viernes, 30 de septiembre de 2016

Crónica de una boda en Vilches. La fiesta del amor.

Pienso y repienso y no acabo de entenderlo. ¿Qué hacía yo allí? Es decir ¿por qué estaba yo invitado a esa boda? Rocío es amiga, una amiga del pueblo, una chica de Vilches que cada año por las fiestas tiene su ratico para echarse unas cervezas, comentar la jugada, revisar qué ha pasado durante el año, algún concierto, canciones y discusiones varias. Recuerdo una de las más divertidas: ¿lloran los jevis? Ella siempre defendió que sí, que los jevis lloran, son súper sensibles, que los jevis se pegan unos hartones de llorar que para qué. Yo pienso que no, que un jevi, si llora, pierde la condición. Puede ser otra cosa, un emo, un lo que sea, pero un jevi no. Y ella que sí, que ella conoce a jevis que lloran. En Vilches. No diré nombres. Pero si lo leéis, sois vosotros. Con su hermana, Inma, también he discutido alguna vez. Soy de discutir. Ya que no puedo encandilar con mi maravillosa sonrisa o mi apuesto garbo, discuto. Tema toros, principalmente. Ella no se acordará.
Con estos mimbres, me llegó un wasap con una invitación de boda. La fiesta del amor. Rocío y su pareja, Emilio, se casan. Emilio es un chico de Madrid, muy buen mozo. Será una boda especial, no será como las demás, será algo distinto. La música la pondremos nosotros.
Soy como un niño de diez años. Todavía me guío por tonterías como 'la música que va a sonar'. Si sé que va a haber buena música, la píldora entra mejor. Rocío y su boda. Me imaginaba yo una boda que fuera como un vídeo de La Casa Azul, algo pop, algo muy pop, algo azucaradamente pop, una cosa pastel, de colores tenues, música de cóctel, algo... no sé, como un guateque, como el vídeo de Amo a Laura, y no porque Rocío sea así, si no porque hubiera sido la leche. Divertidísimo. Fue divertido igul, pero fue de otra manera.
Rocío me dio la invitación de la boda antes de las fiestas de agosto. Una invitación preciosa, en una cajita, con una bombilla que debía colocarse el día de la boda en un... ¿quién se dejó la bombilla en Santa Coloma? Me hizo mucha ilusión que me invitara. Que alguien se acuerde de ti, que te tenga en cuenta, que considere que quiere contar con tu careto allí en ese día que, pongamos como nos pongamos, es especial, mola.
Rocío. La Rocío es una tía especial. La rubia. Habla y habla y te ríes un rato con ella. Me la imagino nerviosa perdida antes de la boda. O no. O igual estaba nervioso todo el mundo menos ella. No lo sé. Yo me la imagino nerviosa, ahora ríe ahora... la boda.
Estilismos. No sabía qué ponerme. Tengo unos pantalones que me compré en Massimo Dutti (para tí, Gacela), hace dos millones de años. Son 'de vestir'. Son anchísimos, como dos tallas más grandes de mi talla que no sé la que es. Pensé en llevárselos a mi madre que me los arreglara. Mañana, mañana, mañana. Nunca. ¿Qué me pongo? Qué drama. Traje, no. Traje jamás. Espera. Y si le pido un traje a mi padre, me quede como me quede y... no. Se acerca la boda. Voy a ir, tengo que ir, pero no sé si ir. Tengo que ir. ¿Y qué me pongo? Decidido. Los tejanillos, la camisa de cuadritos y una chaqueta. No tengo chaqueta. Cómprate una chaqueta. Me la compro. Las mangas me vienen largas por el motivo que todos conocemos del accidente aquel que... en fin. Los brazos cortos. Sea como sea, allí me planto. Los hay que van mejor, los hay que van mejor. Las fotos de rigor ante el espejo para enviárselas a tu madre que se quede tranquila. Más fotos en la puerta del bar. Vamos en autocar.
