Es un hecho. Es un helecho. Es un contrahecho. Es un hacha. Es un conjunto de cosas que no tienen ningún tipo de interés más que matar el tiempo mientras los días pasan. Estoy bien, ando cada vez mejor, y no necesito ya ningún tipo de ayuda con las muletas ni con nada. Pero mi madre está bastante mal. Se ha quedado pegada en la pared. Hace un par de días que ya no se separa de la pared. No puede bajarse. La intenté separar y no había manera. Ella me decía que no quería separarse de ahí, el primer día sobre todo, pero creo que se asustó de verdad el segundo día y me pedía que por favor hiciera algo para apartarla de la pared.
Si tuviera que explicar qué le pasa a mi madre, no sabría por dónde comenzar. A mí me parece que se va a morir y va a tener razón mi prima Aurora. Tengo un sentimiento ambivalente. Creo que no está bien utilizado lo del sentimiento ambivalente, pero yo sé por dónde voy. Por un lado no quiero que mi madre se muera, pero por otro, no me gustaría que mi prima Aurora se equivocase. Es duro decir esto, es extraño, pero ya hace tiempo que las cosas extrañas han dejado de serlo. Desde que llegué a Villastanza de Llorera, ya nada es raro o normal. Las cosas son. Mi madre hace dos días que no come. Podría darle yo comida, pero no quiere, no la acepta. Está pegada a la pared y no quiere nada más que la despegue de ahí, pero no veo la manera. La intento despegar, la abrazo, hago fuerza, ya no tengo miedo de hacerle daño, me da igual. Lo que quiero es sacarla de ahí, pero no puedo. Fue hace dos días, por la mañana, se levantó como lo estaba haciendo esos últimos tiempos, pegándose a la pared y a la altura de un cuadro que tenemos en casa, que se lo compramos a un pintor local y que representa una especie de amanecer un tanto extraño (aunque ya no hay nada extraño). Mi madre se quedó parada en frente del cuadro, en la pared opuesta. No iba ni para atrás ni para delante.
Mi prima Aurora lleva dos días sin venir a vernos. El último día que vino, me metió un rollo tremendo sobre las horas, las franjas horarias, las horas de sol, la importancia de controlar los flujos de energía que emite el sol y cómo haber nacido en un sitio o en otro nos determina de alguna manera el carácter. Me contó, intercalada con esta reflexión que como siempre me tenía subyugado, y sin que ella misma le diera muy importante al tema, una historia muy interesante sobre la que me gustaría indagar más. Ahora mismo no puedo porque estoy muy preocupado por mi madre. Pero era una historia un tanto siniestra, rara, yo que sé. El caso es que mi prima me hablaba de una familia con nombre alemán que tenía muchas muertes en su seno y que habían vivido en Villastanza desde el siglo...
Mi madre me ha pedido que vaya a donde tenga que ir para que le cambien el nombre. Que no quiere llamarse Filomena, que si se cambia el nombre se salva. Yo no sé dónde ir, porque aquí en Villastanza no va a ser posible hacer ese trámite. He ido por la vía directa. Le he dicho que no va a poder ser un cambio administrativo, que va a tener que ser de corazón. Le he pedido que si la llamo Filomena, que no conteste. Que solo conteste si la llamo Aurora.
Así ha sido. El caso es que ha sido llamarla Aurora, despegarse de la pared y llamar mi prima Aurora a la puerta.
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