Dentro del catálogo de estudios del doctor Almayr encontramos en una carpeta el siguiente caso:
'Referido al asunto que nos cuenta el señor Hyacintus Archangelopulo, residente en la ciudad de Odessa, Imperio Ruso. Cuenta el señor Archangelopulo que saliendo de su quehacer habitual como inspector de medidas y subjefe del Consejo de Administración del concejo de Chikasvilli, apareciendo en la calle de la Emperatriz Ana y doblando hacia la calle del Mariscal Menshikov recibió una herida profunda que le sajó la cara a la altura del pómulo y le produjo una incisión de tres dedos de profundidad sin que le sucediera el contacto con ninguna superficie cortante. Esta incisión, este corte, le llegaba desde el pómulo izquierdo hasta bien llegada la parte de atrás de la oreja, en el cráneo posterior. Una porción de su oreja, el lóbulo, había sido sajado.
Este corte no le produjo dolor algun y solo reparó en él al llegar a su propio domicilio particular, situado cuatro calles más allá, en el Boulevard Mischkin. Al dejar su sombrero y bastón, la ama de la casa Mariana Shulakdevidze, gritó horrorizada al ver la línea de sangre que le había dejado el corte en cuestión. El señor Hyacintus Archangelopulo vivía solo junto a su ama, con la que mantenía una fría y distante relación de señor y criada desde que comenzó su contrato hacía ya veinte años. Reparó al mirarse en el espejo que llevaba semejante corte encima y rápidamente se dirigió a la consulta del doctor Rabinovich. Éste examinó la herida, delimitó la profundidad y le recomendó descanso, concretamente alojarse en el propio domicilio del doctor Rabinovich para más seguridad.
El señor Archangelopulo descansó durante quince días en el domicilio del señor Rabinovich y volvió a su casa. El señor Rabinovich hizo preguntas, caminó por la ruta que hacía habitualmente el señor Archangelopulo y no fue capaz de descubrir el motivo de la mirada.
El señor Archangelopulo volvió de nuevo a sus ocupaciones normales cuando, visitando la aldea de Goroznovo tuvo una pequeña discusión con un cacique local que se negaba a pagar tributo por unos trabajadores contratados. Al volver a su domicilio en un carruaje y mientras evaluaba los tantos por ciento y las cifras varias, notó humedad en una mejilla. En esta ocasión el corte se había producido a la altura del bigote y en la mejilla derecha.
Nuevamente fue al doctor Rabinovich, nuevamente el doctor hizo una pequeña investigación. Nuevamente sin conclusiones.
El señor Archangelopulo hizo otra temporada de descanso, volvió a su trabajo un mes después. Su cara parecía transformada, pero él no sentía dolor.
Dirigiéndose a su propio domicilio particular en el Boulevard Mischkin, pensando en sus cosas, en un futuro viaje a Kazán y a Riazán quiso notar algo. No pudo notar nada. Su cabeza se hallaba cortada por la mitad. En mitad de la calle.
El doctor Rabinovich consideró el caso como un asunto personal. Hizo investigaciones, consultó a familiares y clientes de Archangelopulo.
Nunca preguntó, según los informes del propio Rabinovich, a la señora Shulakdevidze que volvió a su pueblo en Georgia y que se casó sorprendentemente con un médico de su pueblo, el doctor Orel. Ciego.
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