Este es un caso evidente de nada que decir. Una realidad palpable. Hablar de conos. Preocuparse por los conos. Estar identificado con los conos. Ver un cono en una calle y hacerle una foto porque el cono te identifica, te sientes él. Hay un cono en cada obra, no hay tantos conos en las obras. Yo antes no me fijaba en los conos, pero ahora veo conos por todas partes. Obras, obras con calles abiertas, con vallas, con vallas apoyadas en una pared que no significan nada, pero están ahí, trabajadores hablando entre ellos en una zanja, hablando y el cono mientras tanto está ahí sin tener nada que decir. El cono mirando, quieto, advirtiendo de que ahí puede pasar algo. El cono de color naranja y blanco, advirtiendo que ahí está ocurriendo alguna cosa. Los conos separando los carriles por los que pasan los coches, los conos. Los caraconos. Los caraconos con la doble o triple fila de dientes. Qué pocas cosas tienes que decir sobre las cosas que pasan. Cuando lo tienes todo dicho ya, te paras en cualquier parte buscando alguna cosa que sea de interés para quien está al otro lado y resulta que solo ves conos. Fotos de conos. Y esperas ansioso que se te ocurra algo relacionado con los conos. Pasan las horas, miras por la ventana mirando como el frío va poco a poco calándote hasta los huesos, y el tiempo no deja de correr y las historias ya las cuentan otros, otros que tienen algo que contar. Y vuelves a acordarte de la foto del cono y de cómo los conos son como una metáfora de algo que tú sabes que quieres contar. Y sigues mirando por la ventana y tarareas una canción, y es una canción de un grupo que escuchas mucho, y es una canción de un grupo que pones habitualmente en facebook y que no puedes poner tan a menudo porque la gente podría pensar que no sabes mucho de música. Y eso podría ser lo peor. Que la gente pensase. Punto y aparte.
Y si la gente piensa, y si no piensa. Y si pisas las placas de plástico amarillas siempre pensando que te vas a caer y no te caes, pero y si te caes. Y no hay nada que comentar sobre ningún tema de actualidad, ni de deportes, ni de libros que te hayas leído que te interese, nada. Nada. Qué te pasa. Qué te ocurre. Mírame. No. No desvíes la mirada. Mírame. Dime algo. No te escondas bajo un gesto de desesperanza, de falta de alegría, de desesperación. Desesperanza y desesperación. Y así va todo. Sin palabras, sin vocabulario. Transcurriendo las horas como si estuvieras en la obra Orgullo y Prejuicio y estuvieras esperando a alguien y no acaba de llegar. Y el cono te advierte que no ha llegado. Que se le advierte que va a llegar, que tenga constancia de mi presencia en este punto. Que por favor me llame si se le ocurre algo. Que tiene mi correo electrónico y que estoy ahí para lo que haga falta. Que tiene mi teléfono. Que no reconozco tu teléfono. Que te lo tendría que decir. Que han movido el cono de sitio y que ahora no sabemos qué significa. Que nada significa nada. Que todo debería ser de otra manera. Que hacia la repetición por el nosequé. Que me repito. Que he perdido el norte completamente. Que detrás de la valla hay otro cono. Y ese cono es una señal. Piso irregular. Ando mal.
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