miércoles, 8 de mayo de 2019

Cornell 5/8/77 - Grateful Dead

El 8 de mayo de 2017 iba yo a comer a casa de mi prima Juani, algo que puede ser normal si no fuera porque mi prima Juani vive en Jaén y normalmente yo no estoy en Jaén. Venía de comer, conduciendo, un trayecto corto. Normalmente tenía puesto Radio 3, a esa hora, serían las dos o así, dos y pico, de hecho no recuerdo que yo estuviera yendo a comer, sino viniendo. Qué estaba haciendo. No lo sé. Iría o vendría del hospital donde estaba mi padre en Jaén. El caso es que a esa hora suena Discopolis y es un programa que me gusta y a la vez me espanta. Porque puede ponerse espeso, muy espeso. La música, progresiva, a veces folk, a veces de raíz, a veces... siempre a su bola, pero aquel día no sé porqué, en la radio del coche, comenzó a sonar algo.
José Miguel López, el locutor, se encargó de presentar lo que iba a sonar. Un concierto que se grabó en 1977 en una especie de centro, universidad, colegio, no sé, de Nueva York, a cargo de la banda Grateful Dead, los reyes de la canción interminable, del jam, de las cabalgadas, de los viajes a través del espacio y del tiempo con canciones monumentales y al mismo tiempo sin la afectación de otros grupos del género. Un grupo capaz de hacer rock psicodélico o country. Un grupo capaz de hacer experimentos, o un blues de lo más clásico. O lo que sonó.
José Miguel López decía que ese concierto muchos lo habían considerado como el mejor concierto de la banda. Una banda que hacía ya casi diez años que estaba tocando, que ya tenía un directo impresionante como el Live/Dead. Pues bien, Luis Miguel López anunciaba que ese concierto iba a ser lanzado en una caja de cds. Y puso una canción con la que terminaba el programa, como era larga dijo que con eso despedía el programa.
La batería o la batería y la percusión míticas de Grateful Dead comienza a sonar. Y encaran algo que quieren empezar a cantar, con la voz femenina de la Donna Jean Godchaux, pero se cuelan hasta que entran bien. Are you ready for a brand new beat? Efectivamente es Dancing in the streets. Una versión de unos diez minutos, más, no lo sé, de Dancing in the Streets. Una canción.
Era el siete de mayo de 2017 y a uno ya no le molestaba escuchar música o ya no tenía pudor por escuchar música. No sé cómo explicarlo. Eran días muy difíciles, de futuros inciertos, pero esa canción sonando ese día, con ese mensaje, con esa especie de, no sé, de buen rollo, de alegría, de ganas de tocar y disfrutar de algo tan leve y tan importante como la música y el baile. Una canción que los Grateful Dead venían tocando desde sus comienzos, de hecho fue la primera canción según cuentan con la que empezaron a desbarrar y a improvisar sobre un ritmo concreto y definido. Bailando en la calle. La muerte agradecida. Grateful Dead.
Cuando pude, cuando pasó aquel mes de mayo y volvimos a Barcelona me bajé el disco. No me lo compré.
Desde entonces, he ido descubriendo cada cierto tiempo alguna canción nueva o canciones que no conocía de los Grateful Dead. No soy un exhaustivo seguidor de una banda tan prolífica, pero sé que me gustan y me gustan mucho. Canciones como Jack Straw, o como Jimmy Row, esta última por ejemplo es de esas que no quieres que se acaben nunca, con fraseos de guitarra que no quieres que dejen de repetirse jamás, que bailas incluso agarrado en la cocina de casa, como si fuera la canción. O la monumental Morning Dew. Catorce minutos también de viaje, de querer saber todo sobre la canción, sobre ese sitio al que te están llevando. Cada cierto tiempo una canción te asalta.
El ocho de mayo. Grateful Dead, vaya nombre para un grupo. Hace muy poco vi un documental sobre el guitarra rítmica de esta banda, Bob Weir, que me gustó a medias.
La música. Escuchar una canción que te hace ver que el mundo no es tan así. Que la vida es... qué hago yo hablando de la vida. No tengo ni idea. Lo único que tengo claro es que de vez en cuando, una canción por ejemplo, Grateful Dead cantando Dancing in the Streets, te puede hacer ver las cosas de otra manera, una manera como de pupila más abierta, más ancha.
Hay muchos momentos. No sé qué quiero decir.
Básicamente. Que este disco cura. Y que el ocho de mayo parece ser un día para abrir la pupila.

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