Son cosas que no se comentan, que se mantienen en secreto, no como los viajes de la gente común que son radiados, televisados y filmados hasta la saciedad. Marwan Ibn Yyaqub estuvo en Brno. Y paseó por las calles de Brno hasta que se cansó de Brno y se fue a otro lugar. Un lugar que no sale en los mapas. Ese lugar que solo tienes en tu mente. ¿Hasta cuándo puede uno estar inventando los viajes de los demás? Me gusta que me cuenten los viajes, los lugares que visitan, las comidas que prueban, los edificios que descubren. Pero no me gusta ir. Me gusta que me lo cuenten y ya he ido. Marwan Ibn Yyaqub saluda a los viandantes en Brno y les cuenta que viene de la orilla del río, que ha comenzado un viaje y que ha seguido la luna o el sol, según fuera de noche o de día, y ha llegado hasta Brno. Brno en los años 30, una ciudad checoslovaca, centroeuropea, llena de vanguardia y de terror al porvenir. Brno en los años 30 bajo la mirada de Marwan Ibn Yyaqub que ha visitado el tiempo y el espacio de otras ciudades de los años 30 y ha fijado su mirada en Brno, porque en esta ciudad checoslovaca encontrará lo que busca. O no. Y no lo encuentra y sigue caminando. Fuera de Brno, fuera de todo. Y ve a personas que pasean y él las interpela. Cuando ve gente caminando se imagina que son como él. ¿Cómo se puede caminar sin ser un caminante? ¿Cómo puede moverse uno con la intención de parar? Son las típicas preguntas que hace quien está desnortado, quien no tiene un punto fijo, quién ha perdido el hilo. Y Marwan Ibn Yyaqub se pregunta todas estas cosas y algunas más mientras camina por unas calles de Brno en las que el tranvía pasa cargado de gente que va a trabajar o viene de tomar un café o de leer el diario en el que dicen que su equipo de fútbol nacional va a jugar una final del Campeonato del Mundo contra Italia y perderán como siempre pierden en Brno y en toda Checoslovaquia. Marwan Ibn Yyaqub ha descubierto el fútbol y se encandila viendo las fotografías de los jugadores en los diarios. Deben ser personas de un valor incalculable. Marwan Ibn Yyaqub recuerda haberle dado alguna patada a algo allá, cuando vivía en la orilla del río y todo parecía encaminarse a una vida monótona de discusión, asamblea y toma de decisión sobre cruzar o no. Avanzar. Y Marwan Ibn Yyaqub se hizo fotografías con los transeúntes que nunca habían visto a nadie como Marwan Ibn Yyaqub, porque las personas no suelen ver a todas las personas que están en el mundo y es normal que se extrañen de la presencia de otros seres humanos. Es normal. Todo es normal. Si nos ponemos a pensar, si nos paramos a reflexionar, si seguimos rellenando textos y textos con divagaciones sin importancia, es normal todo lo que ocurre. Todo absolutamente. Marwan Ibn Yyaqub ya había estado en Brno. Giro argumental. Una vez, hacía poco tiempo que había iniciado el viaje sin final, se había colado en un tren que llevaba mercancías desde un puerto francés a otro puerto polaco. Y ese tren hizo parada en Brno. Y en ese tren viajaba un norteamericano que tocaba canciones de Blues. Y a Marwan Ibn Yyaqub le pareció que conocía de algo al norteamericano, que le sonaba su cara. Lo había visto en algún sueño, en un sueño que tuvo en el que conocía a gente que hacía daño cuando hablaba. Y el norteamericano y Marwan Ibn Yyaqub se encontraron en uno de los vagones. Y el norteamericano quiso cantar y Marwan Ibn Yyaqub cantó canciones de su tierra y al norteamericano no le gustaron. Y llegaron a Brno. Y era invierno en Brno.
Era invierno en Brno. Siempre es invierno en Brno. Pero Marwan Ibn Yyaqub ya no está en Brno.
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