En esta foto de Carlos Herrera no se le ve con su aspecto actual, más moderno, con barba y bigote y gafas. Con esta facha, la actual, presenta un programa hasta hoy en la Primera de Tve, que se llama ¿Cómo lo ves? Al parecer en el programa, hace una serie de preguntas y la gente opina sobre ellas. Para dar un poco de chicha, tiene unos colaboradores que reflexionan sobre el qué.
Carlos Herrera es producto de otro tiempo. Como cuando José María García, y no los pongo la mismo nivel, quiso seguir haciendo radio o tele cuando ya su tiempo había pasado. Carlos Herrera hace un programa matinal en la Cope, donde pontifica sobre la actualidad y con ese tono de señorito cosmopolita pero llano pero señorito pero hombretón pero señorito pero que ha vivido en Barcelona pero señorito, va colando su tufillo reaccionario en cada comentario. Si una empresa privada quiere dejarse la pasta en esto, no seré yo quien lo discuta. Si esa empresa privada también se financia con mi pasta, lo discuto más.
A lo que voy, entre esos contertulios se encuentra Salvador Sostres, periodista muy catalán que representa la quintaesencia de la derecha catalana. Fascista, clasista y guarro. Puede ser la derecha de cualquier parte, al menos la extrema derecha. En un principio, cuando comenzaba, Sostres era muy convergente, muy de derechas y muy indepe a la vez. No sé si era indepe, así como es la gente ahora que sonríe tanto. Era un clasista. Era de los que se reían de los charnegos, de los andaluces, de los que eran pobres, de los que no eran como él y sus amigos. Ahora hay un personaje en la radio, el Nacho de Sanahuja que creo que lo imita. Creo que lo parodia. Salvador Sostres es infame, comentarios pedófilos, comentarios homófobos, comentarios que no hacen gracia porque no tratan de hacer humor, tratan de hacer daño a quien no piensa como esa clase de gente que no nos quiere conocer, que quiere que trabajemos para ellos pero que no nos acerquemos a sus casas. Y follarnos vivos a cada rato. Como el nota ese de Jordi Galves que ha escrito un artículo sobre Cornellà que da más asco que la ostia. Y qué grande el artículo de la Vasallo reivindicando ser de aquí y señalando a esa gente que se ríe tanto de nosotros por no ser como ellos.
Sostres, al final, escogió entre ser muy de derechas y ser... y eligió ser muy de derechas, una vez que esto del nacionalismo se ha contaminado con los hippies de la Cup, que le deben dar un asco atroz. Así, como otros en su momento, se alinea ahora con la derecha que quiere orden, por encima de todo.
Salvador Sostres fue reclutado hace poco, como digo, para el programa de Carlos Herrera. Hace poco significa que todo el mundo sabe quién es Salvador Sostres y dio igual. La Primera cadena tuvo el desagradable honor de tener a un apologeta del maltrato y la pedofilia en pantalla haciendo daño.
Las bajas audiencias, al parecer, han provocado que el propio Carlos Herrera, tan señorito, nos permita seguir viviendo y abandona el programa para seguir dando la brasa en la radio. Es decir, se acabó esa mierda. Hoy iban a hablar, como el que no habla de nada, si lo de la vacunación infantil es fetén.
La extraña manía de pensar que las cosas rancias y con tufo a rancio nos van a volver a gustar. La extraña percepción de que las cosas que huelen a nazi nos van a molar, porque no las entendemos o porque somos eso, jabón para uso humano. Se creen que somos jabón y que vamos a sonreír mientras el pijo de mierda de turno se bufa en nuestra cara. Nos escuchan, nos pasan la mano por el lomo, nos joden, es por nuestro bien.
Hoy, espero, que ya no emitan esa trufa de programa. Lo que no espero es que no sigan pensando que nos interesan las ferias y fiestas, que nos interesan los toros y las romerías, que nos interesan los bailes y cánticos regionales, que nos interesan los recios valores, que nos interesan las mujeres mujeres y los hombres hombres, que nos interesan los pueblos y sus gentes, que nos interesan los profesionales liberales, que nos interesa una puta mierda nada de lo que nos ofrecen en esas televisiones públicas que solo sirven para hablar del pasado. De sociedades arcádicas, donde todo el mundo (su puto mundo) es bueno y santo y habla bien y si habla mal nos reímos de ellos y les pasamos la mano por el lomo y les escupimos a la cara para que se limpien con el pañuelo que les damos.
No me interesa nada del pasado. Al menos de su pasado. No quiero que mi presente sea su pasado. No sé cómo decirlo más claro.
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