Hace unos meses, Albert Fabà, ese personaje que no es de Santa Coloma pero que parece más de aquí que la fuente del borreguito, nos propuso un proyecto de colaboración. Se trataba de cantar canciones de Violeta Parra con motivo del centenario del nacimiento de la artista chilena. Él cantaría o recitaría y nosotros, eltoni, elpako & elchristian pondríamos el acompañamiento musical. Nos mandó una lista. Como nunca coincidíamos empezamos nosotros a probar. Escuchamos por primera vez muchas de estas canciones. Seleccionamos. Un mundo nuevo.
La cosa no funcionó, pero nos quedamos con dos canciones. Arriba quemando el sol y Arauco tiene una pena. No llegamos a más. Me gusta mucho otra canción, una canción tristísima, una canción negra, una canción que deja a la altura del betún todo el repertorio de The Cure, de Siouxsie, de todo lo siniestro y todo lo negro. Una canción tenebrosa, como lo son muchas de las canciones de Violeta Parra, que se llama Rin del Angelito y que no quiero ni volver a nombrar.
Las canciones de Violeta Parra cuanto más sencillas mejor. Son canciones simples, con instrumentos simples, de ritmo simple, a veces monótono, pero que te pueden dejar clavado en el sitio. Arriba quemando el sol puede ser la típica canción descriptiva de las tremendas condiciones de vida de los mineros, pero está cantada de una manera que te atrapa. Quieres saber más. Arauco tiene una pena, igual. Pero tiene más. Run Run se fue pal norte, donde cuenta cómo la ha abandonado su pareja... en fin.
Una historia personal que termina mal. Una mujer que se dejó la cara por sacar adelante un proyecto artístico con el que no le fue bien, más reconocida fuera de su país que dentro, con una familia llena de artistas, poetas, más cantantes, pero que no parecía ser especialmente feliz.
Y que nos dejó una canción que por más que parezca que la has escuchado dos millones de veces, es posible que nunca hayas escuchado del todo. Gracias a la vida. Terrible canción, porque parece que destila todo lo que ha ido cantando durante todo el tiempo en una última canción final. Una canción que lo resume todo y que no es ni la mitad de complicada que todas las demás. Una canción qu habla de todo pero de una manera muy simple, muy sencilla. Habla de todo, pero es un todo tan sencillo, que uno no puede dejar de repasar todas esas cosas, si las tiene, si las conoce. Algunas veces, si reconoces alguna de esas cosas que agradece, te tienes que sujetar para no emocionarte.
Y al final, siempre da gracias por el amor, o por la persona amada, o por las cosas que le recuerdan a la persona que quiere. Todo, todo sencillo, pero al final está ahí. El final está ahí.
Violeta Parra habría cumplido ayer 100 años. Podría haber sido otra efeméride más, pero desde hace unos meses, cada miércoles y cada viernes que ensayamos, tocamos las dos canciones. A lo mejor se quedan con nosotros ya para siempre o las olvidamos el año que viene. O incorporamos la innombrable. Pero ya tenemos otra ídola en el panteón. Con la guitarra, con los malos pelos, con el charango, el rinrin del charango sonando, la voz como rota, como un quejido, como una lija, o como una especie de montaña grande y grave. Da igual.
Gracias Violeta Parra.
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