuantos concejales que son regidores y que son concejales y que están en el gobierno pero no están en el gobierno y si alguien me lo aclarase me facilitaría mucho luego la posibilidad de ciscarme en su trabajo, en su forma de vida, en su vestuario, en su manera de decir 'ostentoso', por ejemplo, que es un vocablo que no se dirá nunca en un Pleno y si lo dice alguien yo lo apuntaré aquí y lo diré. Ostentoso. En la sala de plenos los concejales de los que hemos hablado cuchichean entre sí, ha vuelto el caballo grande, qué grande y hermoso, que ha vuelto al pleno, porque hacía tiempo que no le veían. Ha ido alguna vez al pleno, pero no con la forma de caballo grande y hermoso, que era una bruja que venía del país del Muchofrío y otra bruja más joven y discreta le convirtió en caballo grande y hermoso. La joven bruja joven y discreta, tan sencilla, no será nunca como las grandes brujas que dominan el mundo. La bruja que todo lo puede y lo sabe mira a los concejales que no hablan y que intentan articular discursos. Oradores. Horadadores. Merodeadores. Oradores que declaman discursos encendidos en los que defienden una ciudad, un amor, un pueblo, unas ordenanzas fiscales. En un pleno, en ese pleno, con el caballo grande blanco y hermoso, señorón y bien puesto, que a veces alza las manos y relincha porque quisiera ser bruja de nuevo y no puede, dos concejales con alfileres en las gargantas, dicen cosas que son como rayar con un tenedor en un plato. Nadie quiere oirlos. El caballo grande, qué blanco y qué hermoso, que era bruja y se convirtió en caballo grande y hermoso que encandila de mirarlo y de guapo y artista, relincha y se revuelve. No le gustan los concejales con alfileres en las gargantas, porque su voz le recuerda que es caballo, que ya no es bruja, que es un caballo grande y hermoso, que fue condenado por otra bruja a la que no conoces, pero que tiene un pelo que da gusto tocar y peinar y peinar y tocar y peinar y tocar, lo condenó a ser un caballo grande y hermoso, que relincha y se pone sobre sus patas traseras a manetear, como si fuera una persona. Y dos sacos de arena descansan sobre la barra de un bar, en un punto lejano, mientras el mundo gira sin que dos sacos de arena lo sientan, porque la arena no puede pensar. Y en un cuarto oscuro de una oscura calle, con un frío que pela, unos señores con papel de plata en la cabeza discuten en idiomas que no se entienden. Yo tengo un idioma y un lenguaje, pero usted tiene otro idioma y otro lenguaje, y el colmo es que un tercero tiene otro código y no es nefrítico, que es otra cosa. Qué caballo grande y hermoso, que se levanta y se deja acariciar por la bruja que todo lo sabe y lo puede. Y unos jóvenes intrépidos se acercan a donde está la bruja que todo lo puede y lo sabe y no pueden acercarse mucho, ni muy de golpe porque quema y asusta, porque se han acercado mucho a donde la gran bruja de todos los poderes del universo, que se ha quedado sola, se levanta y acaricia al caballo grande y hermoso y le consuela, porque tú eras una buena bruja y entre todas las brujas malas te la han jugado y yo a tí, si tú me relinchas y me llevas, un ratito solo, nada más, yo te devolveré la apariencia de bruja. Y dos concejales con voz de aguja, con garganta llena de alfileres siguen intentando crear dentera en un espacio que a veces se curva y unos concejales y otros regidores se caen de sus asientos y uno, que está pegado a la pared, se queda con los pies en alto. Todos ellos, los que no hablan, se quitan los esparadrapos de la boca, pero ya se han olvidado de cómo se decían las cosas. El secretario es el único que narra los puntos, los desgrana, argumenta, y contesta. Los regidores que se peinan bien no escuchan al secretario y no conocen al caballo grande, ni cuando era una bruja. El caballo, qué grande y qué hermoso, se enseñorea en el centro del hemiciclo, si es que se le puede llamar hemiciclo, y hay unos cuantos que lo conocen y otros ya no se acuerdan ni de la bruja siquiera. Te conocen y no te quieren ni ver, porque cuando eras bruja no se supo que eras bruja que ya era demasiado tarde para que tú misma te dieras cuenta y otra bruja, más joven, a la que quisiste tanto, de convirtió en caballo blanco. Qué grande y qué hermoso. Y los concejales con la voz de garganta son dos, una bruja y un fornido mozo que lleva un papel escrito, cosido en la ropa, que acredita en todo momento que está allí. Y todos miran y remiran el papel y lo comprueban. Está allí, sí, pero lo vuelven a mirar. Ese papel está gastado y es nuevo. Se necesitará otro papel. Y la gran bruja que todo lo puede habla y dice y contesta y a un torpedo que se acerca a