Se cumplen cien años de una de esas páginas de la historia que, de haber ocurrido de otra manera todo, de haber triunfado quien salió derrotado, quién sabe en qué mundo estaríamos viviendo. A finales de 1918 y principios de 1919, Alemania que sale derrotada de la Primera Guerra Mundial, ve como el Kaiser se pira y se proclama una República que será controlada por los socialdemócratas. Estamos en 1918 y un año antes, en Rusia, se pone en marcha la Revolución de Octubre, donde los bolcheviques consiguen comandar su propia Revolución y comienza el enfrentamiento con el resto de rivales políticos. Un enfrentamiento armado con socialistas revolucionarios, con mencheviques, con anarquistas, con blancos...
Cuando los socialdemócratas alemanes alcanzan el poder, son especialmente reacios a seguir los pasos de los rusos. Son el partido socialista más fuerte de Europa y no quieren perder su poder poniendo en marcha ningún tipo de Revolución. Por su parte, los bolcheviques con Trotsky a la cabeza, esperan que tras su revolución triunfen más revoluciones para consolidar el avance de la revolución mundial. Una revolución proletaria.
Se ponen en marcha levantamientos de obreros y soldados. Los socialdemócratas no se andarán con ostias. Con la colaboración de los Freikorps de los que más tarde surgirán los primeros integrantes del partido nazi, inician una guerra sin cuartel contra los espartaquistas, los comunistas alemanes que, con Rosa Luxemburgo y Liebknecht a la cabeza, pretenden seguir los pasos de los rusos.
Pero no los mismos pasos.
Rosa Luxemburgo no es como Lenin, no es como Trotsky, no es como Stalin. Rosa Luxemburgo ha pasado la guerra en la cárcel por defender el pacifismo, es también una teórica de la revolución, y una marxista de reconocido prestigio, pero es, quizás como Trotsky, poco hábil para los temas organizativos. Para crear grupo, digamos. Rosa Luxemburgo lleva chupando cárcel y penurias mucho tiempo.
En los días de enero de 1919, el levantamiento es total. Los enfrentamientos entre antiguos compañeros de partido, los socialdemócratas del SPD y el recién formado KPD, son a tiros por las calles. En Rusia están en guerra entre ellos. El primer ministro alemán es Friederich Ebert. Hoy la Fundiación Ebert es la principal suministradora de Ideas y fondos y medios de los partidos socialistas en el mundo. Del PSOE también. Por eso supongo que es más fácil llevar una camiseta de Pankhurst que de Rosa Luxemburgo. Noske, socialdemócrata moderado, es nombrado ministro de defensa. Alguien tiene que ser el perro de caza, dice cuando lo nombran.
Capturan los primeros días de enero a Luxemburgo y Liebknecht. El 13 de enero, con la revuelta ya sofocada, los matan. A Rosa Luxemburgo la tiran al río.
Qué hubiera pasado si la revolución hubiera prosperado y Alemania hubiera seguido los pasos de la Rusia soviética pero con un personaje como Luxemburgo al frente.
No lo sabremos.
El fracaso de esas revoluciones como la Alemana o la Húngara de Bela Kun, significó que triunfase la teoría del socialismo en un solo país y la estrategia del pánico a provocar revueltas que perjudicasen a la URSS con el paso del tiempo que seguirían los partidos comunistas a partir de entonces. Se acabaron la revoluciones.
Todo podría haber sido diferente. El rencor entre socialdemócratas y comunistas. La pelea entre orden y revolución. Entre democracia dentro de la revolución o disciplina.
Hoy había un artículo de Joaquín Estefanía mucho mejor que este en El País, ha sido una lástima haberlo leído porque las ideas están mejor plasmadas ahí.
Pero al menos había que escribir para recordar a quienes lo intentaron.
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