He estado estos días, aprovechando que he recordado esta historia, repasando los papeles y los libros que me hicieron leer para formar parte de la tripulación de la estación espacial y, la verdad, cómo pasa el tiempo y cómo cuando uno es joven parece capaz de todo. No entiendo una palabra de lo que dicen los libros, qué complicado todo. Y aún así, ahí estuve. Bien es cierto que mi papel no era específicamente técnico, pero oye, algo tenía que saber. Al menos apretar el botón correcto y no mandarlo todo al pedo.
El italiano me había dejado una sensación rara. Verle fuera, moviéndose, arreglando una cosa y toqueteando la otra, pero sobre todo, unido a la nave con aquel cordón y siguiendo con la vista dónde estaba la juntura del cordón con la nave y dónde con él... no sé. El hecho de que el italiano también hubiera pensado algo así... Chovanek había convivido con nosotros pocos meses. No era tanto el espacio de tiempo que habíamos pasado juntos como para empezar a pensar en cosas así. Y sin embargo, tanto él como yo, ya habíamos comenzado a sopesar que, posiblemente, una solución sería... no podíamos llegar tan lejos. Sobre todo yo. Porque con el paso de los días, aunque la actitud de Chovanek volvía a ser hosca, malcarada e incordiante en grado sumo, el grado de enconamiento con el italiano subía muchos enteros. El italiano no olvidaba el tonteo de Chovanek con la rusa y el paso de los días, pese a que el checo se mantenía como un hurón era con la rusa con quien especialmente se mostraba borde y estúpido. Toda vez que la rusa entendía algo de checo, éste se dirigía a ella en su propio idioma y ella, obligada a entenderle, le contestaba en inglés. Todos entendíamos que la rusa le enviaba a la mierda cada vez que el checo hablaba, pero no sabíamos lo que Chovanek le decía a ella. Esto ponía enfermo al italiano.
Al cabo de un mes y medio de estar en la base espacial, la relación entre el italiano y la rusa podríamos decir que era ya asumida por todos, incluso por nuestro contacto en Tierra, que advirtió que esa relación contravenía mucho el buen funcionamiento del grupo, porque lo que ahora va muy bien, mañana puede ir muy mal y se puede liar un pollo grande... pero el sueco, que casi no hablaba, y cuando abría la boca solía ir al grano explicó un día en videoconferencia al coronel del ejército francés que 'al menos ellos parecen buena gente, se quieran o se odien'. No hubo más que hablar.
Chovanek se cuidaba mucho de no perder de vista sus tareas en la base espacial. No incumplía horarios, reglamentos, tareas, todo era correcto en su maner de funcionar, al menos como cosmonauta. Como persona, la cosa iba de mal en peor.
Ya es difícil, con la gravedad y todo eso, parecer violento en el proceder. Pero él se movía de una manera en la que parecía buscar el contacto. Y fuera que todos estábamos ya un poco con la escopeta cargada o lo que fuera, no pasábamos ni una. Y un día me calenté.
Quienes me conocen ahora dicen que soy muy majo, muy paciente, que tengo un corazón muy grande. Tópicos. En aquel tiempo no era muy diferente, pero era distinto. Y saltaba con una facilidad que hoy reprimo bastante o al menos no con todo el mundo como hacía antes. Todo el mundo no era como el mundo en el que me centro hoy. O bueno. No sé. Esto no va aquí.
Un día, como digo, estaba ayudando al sueco a introducir una serie de datos para calibrar una lente cuando apareció Chovanek. Pasó por delante nuestro y al dejar nuestra estela, se elevó un poco y me dio una patada en la cara. Nada muy brusco, porque con la gravedad mucho no puedes hacer, pero me dio. Y me tocó los cojones porque sabía que había sido a posta.
'Oye, cuidadito con la patita, compañero'. Chovanek no respondió pero yo ya iba lanzado. 'Qué pasa, gilipollas, ¿es que no has visto que me has dado?'. Chovanek se giró y me dijo en alemán 'Si tienes te falta espacio deberías haberte preparado más en el curso'.
'Me cago tu puta cara, payaso'. Mira, me salió así.
Al cabo de diez minutos se me convocó en una videoconferencia con la comandancia de la nave e incluso con la participación de la Alta Comandancia del Éjército y el ministerio de Asuntos Exteriores y de Defensa, dándome el toque. Que si creaba problemas, mandaban aunque fuera un cohete para mí solo y me devolvían a la Tierra de golpe.
Y claro, una bulla así, no te deja fino.
Bueno, pero lo importante es que regresó, ¿no? O sea que no lo hizo tan mal. Consiguió que Chovanek no lo matara y encima no tocó ningún cable por ahí que lo mandara todo al garete.
ResponderEliminarFeliz tarde.
Bisous