Si hiciéramos una encuesta a nivel mundial sobre cuál es el lugar más bonito del mundo, no tengo miedo a equivocarme si digo que muy poca gente contestaría: la calle Pompeu Fabra. Muy posiblemente, ni siquiera los propios habitantes de la calle Pompeu Fabra la tengan como el rincón más bello del planeta. Y sin embargo, seguro que alguien en algún lugar, incluso en la misma calle Pompeu Fabra, quiera a la calle Pompeu Fabra más que a nada en el mundo.
No es una presentación muy allá, pero de alguna manera hay que empezar. Recordemos a la calle Pompeu Fabra como fue, antes de que las visibles obras que han convertido a la calle (aunque sea de manera provisional) en un remedo de la Palestina ocupada con sus vallas amarillas, sus planchas de plástico amarillas, sus grúas, etc., la transformen en otra cosa semipeatonal, peatonal o ni para ti ni para mí, pero seguro que mejor. Gaza y Cisjordania.
La calle Pompeu Fabra. Comenzaremos un paseo por esta calle entrando desde el Passeig Salzereda subiendo en dirección a la Avinguda Generalitat. Efectivamente, esta calle atraviesa tres arterias fundamentales de nuestra ciudad, las dos citadas y la Avinguda Santa Coloma, lo que no es tampoco algo muy especial ya que comparte este honor con dos calles si no cuatro calles más. Nos vamos por las ramas. Este primer tramo de la Calle Pompeu Fabra, ahora en obras más que necesarias, alberga muy pocas cosas. No tiene comercios, no tiene níngún bar en funcionamiento, hay algún taller... nos saluda la empresa de instalaciones Valenzuela y de ahí en adelante, prácticamente nada. Garajes, portales, casitas bajas y recuerdos. Recuerdos de una calle donde vivían unos amigos de mis padres del pueblo, los Liébanas, que se volvieron a Jaén hace dos mil años, a bordo de un 850 en el que entraban cuatro ocupantes y los enseres de una vida, violines sonando, snif. Cenas con los amigos, fotos en blanco y negro con un montón de niños con el mismo flequillo y pantalones con pinta de picar, finales de los setenta. Eso era la calle Pompeu Fabra, que entonces posiblemente se llamara todavía calle García Morato. García Morato, aviador de los nacionales, creador de la Patrulla Azul, que tenía como divisa lo de 'vista, suerte y al toro'. Murió en el 39 en una exhibición. Y nos comimos su nombre en una calle. También en ese tramo de la calle vivía la Mari Carmen, una niña del colegio. Su madre, la Cary, muy maja, sigue saludándome siempre siempre que me ve. Aquí he venido más adelante a barbacoas, partidas de Trivial, a pleno sol, aquí vive la Tere Franco pero no sé dónde. Pero siempre recuerdo este tramo de la calle, como si fuera de noche, oscura. Con sus aceras estrechas. Creo que nunca he ido por la acera durante todo el tramo de esta calle, acabo saliendo a la carretera porque el trayecto se hace insostenible. Postes de la luz, estrechez, etc. Hay, si miramos hacia arriba en uno de los terrados, una bandera del Cádiz, que qué hará ahí una bandera del Cádiz. El abandonado Bar Asturias, la abandonada guardería Plou i fa Sol. Creo que ahí hubo una entidad de carácter evangélico, no sé si está aún. Crucemos ya la calle San Joaquín, que sí que es la calle más bonita del mundo sin lugar a dudas, y pasemos al siguiente tramo.Como ya hablé de la San Joaquín otra vez, no sé si es necesario hablar de nuevo de las lámparas de lava del Desitjos y de las noches mirando las lámparas de lava del Desitjos, los neumáticos Cano, el Pitote ahora llamado Tetris y del otro chaflán en el que no hay nada más y nada menos que viviendas. Si eso, me dicen.
¿Cerró el taller aquel? ¿El del señor mayor? ¿Por qué no me he fijado en eso? Sé que su hijo, muy alto, todavía anda con su mono azul y largas varas de hierro, pero no caigo si sigue abierto o no. A su lado un concesionario de motos. Más talleres en este tramo de la calle. De reparación, de cristales, de la Bosch. Hay una casita bajita, justo al entrar, que lleva en venta ni se sabe. Debe tener truco. Sigamos hacia delante. Ahí estuvo la sede del Calaf, emblemático equipo de fútbol de la ciudad, que ahora no sé si al haberse unido con el Raval tiene su sede en Singuerlín, por estas cosas de la deslocalización del fútbol amateur. Ahí ahora hay viviendas en las que vive nuestro querido amigo Peter Kane y una especie de centro de algo que no sé definir, que se llama Estel nosequé y que es de esos negocios o entidades que pasas por su puerta mil veces y jamás sabrás qué hacen ahí dentro. Cosas. De familia. No sé. En frente justo, el Airiños.
