¿Qué maravillas nos quedan por ver? La política en las ciudades, pueblos y villorrios es aburrida, nunca pasa nada y lo poco que pasa es ininteligible o bien de una dimensión tan así, pequeña y mezquina, que no le preocupa a nadie. La identificación con una patria o con un ideal profundo y sincero, suple a veces el desinterés por la política pedestre, la cotidiana.
Pero todo eso cambia cuando falta un año para las elecciones. De repente, todo se pone patas arriba y las zanjas, los conos, los plásticos amarillos que tapan las zanjas, las vallas que delimitan el dentro de la obra con el fuera de la obra, las marcas de tiza en el suelo señalando que por aquí hay que empezar, las separaciones esas amarillas en las que es obligatorio firmar y dejar constancia de que tú estás allí, más conos, más cintas rojiblancas señalando que, es cierto, estamos de obras pero el Athletic de Bilbao es la cosa más grande de este mundo, señales y desvíos y calles abiertas y aceras abiertas y aceras cerradas y tracatrán y trocotrón y especulaciones en los bares sobre si eso lo van a acabar cuando dicen que lo van a acabar o si llevan tanto tiempo o tanto otro o bien qué hace ese coche subido encima de la acera que ahora vale todo y cuando hay obras se suspende la civilización hasta nuevo orden. Todo eso. En un año.
¿Qué maravillas nos quedan por ver? ¿Se hará el Paseo Alameda tal y como se dijo que se tenía que hacer o bien se hará tal y como se tenía previsto hacer desde un principio y se dejará de escuchar la opinión de los vecinos? ¿Se tiene en la cabeza algún plan estelar, o interestelar, o estratosférico para hacer del Paseo Alameda una cosa que no nos vamos a pelear y se va a quedar en un ni para ti ni para mí? Lo desconozco, pero las vallas están puestas, las rotondas piensan ser eliminadas y los puentes perderán su sentido inicial. Y todo pasará a otra dimensión, diferente, mejor, o no.
Y volverán los planos y las maquetas a poblar las páginas del Full Informatiu, diciendo que esto irá así, lo empezaremos ahora y lo acabaremos no sé si a tiempo para que lo puedan rentabilizar otros o si nos lo vamos a poder apuntar nosotros mismos.
Y qué harán. Qué es lo que van a hacer y qué es lo que no van a hacer. Qué año más maravilloso nos viene por delante. Lleno de expectativas, de sueños, de decepciones, de proyectos que comenzaron siendo a y que terminaron siendo b, entre el enojo de los contrarios y los halagos desmedidos de los afines y las inauguraciones apresuradas o las dilaciones consentidas. Y las rondas de participación y las publicaciones en el Full de Districte donde con arpa y mandolina se cantan las excelencias de todo, porque todo es bueno, todo se hace bien y si no vendrá el coco y te comerá.
Qué nos queda por ver en este año que viene. Este año previo a las elecciones municipales, cuando, como las venas abiertas de América Latina, las calles de nuestra Santa Coloma de mi alma mía, se abren y se reforman y todo queda mucho más así y todo lo que parecía aburrimiento, inanidad, sopor y fastidio, se torna en alegría, en máquinas, en Caterpillar, en reforma, en progreso y en alharaca.
Qué grandes maravillas quedan por construir. Qué elementos de la arquitectura urbana nos quedan por disfrutar. Qué bonitos artefactos del urbanismo contemporáneo nos faltan por descubrir. Qué es lo que nos espera en este año de ensueño.
Qué suerte tenemos de poder vivirlo a pie de obra
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