martes, 5 de junio de 2018
Federico García Lorca. Tienes nombre de tren.
El mismo tren que cuando cruza Despeñaperros se refleja en los pequeños charcos que se forman tras la lluvia. Ese tren. El García Lorca que te lleva desde la Catalunya de la playa a la que llegas después de bajar por un senderito para alcanzar la cala con rocas en la que no estás ni cómodo ni solo pero a la que hay que ir. Federico García Lorca. Lorca como la ciudad de Murcia, Lorca. Lorca que así sólo no dice más que Murcia y no es lo mismo ser lorquiano que ser de Lorca. Y no sabemos nada de Lorca y sabemos poco porque nos cuesta centrarnos en algo que no sea en lo que tenemos que hacer, a dónde tenemos que ir, lo que tenemos que contar, lo que debemos comprar inmediatamente porque se pasa la fecha, el papel que tenemos que entregar, la nueva obligación que tenemos que contraer. Lorca, García Lorca, interpretado en una serie por un actor inglés que lo hacía muy bien pero que era inglés y que cuando movía la boca se notaba que no estaba hablando. No hay actores para hacer de García Lorca. Y yo he estado, una vez, hace mucho tiempo, en Viznar y he pasado por la carretera y por esa zona y no sé a dónde íbamos pero estábamos y fue antes muy poco antes de aquella conversión al sufismo que te cambió la vida y qué menos podía pasar. Por Viznar, por el barranco, por donde te llevaron para fusilarte porque lo tenías todo para llevarte el premio gordo. Un premio gordo consensuado y ecuménico, un fusilamiento como Dios manda. Muerto, enterrado a lo pobre, sin identificar y que no se le ocurra a nadie poner un céntimo en remover nada, que no vaya a ser que se levante Federico García Lorca y se vaya corriendo a su piano y diga aquello de que 'deja de imaginar cosas cursis que bastante tenemos con lo que tenemos'. Y Granada, con sus calles tan bonitas, con sus bares tan auténticos, con su gente tan graciosa, con sus cármenes, que son casas que tienen algo más que la casa y que son jardines y no son jardines y son cármenes que son una cosa independiente, y el barrio del Albaicín y el disco del Sacromonte de Morente y el Omega de Morente y Lagartija y las canciones de Paco Ibáñez, ay caballito negro dónde llevas tu jinete muerto, flor de cuchillo, Granada con esas tapas numeradas y esa cerveza fresquita y esas cuevas donde te clavan un ojo por escuchar a los Gipsy Kings, y Granada y esa calle Elvira con un hostal que se llamaba la Hormiga con un colchoncillo mugroso que buen servicio hacía y el barrio del Realejo y la plaza del Triunfo y aquella discoteca cerca de Pedro Antonio donde se vivió aquella escena lorquiana completa de despecho y rompimiento del hechizo y el encanto y el corazón en mil pedazos. Y Granada a la que no llega ya ningún tren, ni siquiera el García Lorca. Y Nueva York que ni se enteró de que había llegado Federico García Lorca pero que hoy habrá alguien que estando allí se dedique a leer versos de Federico y los lance al río Ganges de Nueva York. Y romanceros gitanos, y romanceros de todo tipo, y Doña Rosita la Soltera y Poeta en Nueva York y la Barraca dando vueltas por España llevando la cultura donde no había llegado y Margarita Xirgu y Manuel De Falla que también era de Granada y que también. Y un toque de guitarra flamenca y los versos de García Lorca. Y el tren García Lorca parando en mi pueblo, en la estación, antes de que los trenes se llamaran con nombres de poetas y fueran solo trenes. Y hoy se cumple un aniversario y todos tenemos que hablar de algo y yo hablo de lo que puedo que no es otra cosa que un poeta, como miles de poetas, a los que fusilan todos los días contra una tapa y los entierran como las patatas a lo pobre, y nunca más sabremos de ellos. Y menos mal que hemos olvidado del todo a Lorca y lo tenemos solo como nombre de tren, de bonito tren que te lleva al norte y te baja al sur. Y cuando pasas por Calancha según como ves el tren reflejado en el charco y te imaginas al bandolero y piensas que eres igual de gilipollas que todo el mundo que ve un charco y piensa en el caballo blanco y en la luna torda y en la faca brillante. Y Federico tocando el piano está hasta los cojones de que nos pongamos con color de verde luna para recordarle y seguro que estaría más a gusto con una mesa de mezclas o con un Korg y haciendo arena y probándolo y demostrando que eso, que de todas las frases y todos los memes que hagamos hoy, la frase es esa, que lo peor, el más terrible de todos los sentimientos es el de tener la esperanza muerta. Y ya sé que no serán días buenos, pero eso es lo que nos queda. Un nombre de tren, una frase bonita y fusilamientos todos los días.
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