Siempre hay alguien que tiene una idea mejor que la tuya. Te acabas acostumbrando a que haya alguien que te tome la delantera, que elabore más el concepto, que sea más... alguien que esté en posesión de algo que tú no tienes. Es algo sobre lo que no merece la pena detenerse demasiado. Siempre hay alguien que está en una posición mejor que la tuya para algo. En cualquier orden de la vida, muy dificilmente serás tú el que tenga la primera opción, la idea buena, el gusto de ser tú. Es lo que hay.
Cuando el sueco nos dijo de salir al espacio los seis como forma de hacer elgo en común que nos ayudase finalizar la misión de una manera algo más digna que el esperpento que estábamos formando en la base espacial ante los ojos de la humanidad, la verdad es que pensé 'eso se me podía haber ocurrido a mí'. Pero no lo hice, porque mi mentalidad siempre es de corto plazo, no tengo ni tenía un proyecto, no tengo ni tenía una idea global de las cosas. A tirones, siempre a tirones, a remolque, pensando en lo que puede ser mejor para dentro de cinco minutos, pero no a largo plazo. Esa idea del sueco era brillante. Los seis en el espacio, cualquier cosa puede pasar.
¿Pero qué cosa? Es sencillo. Que Chovanek sufriera una accidente en esa salida, que algo le ocurriera y que se quedase suspendido en la galaxia para siempre. Entre el italiano y yo, pensándolo de manera coordinada, podríamos hacer algo. Si acaso la rusa o la alemana quisieran colaborar, sería estupendo. El sueco, supuse que no haría nada. El sueco.
El sueco era un personaje al que, como he insistido bastantes veces a lo largo de este relato, no le había prestado atención. Soy una persona que no presta atención de manera muy poco disimulada a la gente que considera que no le va a aportar demasiado. O que ve demasiado... El sueco era una persona callada, que no tenía rasgos peculiares, que no destacaba, que no decía cosas graciosas, que no comentaba nada si le parecía extraño, que mantenía un perfil... el perfil de una persona que está haciendo lo que tiene que hacer y nada más. Apenas nada más.
El sueco era como yo me veía y sin embargo como yo no soy. Yo esperaba ser como el sueco, una persona sin conflictos, sin ganas de jaleo, sin problemas con nadie, una persona de las que no eligen para jugar al fútbol, de las que no llaman para salir de marcha, a las que no se las tiene en cuenta. Ese era el que esperaba ser yo y era el sueco. Yo no era así, aunque quisiera ser así, aunque me viera así. En realidad, no sé cómo soy. Tampoco viene ahora al caso saberlo. Lo que está claro es que no soy yo.
Por eso, que el sueco tuviera esa idea tan brillante, me cogió por sorpresa. Elegimos un día y nos dispusimos a prepararlo todo para salir al espacio. Los seis. Qué emoción. Chovanek no puso problemas. Eso me escamó. Pero pensé, porque como ya ven pienso mucho, igual él también tiene derecho a pensar lo mismo de nosotros. Es decir, que tiene derecho a buscar la manera de mandarnos a todos a cagar a la vía. A la vía lactea en este caso. Así soy, me reservo los chistes buenos para las ocasiones...
Llegó el día en el que teníamos que hacer la excursión. Contactamos con la base de Baikonur y le dijimos que durante unas horas íbamos a hacer una serie de pruebas que nos obligarían a tener desconectado el aparato y que no se preocupasen que volvíamos a estar en contacto en unas horas. Antes de que intentasen respondernos alarmados o hiciesen algo extraño, habíamos desconectado todo el sistema de comunicación.
La vida te pone a veces en situación de hacer lo que llevas mucho tiempo esperando. El momento, la oportunidad. A veces haces algo trascendente que no tenías planificado y otras veces el momento está señalado en el calendario. Nos colocamos los trajes y nos pusimos en disposición de salir. No dejaba de pensar en qué cara tendría Chovanek en ese momento. El momento en el que nos pusiéramos en fila todos para ir pasando hacia la puerta por la que iríamos yendo hacia la zona de descompresión o no sé cómo la llamaban, la compuerta digamos que estaba antes de salir al exterior, digamos.
Me tocó justo delante de Chovanek. No pude evitar girar la cabeza para mirarle. Estaba sonriendo.
No se veía nada, porque los cristales estaban tintados. Pero yo sé que estaba sonriendo. Lo notaba.
Qué bonito, los 6 en el espacio, dándose la mano, como los paracaidistas.
ResponderEliminarDejo de pasar por aquí unos días y me lo encuentro en el espacio exterior, ni más ni menos.