Una exposición en Can Sisteré dedicada a Hugo Pratt y a su personaje Corto Maltés. La exposición estará abierta hasta finales de Julio. Una exposición con un contenido no demasiado copioso, no hay un gran volumen de dibujos que obliguen a una revisión de viñetas y viñetas. Hay una presentación de la misma, una serie de textos del propio Hugo Pratt sobre los viajes, el cómic y una curiosa e inconveniente reflexión sobre el deseo de ser inútil. Una reflexión que ya no nos conviene para nada. Ya está bien. Pero es tan hermoso.
No he leído nunca ni un solo cómic de Corto Maltés. Ha sido hoy cuando he conocido mucho más del personaje. Me interesa más lo que me transmiten los dibujos, cuando los he visto y por lo que los aprecio. Hay en la primera sala una viñeta en grande en la que se presenta al personaje, sentado en la terraza de un bar, encendiendo un cigarro y actuando como si lo hiciera para un público invisible. Me encanta.
Me gustaba utilizar los dibujos de Corto Maltés para una serie de historias sobre un club de viajes, un club de viajeros, imaginario, llamado Círculo Projorelov, en el que se recibía a viajeros que explicaban sus aventuras que podían ser más o menos interesantes.
Me gusta viajar. No me gusta preparar los viajes. Me gusta estar en el viaje en algún sitio que me guste. No me gusta preparar viajes, hablar, me angustia pensar que no puedo viajar.
Hoy he visto los cómics de Corto Maltés, expuestos. Hay uno que transcurre en Samarkanda, me encantaría ir a Samarkanda y posiblemente nunca vaya a ir a Samarkanda, hacer la ruta de la Seda, no sé qué me imagino que debe ser Samarkanda, dónde duermo yo en Samarkanda, qué voy a comer.
Corto Maltés viajando por el mundo, viviendo aventuras que desconozco, pero que me gusta pensar que pudieron pasar realmente.
Creo que llevo bastante texto escrito y no sé si queda claro porqué lo escribo.
Paseando por las salas y viendo los escasos dibujos, escasos pero justos, ya me he sentido a gusto. No necesito viajar, no necesito ni siquiera saber cuál es el contexto de esos dibujos de Hugo Pratt. Corto Maltés me debería caer mal. Seguro que jamás leí nada de él porque de pequeño me caería mal. Demasiado perfecto, su pendiente, siempre sonriendo, demasiado. Y sin embargo, algo tienen esos dibujos que me relaja.
Me estimulan para pensar que tenemos una cabeza para viajar. Para viajar y para estar en los lugares a los que muy posiblemente no vayamos a ir nunca. Incluso para escribir sobre ellos sin que jamás hayamos estado.
En estos días se planifican viajes, planifico viajes, compartimos rutas soñadas, ya hechas, trazadas, las más comunes y las más exóticas. Todos viajamos y tenemos la necesidad de viajar, lejos, durante un tiempo, pero no sé si me gusta. Me gusta viajar y no sé si me gusta viajar así. De esta manera. Y no creo que pueda viajar de otra. Irme al pueblo como si fuera a Samarkanda. Soñar con ir a Samarkanda. Aterrorizarme la idea de ir a Samarkanda.
Una exposición en Can Sisteré que es como una especie de Aleph chiqutín en el que con cuatro dibujos, tres o cuatro textos, has viajado.
Yo ya he hecho mi primer viaje este verano.
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