domingo, 24 de junio de 2018
Carrer Santa Anna. Conecta.
Escribir sobre un calle por la que pasas o medio pasas todos los días de tu vida y darte cuenta de la poca atención que le pones a lo que contiene. Es una calle de paso, de tránsito, para ir a otro sitio. Una calle por la que pasas o medio pasas todos los días camino de otro sito. Una calle que a veces recorres entera, otras no. Una calle que comienza en el Carrer Major y que acaba en la Avinguda Francesc Macià. Es la calle Santa Anna. Calle Santa Ana. Calle Santana.
Comenzaremos el recorrido no por la calle Major sino por donde empiezo yo todos los días, que es enfilando por Lluis Companys y lo primero que encuentro es la peluquería. Peluquería. Ahora no recuerdo su nombre. Debería dejar el texto, porque si esto es así ya con la primera, nada bueno puede salir. Yo he ido a esa peluquería. A cortarme el pelo. No me lo hicieron mal. Me dieron una tarjeta para hacer descuentos. Pero no me cortaba tanto el pelo. Dejé de ir. Ahora veo a la gente cortarse el pelo en la peluquería cuando salgo. Por las noches, de madrugada, es en esa esquina en la que encuentras a la gente que no sabe si entra o sale del Inedit. Antes, había una puerta o algo así en la calle santa Anna. Para salir. Creo. No recuerdo bien. Enfrente de ese aparador de peluquería, está la nueva panadería. El Tradicionarius creo que es. Alguna vez he parado para comprar una barra de pan tardía o un surtido de diez nosequé de chocolate. Siempre veo a bastante gente en esa panadería, pero no he ido nunca a tomarme el café. No sé si merece la pena seguir hablando del renacimiento de las panaderías y cafeterías. Antes, no sé si ocupando el mismo espacio, hubo allí una tienda de esas que no son de los veinte duros, que son como de menaje del hogar. Siempre parecía estar cerrando hasta que cerró.
Sigamos adelante. Crucemos la calle de la cuesta para arriba. Donde tiene Carro de Baco su sede. Sigamos hacia delante. Es una calle corta, de transición. Una calle hecha para acortar. Santa Ana. Santana. Hay establecimientos que no sé si están o estuvieron. Como una tienda de derivados de los productos canábicos. Hay una peluquería que no sé si estaba allí o ya no. Qué memoria. Hay en el chaflán de la calle que cruza una tienda de arreglos, creo. No sé si era una tienda también de tallas grandes. Hay una tienda de animales. De cosas de animales. ¿Puede que se llame Perrus Magnificus? Lo de magníficus es seguro. Es una calle corta, de las que conectan. Pero que tiene su cosa. Una cosa al final. Otra cosa que hubo allí.
Una vez, hace tiempo, subiendo unas escaleras que todavía están, uno llegaba a El Pato. Un bareto de esos legendarios donde ponían buena música y al que nosotros íbamos poco, poquísimo, porque éramos demasiado jóvenes, creo. Fue allí, hace mil años, cuando hice, entre las primeras o segundas medianas, una primera reflexión en torno al PSOE como partido liberal, como partido que no era socialista, que no era de izquierdas, que era como el PRI, que tenía lo de revolucionario en el nombre, pero nada más. Fue allí. Al poco tiempo, semanas, lo cerraron. Luego creo que pusieron un despacho de abogados. Ahora no hay nada. Hoy, al pasar, creo que he visto que era una vivienda. Creo. Seguro que no.
Avanzando hay una clínica, y avanzando en la otra acera hay una tienda de ortopedia. Y hay otra cosa más. Una escuela de baile. Qué cosas tan extrañas de estar unas cerca de las otras. Bueno. La clínica al lado del ambulatorio no es tan extraño. La tienda de productos ortopédicos tampoco. Recuerdo que una vez tuve que comprar una… no me acuerdo de cómo se llamaba. Era una rodillera mecánica. O algo así. Y me enviaron como a pamplona a por ella. Las cosas no están nunca donde las necesitas.
Ya. Ya llegamos al ambulatorio. El Cap. Pero no, no se entra por aquí, se entra ya por la calle Mayor. Ya no se entra, lo pone en el papel. Pero a urgencias se entraba por allí siempre. O no. Yo entré algunas veces allí por esa puerta. La gente esperando fuera, en coches, entrando con cara de pomes agres. El Ambulatorio. Merece un espacio único. Merece una serie de relatos sobre cosas que nos pasan en el ambulatorio, gente a la que vemos, conversaciones que escuchamos, visitas extrañas. La Calle Santa Ana. Frente a la entrada de Urgencias que ya no lo es, un Maxipan. Una cosa me pasa con el maxipan, todo me gusta y todo está muy bueno, pero lo veo todo como muy… chumascao, muy churrascado, muy fino de quemao. Todo muy rico, y para los amantes de las cosas con corteza, muy bien. Pero ahí está el gourmet para criticarlo todo.
Más arriba y ya hemos llegado al final, el Sorli Discau, al que he entrado dos veces en mi vida y no por iniciativa personal. Acompañando a alguien. Nunca. Jamás. Y no sé porqué. Alguien me dijo una vez que es de los más caros. Y eso en mi cerebro de ahorrador es letal. Como entrar en el Condis. O en el Caprabo.
Y es una calle que conecta y que une una calle con otra calle y que sirve para descongestionar o algo así, para lo que sirven las calles. Para qué van a servir si no. O es que sirven para otra cosa. No lo sé. Esa calle siempre la cojo para ir a otro sitio. Es una calle donde vive gente. Con aceras de las antiguas. De las estrechuzas. Con cierto sabor antiguo, pero no sé si valor patrimonial. Con sus baches en el asfalto. Una calle como hay mil. La calle Santa Anna, la calle Santa Ana, la calle Santana. De Francesc Macià para arriba todas me parecen Centre. Y ya he escrito sobre una calle del barrio del Centre. Que no todo va a ser dárnoslas de extrarradial. La gente del centro también tiene sus derechos.
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