La foto, con los costados difuminados y el centro no, el foco en... megalomanía. El fútbol sala. El fútbol no es lo que era. El fútbol ha muerto. Todo el texto puede ser hoy un tanto contradictorio, pero yo sé por dónde voy. Ayer, comentando nosequé con E. y J., E. dijo que el fútbol sala le parece mucho más divertido que el fútbol grande. Normalmente, cuando alguien dice algo que no comparto, suelo ser bastante prudente y no polemizar (¿?), pero este tema me es especialmente doloroso. El fútbol sala, el fútbol sala moderno, o el fútbol sala digamos que jugado de manera profesional o casi profesional o al menos imitando el estilo de juego que se juega en los equipos 'federados', me parece un truño.
Me explico. En la foto me verán jugando a fútbol sala. Pocas cosas me han gustado más que jugar a fútbol. No me ha dado dios la oportunidad de jugar jamás a fútbol, pero he jugado miles de pachangas de fútbol sala. Pachangas. Desde pequeño, incluso los partidos con el colegio, eran para mí pachangas. Algo divertido. Y lo jugábamos, creo, como si jugásemos a fútbol grande. Pase largo, regate, juego en el centro del campo. Las posiciones eran las de defensa, extremo, delantero centro, centrocampista. Yo empecé jugando de pequeñito en el extremo, luego me gustó más el centro del campo. No podía jugar de defensa porque tenía mucho miedo. Jamás pude jugar de defensa aunque en los tiempos de fútbol 7 hice pareja de centrales con un compañero de la facultad que era del Sevilla. Éramos Martagón y Goiko. Qué pena. Así que jugaba de centrocampista. Centrocampista en fútbol sala, completamente fuera de sitio. Es como tocar la guitarra eléctrica en una coral. Se puede, pero no pega.
Las pachangas entre los amigos se jugaban matinalmente en el Trueta. Ahora nos podríamos echar unas risas con el 'cómo saltar (o no) la valla del Trueta', pero se lo voy a ahorrar a mis queridos lectores. Campo pequeño, manejable, Claudio Paul Caniggia, ese era yo. El pájaro. Pasador, alguna jugadita, disparo a puerta más bien flojuno, poca predisposición al choque. Me divertía tanto...
¿Qué pasó? Empezamos a montar equipos. En Santa Coloma existen mil ligas, mil equipos federados, una cantera inagotable de muchachos que juegan o han jugado o jugarán en un equipito de fin de semana después de haber pasado por La Unión, el Santa Coloma, la cantera del Industrias... etc. Mi hermano jugó en el Santa Coloma antes de pasar al Arrabal. Y ya lo que veía ahí no me gustaba.
Cuando montamos el equipo de la Peña, y después o antes el otro equipo con el que jugábamos en el Gaudí, me dí cuenta. Estaba fuera de época. Otra vez.
En esto como en otras tantas cosas, a mí me gusta todo como era antes. No como se hace de verdad, si no como lo hago yo. Ayer lo expliqué, pero hoy lo repito:
Cuando veo a alguien que controla el balón con la suela del pie y no con el empeine, me dan ganas de vomitar. Pisarla, controlarla, pasarla rápido al compañero. Rotar. Jugar de ala, de pivot, de cierre. Y vuelta a empezar. Ese esquema, ese rondo, ese pisar la pelota, pasar, pisar, pasar, pisar, pasar, chutar de vez en cuando. Me patea el hígado. Me aburro. Yo no quiero jugar así. No me gusta. Yo quiero tener el balón, ver que el delantero se desmarca y pasársela. Encarar al defensa, intentar pasarlo y chutar, No pasársela al pivot y que éste la controle y luego pegar el puncherón... Me aburro.
Me parece que se pierde la gracia del juego. Un poco de anarquía, un poco de libertad de decisión, de... igual hace mucho que no veo un partido. Hace mucho que no juego.
El fútbol sala. Jugando una de esas pachangas me jodí la rodilla. Hoy no puedo ver ni a los chavales que juegan en el antiguo Fray Luis cuando venimos del ensayo. Me duele la rodilla de verlo. No puedo ver ni a Dani Salgado en los plenos de l'Ajuntament sin que me duela la rodilla.
El fútbol grande tampoco es que ande mejor. Los partidos son más aburridos, el nivel es bajísimo. Todos quieren 'tener la pelota', los que la saben tener aburren, los que no, causan pavor. Los que juegan a entorpecer saltan, corren, pegan, saltan. En las noticias el protagonista es el preparador físico del Atlético de Madrid, está todo dicho. ¿Dónde está el fútbol?
¿Dónde está el futbolista anárquico? ¿El futbolista miedoso pero que hacía una y te morías? ¿El delantero tronco? ¿El defensa leñero? Incluso en el fútbol sala, yo recuerdo ver a Belfort, o incluso al mítico Marcelo, parecía que jugaban a otra cosa. A su aire.
Hoy todo parece robotizado. Pisa la pelota, pásala, rota, intercambia la posición, rápido, al banquillo, todos como si fueran engranajes de una máquina. Qué aburrición.
El otro día vi un partido de críos pequeñitos, fútbol grande o 7 quizás, en las Oliveras. Todavía jugaban a algo. Dentro de nada empezarán a hacer rondos y a tocar la bola y a controlar y... matarán el espíritu. He jugado dos veces las 24horas de Fútbol Sala. Las dos veces terminé los partidos expulsado, muerto de rabia por que me quedaba grandísimo todo. La sensación de inutilidad.
Veo que todo es igual. Veo chavales andando por la calle que sabes que juegan a fútbol sala solo por la forma de caminar. A ese fútbol sala.
Lo que daría por tocar un balón sin que me doliera hasta el pelo.
Otro tocho de texto para nada.
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