Emporio de la cocina colomense, regentado por el Jose, con la Raquel, su hermana, una de la camareras más simpáticas del mundo (según encuestas), es un local sencillo, donde se come bien y se está de narices. De menú estupendo, ambiente de barrio, currelas, las dependientas de la droguería grande de uniforme, partidas de cartas, fútbol cuando toca. Lo que no he visto nunca han sido las actividades que harán en el salón de actividades. Pero es que al no ser gallego, no me toca.
A su lado, la tienda de las sábanas, mantas, toallas, etc. Una tienda grande a la que no he llegado a entrar jamás. Tengo una anécdota que no sé si me atrevo a contar sobre esta tienda. Como quiera que estoy en una fase metepatas y la autoestima por los suelos, mejor me callo. A su lado, un establecimiento dedicado a la belleza. Lo que dice mucho del afán de superación de una ciudad siempre decidida a estar guapa. En ese mismo recinto, puso el huevo el Foto Report Martínez antes de pasar a la Rambla Sant Sebastián. Como estoy escribiendo de memoria, creo que no me estoy dejando nada más. Es este tramo de la calle también de acera estrecha, caminar dificultoso, resbaladizo cuando llueve, pero no sé, tiene su qué. Y no tiene más porque se acaba y entramos en la avenida Santa Coloma. Con cuatro chaflanes, con vivienda, droguería cuyo nombre no recuerdo, frutería, y el escaparate de una agencia inmobiliaria que si no recuerdo mal, ocupa el espacio donde se ubicó el glorioso Da-Ca, al que no llegué a ir nunca.
El siguiente tramo de la Calle Pompeu Fabra es sensiblemente diferente. Para empezar, la acera parece otra. Es que es otra. Aquí encontramos en la acera derecha una peluquería pakistaní de los cinco euros que sustituye a una pescadería. No sé si sabré enumerar todos todos todos los establecimientos de esta acera atiborrada de comercios que cierran o abren y están abiertos y no sabes si están cerrados. Hay una tienda de empanadas, antes hubo un frankfurt, creo que hubo una tienda de cosas espirituales y tal, que no sé si sigue abierta, una mercería que sí que sigue abierta porque la lleva la madre de la Anna Pol y la veo mucho por ahí y siempre pienso, mira, la madre de la Anna Pol. Y la tienda de galletas con pintaza, que creo que lleva el Toni, un fan de la banda, más majo que todo. Y si seguimos para arriba en esta acera no podemos dejar de citar los gloriosos Botijo y Taurus, lugares en los que se celebraban comuniones, bautizos, eventos, etc. ¿Cuánto hace que cerraron? Solo con las historias que pasaron ahí dentro se pueden publicar varios libros. Yo tengo una y la voy a contar. El bautizo de una vecina. Celos de niño pequeño. Me pasé el bautizo llorando, un barraquerón de la ostia. La única foto que tengo y salgo llorando pero en plan... Gaza y Cisjordania. Boda en el Botijo, no sé, un clásico. Comunión, coches en la puerta, gente trajeada, guitarras... el copón. Qué tiempos.
Por la otra acera, el Rincón Ibérico. Un bar que se ha quedado a medio camino. Ahí, en ese lugar, tuvo su primera sede la muy gloriosa y muy inmortal Peña Centenario del Athletic Club, sí señor. Ahí, en ese lugar. Los primeros partidos. Ahí, ahí mismo. Ahí recibimos la clase magistral del señor aquel que se nos marcó unos pasos de flamenco y dijo, 'si sabes bailar flamenco, lo demás es sensillo'. Ahí recibíamos la visita del 'encargado', un chaval que venía todos los días con su metro, su... joder. No me acuerdo de cómo se llamaba. Ahí, en ese bar, tuvo su sede también la Peña Gol 3000, pero eso no es de especial interés, digo yo.
Más arriba (parece que no tiene nada la calle, verdad), una tienda de máquinas de escribir que se mantiene abierta de manera heroica. Pero heroica de verdad. Y más arriba un taller. Y más arriba... por ahí estaba el Ovni, los recreativos. Joder, tengo que abreviar, porque esto está siendo larguísimo. El Ovni, cuántos mediosdías. Te paso la partida. Te encuentro las vidas. Te la cuelo. Tienes cinco duros. Qué malo he sido siempre jugando a los marcianitos. Qué malo con las máquinas. Qué espanto.