He avisado que voy a la boda con tan poca antelación que temo que ni siquiera se haya acordado de mí. Siempre igual. Pero no, estoy previsto. Viene el Jordi y viene la Amanda. He ido a comer con la Marina y me he echado un ratillo a ver qué pasa. Va. Voy con la barba recortadeja, con colonia a tope, bien. Vamos. Me he echado las fotos. No voy mal. Incluso los zapatos me sientan bien. Vamos.
Al autocar.
Vamos. Están la Willy, el Manfred, Roberto, el Conejo y una pareja o dos que no sé cómo se llaman. Son de Vilches, pero no sé cómo se llaman. Vamos. Van de traje todos menos el Conejo y el Jordi que va... el Jordi va. Amanda va muy guapa. Bien. Me siento solo en el autocar. Se casan en un sitio lejos del pueblo, pero cerca del pueblo. Lejos porque tienes que llegar por un carril, aunque esté a nada del pueblo, pero al ir por un carril todo parece lejos. El paisaje es brutal. Muy bonito. Como ya no hace calor, vuelve a parecer más verdecito todo y... bueno. Gana mucho todo esto. Llegamos. Nos bajamos del autocar y el sitio, insisto, mola mucho. Lo tienen todo decoradito y se ve al entrar lo de las bombillas. No llevo las bombillas. Me las he dejado en Santa Coloma. Es mi anécdota. Me las dejé y me he dado cuenta de esto en el metro viniendo... mal. Viene otro autocar, desde La Carolina al parecer. Se bajan tres chicas y nos saludan a todos muy efusivamente. Viene gente de La Carolina, de Vilches, de Madrid y de... Bien. Primeras cervezas antes de que la ceremonia dé comienzo. Qué bien montado todo. Cubetas de quintos a tope. Muy bien. Hace sed. Todavía no han llegado los novios. Están llegando.
Unas cuantas filas de sillas, un atril, un chico con un portátil que va poniendo música. Empieza la ceremonia. Entra el novio y entra la Rocío luego. Va muy guapa. Luego me preguntará si era coña, pero no. El vestido es como antiguo. Claro. Muy... principios de siglo XX. Por llamarlo de alguna manera, muy así, pero es bonito y ella va muy guapa. Él, pues un traje. Va mucha gente con pajarita. Es una opción que no he contemplado, la pajarita. Y los tirantes. Ellas van todas increíbles. Mucho vestido rojo. Mola.
La compañera Manoli es la que va a casar a la pareja. Intervienen amigos del novio, que no conozco, amigas de la novia (las chicas efusivas, una de ellas), la Inma, la hermana de Rocío. Música de fondo. Tiran arroz y confeti. Estoy situado al lado de un botijo, le hago fotos al botijo a la novia, a la ceremonia, etc. Estoy con los vilcheños, al menos por ahora. Supongo que algunos de ellos pensarán que qué hago allí. O todos. No sé. La novia llora y hacen los votos y todo está bien. Es bien.
Es la hora de ir a tomar algo. La famosa copa de espera, momento que define una boda, de la que depende buena parte de su éxito. Es mentira, es por rellenar. Está todo perfecto. Gente con bandejas y una especie de puestos que van sacando fritura de pescado a troche y moche. No queremos, no queremos, pero acabamos pegado al puesto de la fritura poniéndonos tibios de cazón, boquerones fritos y chopitos. Y venga, y queso, y venga fritanga. Qué rico. Y cervecita. Y sabes que vas a inflarte antes de empezar, y por eso paras. Los novios se están haciendo fotos. Nosotros también nos hacemos fotos. Hacemos una de los vilcheños que me gusta mucho. El Conejo me habla de música, de que no ha escuchado nada de nuestro grupo, que le hagamos amigo en facebook, que ahora le gusta pescar y estar en el pantano pescando. Y me enseña fotos. Es la hora de comer.
