¿Cómo estamos? Cuando volvía esta tarde de la manifestación convocada por la Taula per la Democràcia, me he quedado mirando a la gente que se iba parando a decirle cosas a la chica de la Sexta que hacía un directo. La gente cantaba las consignas habituales y le gritaba fuera, fuera fuera. Una chica le decía a su padre o a alguien mayor que nosequién estaba ‘en primera línea, chillándoles cosas’. La mani ha durado una hora y pico, dos.
Esta mañana Rajoy ha dicho que él no quiere pero ha aplicado el mítico artículo 155 de la Constitución por el que descabeza el Govern de la Generalitat. E insta a convocar elecciones. A las nueve Puigdemont ha salido por la tele para dar un mensaje. Muchos y muchas esperaban que, ahora sí, proclamara la independencia. No lo ha hecho. Convocará una reunión plenaria…
Qué está pasando. Pues que estamos viviendo días, semanas, que nos están enseñando de golpe que la política nos viene a ver. La política, el poder, el juego político. Que las cosas pasan, suceden. Que las cosas no son salir a una manifestación, no son cantar, no son decir frases heroicas y a las dos horas irnos a cenar a algún sitio guapo. Pero no lo parece.
Resulta que Rajoy, con el PSOE y con Ciudadanos, se ha cargado el autogobierno. Así como si nada. Y hoy no ha pasado nada más. Ya pasó el otro día, dos personas fueron a la cárcel por organizar manifestaciones y llevarlos a sus casas a las doce de la noche. Y no pasó nada. ¿Estoy yo pidiendo que pase algo? Estoy diciendo que está pasando algo que es una puerta abierta a la puta mierda. A un recorte de libertad que no sé cómo vamos a llevar. Igual hay gente a la que le mole decir que ‘me han ilegalizado’, mientras se toma unas birras en un bareto guapo de Gracia. O de Santa Coloma.
Estoy diciendo que me da vergüenza escuchar que es bueno que pase todo esto. Que qué se habían creído. Que más leña es lo que hace falta. Que más palos. Que entrullen a dios y a su madre si hace falta. Que los colegios. Que las teles. Que… hoy he vuelto a ver aplaudir a la policía. Y he visto hacerle el dedito al helicóptero de la policía.
Estamos jugando a recortar la democracia. A jodernos la democracia. A que no se pueda alterar el orden constitucional porque el orden constitucional soy yo. Y a que no se pueda decir nada que no sea algo apto para un discurso de entrega de premios.
Y todavía hoy, después de semanas y semanas y semanas y meses, diciendo que nosotros, la opción por la que yo apuesto, no estamos ni con los que quieren una involución y sellar el sistema ante cualquier posibilidad de cambio, ni estamos por quien pretende venderme que con el cambio a ‘un país nuevo’, la sociedad va a ser más justa y mejor, todavía hay que definirse o bien entregarse a…
Pues no. Estamos mal. Vamos a peor. Hace unos meses yo había imaginado que quizás estábamos en un camino hacia un cambio en todo el estado. Pero ahora el cambio es terrorífico.
¿Qué pensarán mis primos, mis primas, mis colegas del pueblo? ¿Qué creerán que nos está pasando? Nos han enviado al siglo XIX en derechos laborales, nos han cepillado todos los derechos económicos, nos han enviado a la precariedad, a perder nuestra dignidad. Y perdemos el ojete por sacar una bandera para partirle la cara a otro que tiene otra bandera.
Hoy hemos perdido algo muy importante. Hoy no lo hemos perdido todo, pero hemos perdido mucho. Y seguimos esperando a que pase algo. Algo mágico, algo bonito que provoque que salga el arco iris. Algo que devuelva a los catalanes a su situación de ‘cordura’ tradicional y no a este impulso que desestabiliza… todo ese lenguaje de mierda.
No sé. Qué espesura. No quiero ver más la tele hoy. No quiero escuchar más de lo mismo. Quiero escuchar música y que por un rato no parezca que escuchar música diga algo.
Estamos mal. Estaremos mejor o peor, ya no lo sé. Pero que aún nos quedarán ver cosas tremendas, seguro.
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