El Boni. Tienda de trajes, de ropa buena y ropa cara, ojo. La de veces que he entrado en las rebajas buscando algún polo guapo en rebajas. Pues ni en rebajas. Pero en todas las rebajas entro. Y sin frutos positivos, jamás.
Más arriba el Romanoff, todavía a la gente le tienes decir... sí, hombre, donde el Romanoff. Ahí tiene la sede ahora lo de Nous Catalans, antes también la Peña Johann, antes un centro Cívico, antes el Romanoff, ahí también la pelu de la Melissa, y la sede del Mirall. ¿Han ido alguna vez a una sede de un diario local? Llamen a la puerta del Mirall.
Un garaje y locales cerrados. Ni el Daitor está abierto, ni... la tienda de enfrente. La cuchillería, tienda de infinitas cosas, adminículos, llaveros, cosas, cosas, cosas, cosas, cosas, cosas... pues está cerrada. Qué cosa. Esa tienda, tan grande, tan así. Cerrada. Pero es que más arriba y ya hemos cruzado la calle, está el Marzo, también cerrado. cosas, cosas, regalos, ollas, planchas, cuchillos, cubertería, estatuas, cacharretes, abridores, llaveros, regalos, regalos, regalos, regalos, regalos, regalos, regalos, regalos, regalos, cosas. Cerrado. Qué cosa. Hemos cruzado y pasamos a una calle peatonal. Peatonal del todo. Es como si se abriera otro mundo. Como si llegásemos a otro barrio. Es posible que sea otro barrio, otro mundo, diferente.
En un chaflán, la Laura. Establecimiento de perfumes que ejerce sobre mí el mismo efecto que el de las bibliotecas. Entro y me quedo en estado de calma y paz maravillosa. Sin ganas de irme. Mirando champús, marcas raras, marcas antiguas, ofertas y dos por uno. Debe ser el olor que me deja aturdido. Enfrente, una caja cerrada. La crisis. Y un reloj del que no te puedes fiar.
Tres tiendas. He pasado hace poco y he hecho el propósito de memorizar. Bugatti de ropa, zapatería Pony, la Pelu. No entré jamás a ninguna de ellas. Si que he entrado bastante a Chesco y Lola. Ropa de muchacha. Tiene cosas muy bonitas, porque me gusta Washington DC porque tú vives en Washington DC y supongo que ya no entraré más a Chesco y Lola. Y hay una dependienta joven con el pelo teñido de gris.
El Palma, la autoescuela a la que hemos ido todos los colegas, a la que fue mi padre. El Palma, con las cosas del Palma, del Muñiz. El freno de mano, los tests. El Palma. Aparcar delante del Palma. Cuatro veces a la práctica, dos a la teórica. Qué sangría económica la autoescuela. Qué torpe.
Y vamos llegando al final. El paseo por este tramo de la calle es más ligero, otra tienda de ropa Paserella que tampoco he tenido el gusto, una tienda de queviures Aguera que parece anclada en los años 50, con unos gatitos más bonitos que todo en la puerta, un centro dental que ni fú ni fa, y llegamos a la Guinart por si alguna vez tienes visita y tienes que comprar algún mantel fino para que la impresión sea buena y no solo de 'uf, es de ikea'. Y llegamos ya al final del todo con el Donate de la mochilas, mochilas, mochilas, mochilas, mochilas, mochilas.
En la otra acera, la larga pared sin nada del Bingo. Porque el Bingo está ahí.
No sé. Es una calle curiosa. Pompeu Fabra, centro comercial. Con muchas persianas bajadas. Con muchos negocios históricos que cerraron y que se han quedado en la memoria de los colomenses. El Botijo, el Taurus, El Romanoff, el Ovni, la Gol 3000, el Marzo... y ya no están.
Le queda poco a esa calle para ser lo que es. Será mejor. A vueltas, como siempre, con el diálogo y las propuestas y la participación y de lo hablado a lo proyectado y a lo hecho. Pero es otro cantar.
Una calle que como pasa con muchas de nuestras calles, encierra muchas calles dentro.
No sé cómo acabar.
No he dicho nada del Casa Pepe, aunque se vea el logo del pulpo en la calle. En fin.
Fé de Erratas: la resistencia heroica y bla bla bla de la tienda de máquinas de escribir... pues no. No sé qué miro yo cuando miro, pero ya hay una tienda de móviles y cosas de móviles y un poco más abajo una tienda de dietética. Cómo no van a pasar más cosas. Me hubiera dejado matar porque la tienda de máquinas de escribir estaba abierta todavía. La primera Olivetti me la compraron allí.
Catálogo de omisiones: no he dicho nada del Congreso. No sé si es mejor o peor.
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