Las mesas están dispuestas de manera que los de Vilches y nosotros nos separamos. Estamos en dos mesas. Caigo con gente muy maja. Juanje, un tío interesante que lleva pajarita y tirantes. El chico que tengo al lado es muy joven y es de Linares. Le hago la broma de que para ser de Linares habla muy bien, que se le entiende todo perfectamente. No coge la broma. Tengo la teoría de que en Linares la gente habla atropellada. Igual es que solo conozco a gente atropellada de Linares. La comida es divertida. Bebo vino blanco, vino tinto. Como, pero como siempre, las gambas me las salto y me paso a la carne. Como, bien. Hay momentos en los que se interrumpe la comida para hacer entrega de regalos. La música ya hace temer lo peor, que lo de la gran fiesta pop no va a ser tal, que el efecto rumbetero, alboranero y madrileño, gana enteros. Somos dos catalanes comme il faut escuchando Lady Madrid. El ramo, Rocío le da el ramo a su hermana a ritmo de Dancing Queen. No sé, todo está bien, todo es bonito. El postre es un tatín de manzana muy rico. ¿Hemos acabado de comer? Hemos hablado de películas, de series y de si me gustan los bebés. Vaya preguntas.
Es la hora definitiva. La hora del baile.
No somos muchos. No es una boda masiva de mucha gente, es una boda con los justos. Vamos a otro lugar a bailar. Es la hora. Antes... un grupo de Vilches, rumbero, interpreta algunas canciones. Canciones de moda y canciones como... intemporales. ¿Te gustan?
Pues ya está. Parece que han acabado. El chico del portátil está ya situado en el lugar para poner la música. Ahora me acuerdo. Rocío me dijo que iba a traer a un chico que pondría música. Y pone música. No estoy en el mundo. Desconecto. He ido a fiestas del pueblo, a fiestas, a bailes, a bodas... y llega un momento en el que me voy. Desconecto. La música, la fiesta, no va conmigo. Me voy. Veo a la gente bailar, voy bebiendo, pienso en mis cosas. La música suena, la gente hace grupos y baila, ríe, bebe... y yo me voy quedando en mi parra. El soso que no baila, que conoce a poca gente y que está allí.
Van pasando las horas. Vente a bailar. Vente a... no. De repente he perdido a los vilcheños. No sé a qué hora, pero han desaparecido. Seguimos hasta el final. Las chicas aquí. Suenan otra vez todas las canciones de las fiestas, todos los éxitos. Pero hoy no estoy yo de humor. Ya está. Ya estoy mrando el movil, mirando a ver, perdiendo el tiempo. No interactúo. Los madrileños, todos de traje negro y camisa blanca, bailan desaforadamente. Es como el programa Furor aquel. Hay un chico de Madrid que yo creo que es francés y muy al final me dicen que es de Madrid. Hay máquinas de bailar. De cantar. De vivir la boda. Bailan, pero con un estilo como de haber bailado eso toda la vida. De haber estado en bodas desde... siempre. Yo no hago nada. Pero nada de nada. Ni cuando suena el piki piki, o el taxi. Ahí parado. Hablo con el Jordi, le doy pa brasa, o lo aburro, y con Amanda un poco. Ya está. El chico del portátil no solo baila sino que también... perdón, no solo pone la música, también anima y baila. Lo que me faltaba.
A las cinco se decide la retirada total. Me despido de Rocío, le digo que muchas gracias por invitarme, que ha sido genial. Ella me dice que ha sido muy bonito que viniera. Joder. Somos los últimos. Volvemos en el coche de la Bea, que después de mil años viéndola en Vilches, me entero de que se llama Bea. Y son las seis casi, y me tengo que levantar a las ocho y media.
Y bueno. Esto es. Una boda. La fiesta del amor.
El amor. Está bien.

1 comentario:

  1. Haga caso a su amiga. Que sí, que sí, los heavies son unos blandos, unos llorones.
    Parece mentira, que el evento de la celebración del amor, sea un horror. ¿No me diga que no es misterioso?

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