miércoles, 21 de marzo de 2018
Lo importante para el señor Sangré
En cuanto a mí, poco que decir. Soy un humilde... pero eso no es lo importante. Lo importante es lo que contaba el señor Sangré. Lo importante no es lo que te ocurre a ti, que has salido de casa temprano esta mañana, te has puesto tu chaqueta militar y tu pantalón de chándal y tu gorrita de equipo de béisbol de una ciudad del medio oeste, has agarrado la jaula con el pajarito y has ido al bar a ver qué se cuece. Lo importante es lo que contaba el señor Sangré. Lo importante son las horas y horas hablando sobre un vino que probó en una masia de l'Empordà. Lo importante son las horas y horas hablando de la relación tan estrecha que tenía con su sastre, el señor Marañón, que se llamaba igual que un jugador del Espanyol y que el señor Sangré no conocía, pero le gustaba pensar que un españolista le metiese los bajos. Lo importante del señor Sangré era lo que a él le parecía importante. Un libro de poesía no era importante. Lo importante era la poesía. Una guitarra sonando en una casita mirando a la costa en Cadaqués no era importante, lo importante era la múscia. Unos cargols a la llauna en una noche rasa en una masía en Camarasa no era importante. Lo importante era la tierra. Hablando de absolutos. Hablando de detalles absolutos. Lo importante para el señor Sangré era la vida del señor Sangré. Lo importante para el señor Sangré era el absolutismo. Lo importante para el señor Sangré era meterse la mano en el bolsillo y sentir que no había nada en el bolsillo y estar satisfecho de no necesitar llevar nada consigo porque todo ya era suyo y no necesitaba tener nada a mano, porque a mano estábamos nosotros. Lo importante para el señor Sangré era leer el diario para comprobar que el mundo seguía funcionando ahí fuera, en el resto de Barcelona, en otros países. Lo importante para el señor Sangré era Barcelona. Pero era una Barcelona donde no llega el Metro. Una Barcelona a la que se acude en coche, en tu coche, en su coche, en un taxi, en el coche de la empresa, en el coche de un amigo, en coche. Una Barcelona cuesta arriba, una Barcelona de gente que es más alta que tú. Una Barcelona en la que el señor Sangré es importante y casi nadie lo sabe. Un amigo vio al señor Sangré un día. En la misma cafetería en la que el señor Sangré se tomaba un cortado antes de entrar a ver cómo trabajaban sus empleados. Y no reconoció al señor Sangré. Tuve que decírselo yo. Yo soy una persona muy humilde, una persona del montón, que no es importante. El señor Sangré participó una vez en una charla de personas de Barcelona organizada por el Círculo de Amigos de la Ciudad de Barcelona. Venía gente de Madrid, Bilbao y París. El señor Sangré removió cielo y tierra para que viniera alguien de Roma. Al final él mismo dijo hablar en nombre de la ciudad de Roma. Y de Barcelona. Porque, dijo, Barcelona y Roma son al fin y al cabo ciudades hermanas. Y en aquel debate pasó dos horas de su tiempo precioso hablando de las similitudes entre Roma y Barcelona, para acabar diciendo, que su conclusión era que Barcelona y Roma eran importantes. Por el mero hecho de que a él se lo parecía. Y que el resto de participantes en el encuentro eran importantes también pero subsidiarias. Y al pronunciar la palabra subsidiaria pidió un vaso de agua para limpiarse la boca. El señor Sangré no dejó hablar a los demás. Los demás no eran importantes. Yo soy una persona humilde y tampoco me gusta dejar que hablen los demás. Un día os contaré mi historia.
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