Tomando el sol en la puerta de LaLola, esperaban a que llegase su hora. Él y su amigo iban dejando pasar el tiempo, desde las once del mediodía más o menos. Algunos pasaban a su lado y miraban el móvil. ¿Era aquí? Es aquí. Entraban para el bar, salían, se iban desperdigando por la plaza. Alguno perdido, con su pin de la Guardia Civil, buscaba el lugar, perdido, hacia la torreta de la luz del parking. Es aquí. Eran en total no más de doce personas. Cuando han llegado las doce, se han colocado detrás de la manifestación y se han colocado sus chapas de Plataforma per Catalunya. Los medios de comunicación.
Televisiones, españolas, catalanas, klingons. Se han girado y han empezado a buscarles. Y ha dado vergüencita.
No nos hemos presentado. Estábamos allí porque se convocaba una concentración contra la violencia machista y por la convivencia. Ya lo saben. En Santa Coloma hubo el pasado domingo una agresión a una chica. Su compañero resultó herido después. Lo han dicho en la tele. Las redes están ardiendo. Fascistas de excursión en Santa Coloma para aprovechar la coyuntura. El delantero oportunista marcando el gol bajo la raya. Siempre habrá alguien más a la derecha, con más cojones, con más huevos, sí, y qué, llámame racista, decía la chica. No me quiero adelantar.
La pancarta blanca se ha dirigido al lugar en el que los fascistas se encontraban para entonar el tradicional Fora feixistes de Santa Coloma. Un vejete, un abuelete, un señor mayor se ha ido a por la pancarta. La quería coger, arrancarla, quería hacer tantas cosas, reverdecer, quizás, viejos tiempos de golpes y mamporros. El señor, el pobre anciano, ha tirado al suelo a una compañera.
Así. No ha pasado nada. Solo ha tirado al suelo a una compañera. Cosas que pueden pasar. Los Mossos no han interpretado la caída punible. Los Mossos han dicho que sí, que ellos ya si eso. Que lo estaban teniendo allí. Que eso. Que ya. No ha pasado nada. A otra cosa. La compañera está en el hospital.
Ha empezado el acto, pero no sé. Ya el acto... porque acto seguido a la agresión, los gritos, el arrinconar, las bravuconadas del fascista, las risas de los fascistas, los gritos de los fascistas.
No hacerles caso. No hacerles ni puto caso. Han venido de excursión. Ni caso. Pero es difícil. Y cuando acaba el acto se vuelve a lo de siempre. Fuera fascistas de Santa Coloma y los fascistas en su salsa, encarándose, poniéndose gallitos, toda esa historia. Y al final se han ido. Porque se han ido, o sea, se han ido porque habían venido, o sea, que se ha ido porque no eran de aquí.
Y la señora que gritaba y que al parecer es conocida se ha ido.
Y el vejete se ha ido.
Y los dos machotes se han ido.
Y las redes están ardiendo. Y no sé si Santa Coloma está ardiendo. Si las calles arden.
Hoy es un día triste, dice un compañero. Un día para sentirse orgulloso, dice otro. Orgullo por enfrentar a los fascistas. Bien. Por encararnos y eso. Bien. Pero a ellos les da lo mismo. Ya tienen lo que quieren. Ellos contra nosotros.
Ellos al mismo plano que nosotros. En el mismo sitio. El mismo nivel.
Y no. No nos lo podemos permitir. Que se jodan.
Estaban de excursión. Y unos señores detrás mío comentaban otra vez la leyenda de las ayudas, de que les dan pisos, que los dejan libres, que hacen lo que quieren, que al final los racistas somos los otros.
Y realmente no he escuchado lo que se decía en la concentración. Porque creo que todos teníamos ya la cabeza puesta en lo que decían ellos. Ellos estaban ahí. Con su excursión. Y con claca local. O con comprensión de algunos y algunas aquí.
Y no es un día triste ni alegre. Es un día para mantenerse firme. De pie. Pensamos lo que pensamos. No a las violencias machistas. No al racismo. Solución para quien sufre violencias machistas. Solución para quien vive en la exclusión social.
No al machismo. No al racismo. Y ya pueden venir de excursión las veces que quieran.
No hay comentarios:
Publicar un comentario