su trono sin importarle si quema mucho o no, lo convierte en pollo. Y el pollo intenta picotear aquí y allí, y sus compañeros, de tanto acercarse a ese trono candente, se han cansado. Ya no están. Y el reloj se para, porque el secretario también ha salido al lavabo. Y todo huele a pipi. Y ese fuerte olor a pipi no puede venir solo del secretario. El caballo grande y hermoso no hace pipi. Qué caballo tan señor y tan lindo. Cómo me gustaría montarlo. Pero ni soy pequeñito como un jockey, ni un prócer como Rosas. Qué gusto ver un caballo grande y blanco bien montado. Qué copa de vino. Qué sombrero español. Ese discurso recio y galante, ese decir las cosas como son, con palillo en la boca y ojos amarillos. Esa lengua blanca. Esa oreja con pelos negros. Qué caballo tan capaz y tan valiente. Y el pleno avanza y los dos de la voz de alfiler van rayando las mesas, los suelos, las cabezas. Los jóvenes intrépidos pierden la forma. Los que se peinan y huelen bien de repente y sin que nadie se lo pida, hablan de unos números que hacen relinchar al caballo grande y blanco. Entre el numeroso público, unos señores muy mayores, durante todo el pleno dicen que son los garantes de la autenticidad de la democracia, que vigilan por el buen funcionamiento del sistema, por que la voz soberana del pueblo se escuche. El caballo, qué grande y qué señorón, relincha porque cuando era bruja, recuerda haber amado al pueblo, como solo se ama a las cosas. No a las personas. Se pregunta quién ama a las personas y se contesta por riguroso orden de lista. Dos sacos de arena se miran y se aseguran que se aman. El caballo blanco relincha. Cómo bufa, qué poderío. Muy lejos, a una persona le entra algo en la cabeza. No se ha puesto bien el papel de plata. Quizás tenga algo que decir. Es una idea. El caballo blanco siente que algo pasa y quiere abandonar la sala de plenos. En la sala de plenos, al lado de la bruja de todo poder, se produce un vacío. La bruja no tiene a su lado al gran mago que creó el trono candente al que nadie puede acercarse, al que los jóvenes valientes no pueden acceder. Hay concejales que se han dormido. Unos concejales se mezclan con otros. Se hablan, se ríen, se hacen fotos. El secretario sale despedido de su asiento cuando empiezan a tratarse de las mociones. Una de ellas tiene que ver con el trabajo de teleoperador y una representación de ellos sale a la palestra, unos saharauis, salen a la palestra, unas palestras salen. Unos impuestos salen a la palestra. Una confirmación de un puesto de confianza, sale a la palestra. El caballo relincha de nuevo. Oye palabras que le asustan. La bruja que le convirtió en caballo blanco, aprendió de la bruja que es el caballo blanco a pasar la mano por el lomo, susurrar en la oreja, a lanzar contra la pared, a salir a la palestra. El secretario sale despedido y va a caer a una concentración por determinar. En un lugar escondido, unos seres escondidos, miran una pantalla escondida, no dejan que nadie se acerque. Hay una batalla por controlar el universo. En esa sala están ganando. En el cuarto oscuro del callejón oscuro se están preparando muy fuerte para ganar. El caballo blanco ha vuelto para mirar, mostrarse y relinchar. Una regidora quiere leer algo. Otra enseña un vídeo. Otra mira al caballo blanco y cree que le reconoce, que le busca con la mirada. La bruja con alfileres en la garganta mira al caballo blanco y llora. Muy lejos, en otra parte del mundo, el ratón Micky se mira las manos y descubre que lleva guantes. Se quita los guantes y cuando se mira las manos, en los guantes descubre una marca: santa coloma old school. Y acaricia con su dedo la marca de los guantes y piensa el ratón Micky que debería hacer un conjuro para construir un edificio poderoso que sirviera de ratonera gigante y se lo propondrá a la gran bruja que todo lo sabe. Y el sueño me vence y el caballo blanco, tan grande, con esas patas tan gordas, tan bufador, tiene prisa porque tiene que estar en una reunión, otro día. En realidad tiene que visitar a los dos sacos de arena y llevárselos a cuestas y dejarlos en su casa. Y antes el caballo era una bruja y ahora sólo vale para llevar sacos de arena. Y la bruja joven le dice que todo el mundo se acuerda de él. Qué grande y qué hermoso. Y la bruja que todo lo puede echa de menos al gran mago. Y los dos regidores con alfileres en la garganta, siguen buscando la manera de horadar, de escarbar. Y queda mucho tiempo y el mismo tiempo puede volver sobre sí mismo, encogerse y expandirse. Todo puede ser. Solo estamos en noviembre.
Para Esteban Serrano, por una pronta recuperación.
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