jueves, 23 de noviembre de 2017
Opiñón
Para el último número de la revista ‘Kult of the mind’, el eminente profesor August Delanit ha trabajado en una interesante teoría sobre la necesidad de decir en un artículo titulado ‘Opiñón’, que nos permitimos reproducir aquí.
‘Somos muchos los que tenemos una irrefrenable necesidad de ser a través de la locución de nuestras ideas a un público que puede ser unipersonal o universal o meramente un grupo de tamaño diverso. También con la llegada de los medios de comunicación que no requieren la presencia física de un interlocutor, estamos predispuestos a verter ideas que se nos ocurren sobre los temas más peregrinos o bien los más importantes o bien los más importantes para nosotros y peregrinos para los demás. Lo que sea. Es lo que llamamos la opiñón.
La opiñón es aquello que deberíamos distinguir de la mera e inconexa sucesión de ideas que lanzamos al aire sin ton ni son. No es lo mismo parlanchinear sin más que reflexionar y emitir un juicio de valor sobre algo. No es lo mismo soltarla a voleo que no escuchar atentamente y, siguiendo un patrón que enlace con nuestro sistema de pensamiento enriquecer a la humanidad con nuestra opiñón.
Gracias a que el ser humano es capaz de emitir opiñones sobre esto y aquello, avanzamos. Y sé bien que no estamos descubriendo nada, que con este artículo no abro un canal nuevo de progreso científico, nada por el estilo. Simplemente quiero hacer llegar que a través de este artículo deberíamos hacer una reflexión sobre lo que significa parar, masticar un poco una idea, y hacerla común. Vivimos en una sociedad en la que nos acostumbramos a no pensar lo que decimos, a ir deprisa y no calmar, reposar nuestra reflexión. Entrar en un establecimiento hostelero, ver en la televisión encendida cómo algún elemento prominente de nuestra sociedad emite alguna opiñón, escuchar a algún parroquiano decir algo al respecto y acto seguido contestar sin haber trabajado realmente nuestra opiñón y soltar simplemente una frase que no dice nada ni aporta realmente nada. Son pocas las ocasiones en las que un ser humano puede realmente elevarse sobre la masa y conectar con las grandes líneas del pensamiento que nos han llevado a progreso técnico y científico tal que si nos vieran nuestros propios padres se quedarían asombrados de cómo y qué.
La opiñón valorada y valorable. La opiñón que se tiene en cuenta. La opiñón del que se llama creador de opiñón. El creador de opiñón es alguien que no solo lanza esa opiñón en el establecimiento hostelero, sino alguien que es esperado. Alguien a quien se le requiere que lance su juicio de valor, que emita su idea. Que dé su opiñón. Y la da. Y los demás asienten y consideran esa opiñón como susceptible de ser acogida como propia y completar un propio sistema de opiñones que unos y otros comparten como opiñones válidas. Todo esto lo voy diciendo aunque sé que el común de los mortales ya lo sabe, pero nunca sabe uno si su opiñón va a ser nueva para alguien. Incluso si su opiñón expresada por uno mismo y no por otro es mejor que la de ese otro. Son cosas que parece que se dan por sentadas pero que nunca viene más volver a sacar a la luz. Porque quizás seas para alguien el primero que las saque a la luz. Y quiera saber más de tu opiñón sobre más cosas. Y así se construye un mito’.
El artículo no se lo hemos publicado por lo de opiñón. Y él que sí. Y nosotros que no. Y que no tenemos ni puta idea. Y ya nos hemos enfadado. Pero nos ha hecho gracia al final. No es mal tío.
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