domingo, 27 de noviembre de 2016

Ni un paso atrás. Las Sardinas de Cocoteva en La Colmena


Cuando todo se derrumba a tu alrededor… pues es mejor no pensar demasiado en las consecuencias, ni en la crítica, ni en el sentido estricto de las cosas, ni en el significado, ni en si vas demasiado rápido, si hay gente que se queda por el camino. Se está cayendo todo a nuestro alrededor y no sé si merece la pena conservar lo que hay. Creo que a la Compañía Cocoteva le importa un pimiento si lo que queda del arte, del teatro, del gag, del diálogo, del argumento, de la música de fondo, de la cuarta pared, del método, del público, es susceptible de ser respetado. No. De ninguna manera.
Yo he visto, justo al abandonar la sala del teatre La Colmena en la que era la última representación de Sardinas a cargo de la Compañía Cocoteva comandada por el entusiasta Xavi Villena después de dos semanas llenando y dándose un baño de masas casi sin parangón en la escena colomense, a una señora colomense también y al mismo tiempo, sujetarse al quicio de la puerta de salida porque estaba desnortada absolutamente. Porque, como ya sucedió en la anterior representación de la obra en el ya lejano mes de abril, Sardinas no va de sentarse y pretender… Sardinas es otra cosa. Cuando todo se derrumba a tu alrededor y no hay nada cierto en lo que creer, quizás sea el momento de destruir el teatro, el arte, la comprensión del público. Un señor o una señora. Una señora o un señor, salen al escenario y dialogan, pasan algunas cosas como consecuencia de lo que hablan, uno muere, otro llora, aquel se va a la guerra de los Cien años… se besan al final, se dicen unos a otros que se quieren, se descubre que la asesina es tu prima Aurora y el autobús parte con tu corazón dentro. Claro. Eso era antes. Eso pasaba antes, cuando todo era sencillo. Cuando todo estaba todavía de pie.
Escucho voces. Escuchaba voces que me decían que en esta ocasión, la Cocoteva había crecido con la obra. Pongamos un símil. Yo he ido a Pamplona. Voy a volver a Pamplona y antes de ir conozco a alguien que ha ido a Pamplona también y a mi recuerdo pamplonés, le añade una perspectiva distinta. Ya no iré a Pamplona esperando lo mismo. Pues eso. Me decían que Sardinas, esta vez, tenía otro aire, un aire con el que no parabas de reír. Yo creo que es el aire de la seguridad en la propuesta. Que, realmente, lo que se está haciendo es lo correcto. Que no hay dudas. Que no importa ir a degüello con el texto, con la improvisación, con lo que vaya saliendo, con lo que el público pueda… esto ya creo haberlo apuntado en la crítica de hace unos meses.
El público lo sabe. Y Cocoteva lo sabes. Y si no lo sabías y has entrado porque has visto gente en la cola, te lo has encontrado y habrás salido del teatro pensando en ir a correr al río, en cambiar la cisterna, en limpiar el horno, en limpiar las aceras, en hacer, hacer, hacer. La Compañía Cocoteva es un valor para la escena colomense. Voy a ser extremadamente baboso ahora. Hacer un poco de sitio.
Digo lo siguiente. El Hita tiene una vis cómica que espanta, la Meneses y la Robles son dos piezas de cuidado, la Andrea parece de goma y no es de goma que es real, la Aparicio está graciosa aunque se le vea la peluca abajo, el chico de la barba tiene siempre un par de frases geniales aunque deambule por la escena a veces sin que uno sepa bien bien si ni siquiera pertenece a la misma compañía que el resto, el Hugo es como de mentira, como que no te lo crees que luego ese muchacho pueda ser de otra manera que así, (a que sí), el Oscar deberá cuidarse en un futuro, porque puede infartar en cualquier momento, la Tania idem… y los tres de detrás, los tres bichos malos de detrás, manteniendo la calma, el tipo, el Toni, la Ponxi y la Eli, los tres allí, tan panchos mientras todo se derrumba a nuestro alrededor, tranquilamente… creo que ya he enjabonado lo suficiente a todo el mundo.
¿Qué es el teatro? Hay quien va al teatro a emocionarse, a sentir cosas, a que le transmitan una sensación, a que se denuncie una situación, a que le vendan un camión. El teatro como espacio en el que incidir. O en el que aplaudir. O una herramienta para confundir. Para provocar. Para que busquemos un punto de apoyo porque no podemos más con la vida. Con las canciones, con los errores, con las entradas y salidas, con las galletas gigantes que no sabes a qué vienen, con los dos osos que sigues sin saber a qué vienen, con un ladrón, dos ladrones, tres ladrones, las Sardinas… ¿a que sí?
Una obra que se ensaya, los actores hacen, el director propone, todo el mundo está loco, la obra avanza, o no, o sí, o qué más da, salen unas monjas, no salgas por la puerta, salta por la ventana, baja el telón abre el telón, se representa la obra, a toda velocidad, sin orden, pero con orden. Porque lo vemos detrás. Detrás está todo el mundo tranquilo. Porque son actores, porque todo es mentira.
Porque cuando todo se derrumba a nuestro alrededor, juguemos a empujar hacia delante, a asomar a la gente al precipicio. Todo puede caerse, en cualquier momento. Pero nos quedan las Sardinas. Sean las sardinas lo que sean.
El día 18 de diciembre, vuelven con el Cómeme el coco. Ni un paso atrás, ni para tomar impulso.

4 comentarios:

  1. Guantes zarrios = pingajo, harapo. Guantes de lana made in China, con bolas, sucios, no dignos de una mudanza internacional.
    Fresquete... Mientras tecleo este mensaje no siento los dedos.

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  2. Ay Tolya, cuánto actualiza y todo gira.
    Nada de destruir el teatro, ni el arte, que es lo mismo.

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