jueves, 31 de agosto de 2017
Si lloviera
¿Lloverá mañana? El hecho incuestionable es que ya ha llovido. De nuevo llega el final de agosto y como si el responsable, el hacedor, el que domina las claves del juego, decide advertirnos que todo se ha acabado, echando agua sobre nuestros calores. Todos los años, como un reloj, martilleante, sin piedad, aparece la lluvia los días previos a la Festa Major para recordarnos que todo es efímero, que todo tiene su fin y que de manera cierta todo se acaba cuando parece que comienza.
El mes de septiembre es el mes de los comienzos, de cuando íbamos al cole y volvíamos a ser personas de provecho. Ahora, con las nuevas leyes y los nuevos hábitos que nos hacen más libres y menos encorsetadas nuestras costumbres, los trabajadores ya no vemos septiembre como ese mes fatal, aunque el recuerdo fatal siempre queda y septiembre nunca será un mes alegre. Nunca.
Está negro ahora ahí fuera. Suenan los truenos. Cae una manta de agua. Los que no hemos sacado el paraguas porque no tenemos paraguas o porque siempre nos ha dado palo ir con paraguas y nos acordamos del paraguas cuando ya es demasiado tarde y buscamos una excusa para justificar que no llevamos paraguas, nos mojamos. Y nos metemos debajo de los balcones. Y somos especialistas en buscar cobijo bajo los árboles y conocemos los trayectos en los que los balcones son continuos. Y apenas nos mojamos. Y reconocemos que nos hemos mojado solo delante de personas de confianza, porque no llevamos paraguas, vete a saber porqué.
Y nos preguntamos si lloverá por la tarde, porque ahora no pasa nada, pero por la tarde sí. Y nos preguntamos si lloverá mañana, porque ahora no pasa nada, pero mañana sí. Nunca pasa nada en este preciso momento, siempre pasa algo luego. Siempre estamos esperando que no llueva dentro de un rato para hacer una cosa. Una cosa que no hacemos ahora y pero que luego sí. Y vemos a la gente correr hacia los balcones. O metiéndose dentro de sitios para no mojarse.
Séneca, qué haría. Dejaría que el agua le cayera sin más, saldría corriendo, qué haría… el estoicismo, mantenerse firme ante las desgracias, ante las adversidades, pero tampoco mostrar excesiva euforia por las cosas buenas. Estar en tu sitio, que se llama. Aguantar con estoicidad. El corrector me lo marca como incorrecto. La estoicidad es incorrecta.
Una reflexión sobre la lluvia. La clásica reflexión sobre si me gusta o no. No me gusta. No sé si hay gente a la que le viene bien la lluvia. Dicen que hay a quien se encuentra mejor incluso físicamente. Llueve en Santa Coloma de Gramenet y todo parece más sucio y más feo. No tiene la culpa nadie nada más que el hacedor, el culpable de que esto gire o un día decide que bota y rebota. Hablan de fenómenos, de enfriamientos, de corrientes, de calor. Qué cosas.
Llueve, no me importa, decía la canción de los Beatles. Está lloviendo otra vez, esta era de Supertramp. Seca la lluvia, decía la de The Beta Band. Es un día lluvioso, chica del amanecer, esta era de Faust. Está lloviendo en mi corazón, esta era de Buddy Holly. Esta tarde vi llover, vi gente correr y no estabas tú, esta era de Armando Manzanero. ¿Quién para la lluvia? Esta de la Credence. Una lluvia dura va a caer, traducción patillera de una de Dylan. Canciones de lluvia.
No sé. ¿A quién le puede gustar la lluvia? ¿A quién le puede gustar septiembre? Luego en Septiembre pasan siempre muchas cosas que hacen que el mes se te pase en un plis, pero así, a finales de agosto, no hay manera de remontar.
Igual con un chiste. Mi abuelo siempre contaba ‘ay si yo viera, decía un ciego’.
En fin.
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