Como su fuera una road movie. Pero en las road movies se paran y hacen cosas. En este viaje no paramos ni a echar gasolina. No hay parada. Deprisa. Esto no es ninguna road movie. Salimos a las nueve, o a las nueve y media. Vale, algún día salimos a las diez. Subimos por el Camino Real, a veinte, a treinta, despacito, porque si te embalas están los baches esos que están elevados para que no corras en los pasos de peatones que te los tragas siempre. Mi hermano se ha dado cuenta de que no suelo respetar los pasos de peatones. Yo me había fijado. Doblamos a la derecha en el cruce y enfilamos hacia la calle… pues no sé cómo se llama la calle. La calle del Pichi, la calle de Ginés, la calle del DiA, la calle de la tienda de la Catalina, la calle de las flores, la calle de la antigua cooperativa. Esa calle. Lo último que ves antes de salir del pueblo es el Tanatorio. En esa misma calle. Exagero un poco, claro. Está la casilla esa que no sabemos si es una casilla o es una casa de verdad donde vive gente. Pero ya está. Primeras curvas, la cuesta del valle, asfalto rugoso. Es una carretera que va desde Vilches hasta el primer cruce. Cuesta del valle, curveando, la radio suena, casi siempre hay un debate en la Ser. Algunas veces, cansado de escuchar a tanta gente de bien, me pongo Radio 3, aunque ya hace mil años que no ponen nada en Radio 3. Qué mentira tan gorda, el otro día escuché una canción muy guapa de Dan Auerbach. Sigo. De día el viaje es plácido por esta carretera, no hay muchas curvas y la rugosidad del asfalto da impresión. Una impresión buena. Tras una pequeña elevación del terreno, pasando por la finca esa que creo que es de la Marquesa, vamos bajando. Hay una posibilidad de aventura, que es ir por el puente de Chocolate. No sé si aquella vez fuimos por el puente de Chocolate. No creo. La última vez que fui por allí fue cuando me dejé las luces encendidas y montamos el chocho de las pinzas y no podíamos abrir ni el capó y… medio pueblo movilizado por el puto coche. El coche. Pocas cosas me pasan con el coche. Qué cabeza, qué falta de destreza. Qué desastre. En mis manos todo, y qué desastre.
Enlazamos en el cruce con la carretera que va a Linares y Arquillos. Vamos para Linares, una vez que pasas Vadollano y su curveo, entras en zona de llaneo. Puedes ir más o menos a buena velocidad si no pillas a un pillao con liria de esos que no corren. Que no hay que correr, pero tampoco hay que conducir como si… es que llevo prisa. Y se conduce bien. Me gusta esa carretera. Incluso me gusta la circunvalación de Linares. El tiempo que se ahorra sin tener que atravesar Linares. Hay tres o cuatro salidas. Si pillas a uno que va muy despacio, es que sale en Linares algo. Hay un momento en el que se ve al fondo Jabalquinto. Andar, andar y Jabalquinto a la par. Mi madre puede repetir esta frase mil veces. Andar, andar y Jabalquinto a la par. Jabalquinto, se ve arriba de un cerro. Jabal, del árabe yebel. Así de listo soy. Ella dice lo de jabalquinto a la par y yo digo lo del yebel. En cada viaje. Al cabo de un rato, cogemos ya la mini autovía que lleva a Bailén. Son siete kilómetros que ni te enteras. Llegas a la puta rotonda y su puta madre de la puta rotonda. Y enlazas con la autovía de Granada. Que es la autovía de Málaga. Que es la autovía de Cádiz. Y que es la autovía que lleva a Jaén.
Las montañas al fondo. A medida que vas acercándote a Jaén, las montañas esas tan grandes… si está lloviendo como estos días, si hay nubes, el contraste de las montañas y las nubes es bestial. Saldrían unas fotos tan chulas si uno supiera hacer fotos conduciendo… si le dijera a mi hermano de hacer fotos… pero no tenemos ni una foto. Vamos avanzando y vemos la salida de Jabalquinto, y la cuesta grande de Jabalquinto, y la gasolinera de Jabalquinto. Andar, andar y Jabalquinto a la par. Y, después de un mes de viaje… un mes ya.
Después de un mes de viaje creo que Mengíbar está a mitad de camino entre Bailén y Jaén. Y parece que estás llegando a Mengíbar, y ves Mengíbar, y al cabo de un rato creo que vuelves a ver Mengíbar o bien es otra salida de Mengíbar. Y hay un momento tremendo, que ya he contado otra vez, en el que se ve, al subir una pequeña cuesta y enfilar la cuesta abajo un paisaje que no puede ser más bonito de unas lomas amarillas y verdes y marrones y amarillas otra vez, que las debería haber pintado mi padre, o quizás ya las ha pintado. Qué bonito paisaje, caramba. Todas las veces que bajes. Pero al lado hay una fábrica. Justo. Un algo. Que rompe el tema. Y pasas por debajo de un puente y parece que en vez de farolas hay cruces. Y empiezan los badenes y el coche empieza el sube y baja. Y recuerdo que el primer viaje, hace un mes. Iba hablando con Marina, pero me daba cuenta de que no había badenes. Ni me di cuenta. Luego ya me he dado cuenta de que sí, que no los han quitado. Y cuentas los kilómetros. Ahora 25. Ahora ya 12. Y está la señal de salida a Las Infantas y Villargordo.
Y ya aparece Jaén al fondo. Como arrinconado contra una montaña que no es tan alta como las montañas que tiene al fondo. Y esas nubes cuando hay nubes. O el cielo muy azul cuando hace sol. Cuando hace sol, cuando hace calor, estamos en mayo pero ya te asas. Cuando hace frío, caramba, hace frío. Nunca he visto llover tanto por aquí. Nunca he estado tanto tiempo por aquí.
El primer día me equivoqué de hospital y me fui al de arriba. Ahora ya sé entrar, sé hacer la rotonda, miro siempre las vías del tranvía que no circula, hago la curvica que hay debajo de la señal de la Shell. Mi madre cuenta siempre que allí hizo la mili mi tito Bibiano, pero no sabe decir dónde. Hay una salida, luego hay otra salida y ya entras en la avenida de Madrid, o carretera de Madrid. Y se me llena la boca de Madrid cuando digo Madrid. Y entras y te crees que en Jaén no hay ni un coche y en la segunda rotonda hay caravana. Y ves el wok, y el concesionario de la Mercedes que se anuncia en la radio y que queríamos matar al del anuncio y resulta que es que no… qué torpes. Gemma Nierga. Insoportable. 180 grados. No sé qué es peor. La segunda rotonda. Siempre hay coches. No sé qué chirimbolo hay en la segunda rotonda. Haces la segunda rotonda, está el Teppanyaki delante. Pienso siempre en que un día tendría que venir a comer al Teppanyaki. Hemos ido al wok dos veces, nunca más. Hemos ido a todos los chinos de al lado. Me he comprado una mochila azul en el chino primero para el ordenador. Jubilaré la Munich. Le he puesto una chapita de Un país en Comú. La tienda de ropajes. La otra tienda de los chinos buscando un lapicico para el móvil para mi madre. Un mes pensando. El castillo al fondo. No he ido al castillo, ni a la catedral. En un mes. Un mes pensando en ir. Un mes pensando.
Llegas, entras. Haces la paradiña en la entrada por si acaso. Nada. Nunca. Sigues, buscas, convencido de que vas a encontrar. Y encuentras. Aparcas. Con aquella gracia para aparcar. Compruebas que has dejado el coche cerrado. O no.
Un mes. A 120. Sin forzar.
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