Al hilo de un reciente artículo de Ossip Mandelsson en la revista ?, reproducimos el caso que nos ha consignado el profesor de la universidad de Sansito Pequeño, el doctor Horacio Deboniz, que supone uno de los escasos escritos que existen en el corpus sobre la Mirada Ovoide allá en la tierra hermana de América Latina.
'Somos muchos los que desde este humilde rincón del Cono Sur intentamos estar al tanto de lo que se está moviendo en el mundo, sin querer por eso perder ni un ápice de acento local. La pretensión de alcanzar lo moderno, lo contemporáneo, directamente lo anglosajón, nos escuece porque pareciera que nos obliga a perder nuestro propio sentido. Y así nos apena perdernos algunos de los debates que se producen en el otro hemisferio, y concretamente la polémica sobre la teoría del profesor Almayr llamada Mirada Ovoide, sobre el que quisiera referirme a través de este relato acaecido sobre mi propia persona hace unos pocos meses.
Vivo en un edificio de la ciudad propia de Sansito, en solitario en mi pequeño departamento, en un edificio como digo ocupado por otros profesores y trabajadores de la universidad. Acostumbro a parar a tomar un pequeño trago después de las clases y el duro trabajo investigador en el área de Microcirugía Ocular y allá departo amigablemente con parroquianos de distinta procedencia. Uno de ellos, el señor Aristizabalaga, abogado de profesión, me comentó lo siguiente. En la ciudad de Arabia del Sur un pariente suyo del señor Aristizabalaga, el licenciado Heriberto Herrera Santofagasta se dedicó durante muchos al ejercicio de la medicina familiar y en una de sus jornadas de trabajo le comunicaron que en una aldea remota, llamada Gumbayá se había dado un caso extraño. Un caso maravilloso que tenía asombrados a los habitantes tanto de Gumbayá como de la comarca entera y que había llegado a la ciudad de Arabia del Sur en tanto que el resto de sabios del contorno no habían sabido arreglar el problema ni la situación. Al parecer, el arrendatario de unas tierras de Gumbayá, llamado Veneciano María Guamán Karsik, había comenzado a tener problemas de visión por causas desconocidas. Esos problemas de visión no tenían tanto que ver con pérdida de visión, prematura ceguera, o patología semejante sino que su caso tenía relación con una supuesta capacidad del sujeto Veneciano María de hacer cosas con la visión. 'Señores, decía llorando desconsolado con un acento paisano que enternecía a los presentes, señores, la fuerza de mi mirada no pensé yo que fuera así como un ejército capaz de inclinar a los más fuertes, ni tan solo de doblar una vara de fierro, ni siquiera de mover un clavito de posición. Y sin embargo, el clavito lo moví, la vara de fierro se movió y me espanta ser capaz de derribar un gobierno si lo miro fijamente.'. Así que le tumbaron en el suelo, le examinaron, le miraron el ojo, pero la fuerza supuesta de su mirada seguía actuando, haciendo volar el techo de su morada, destrozando mobiliario y domicilios de los alrededores, siendo capaz de causar diversos daños de consideración en lugares para los que se hubiera necesitado maquinaria precisa para hacer el mal.
Sea como sea, Veneciano María no encontraba solución a su problema si es que de un problema se trataba. A Veneciano María le tenían ya por un elemento de riesgo para la paz social en la comarca cuando alguien tuvo la idea de recurrir a los chamanes de la indiada local. Y ahí que llegó un José Huaman Paraní que con su paciencia y ritmo diferente pasó varias horas junto al presunto enfermo. En un momento, Huaman Paraní sacó de una bolsita un parche y se lo colocó sobre el ojo a Veneciano María. 'Ojo de cuero', dicen que dijo Huaman Paraní, se rió y salió de donde tenían encerrado a Veneciano María. Cuando Heriberto Herrera Antofagasta llegó a ver a Veneciano María, vió el parche y sin mucha deliberación decidió 'dejar el ojo de cuero puesto donde se encuentra'. Y con el ojo de cuero se quedó. Y ojo de cuero es.'
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