Fue en ese momento. Quizá la cosa venía de antes, pero fue en ese momento cuando nos jodimos. En el Parlament nos representaba el heterogéneo mundo de Catalunya Sí que es Pot, un conglomerado más conglomerado que nunca con gente de Iniciativa, Esquerra Unida y Podemos, sin más pegamento entre ellos que compartir un mismo grupo. Pero sin conocerse. Ni reconocerse. Coscu, Rabell, Lienas, Nuet, Albano, Castells, de su padre y de su madre no, lo siguiente. Pero así éramos. Y así deberíamos ser. De nuestra madre y de nuestro padre. Con esos mimbres y ese cambalache y ese comancherismo, habíamos ganado dos elecciones como En Comú Podem.
Que nadie se olvide.
Y con un discurso impugnatorio, atrevido, imaginativo, que no dejaba fuera a nadie salvo a quien quería que nada avanzase. Que todo se quedase como estaba. Que todo fuera igual. Como va a ser ahora. Igual que antes. Y estaremos cómodos y la culpa será de quien corrió demasiado. O de quien hizo un discurso que solo aplaudió Ciudadanos.
Ese fue el momento en el que nos jodimos y cada vez tengo más claro que en realidad, todo esto que está pasando, no tiene otro objeto, todo lo que pasó, no tenía otro objeto de borrar cualquier esperanza de cambio. Nos metimos en la trampa y no hemos salido nunca más.
Eran los días 6 y 7 de septiembre de 2017. Se votaban las famosas leyes por las que se daba vía libre al referendum porque yo lo valgo sin más voluntad ni medios que la voluntad y medios de una mitad del país y sin ninguna garantía de nada, ni de que sirviera de nada ni de que pudiera siquiera hacerse de una manera mínimamente fiable. Como fue al final. En ese debate, esos días, al parecer en el grupo nuestro hubo tomate. O no hubo tanto tomate y se magnificó después. Pero Coscubiela, Joan, salió al estrado e hizo el discurso que todo el mundo elogia y todo el mundo denosta. Lo peor es que todo el mundo somos nosotros mismos. Y esa es nuestra muerte.
Un discurso en el que clamaba contra la ilegalidad, la irresponsabilidad que se estaba llevando a cabo, contra el conjunto de leyes que se aprobaban que suponían una patada en el culo a un estado de derecho más o menos democrático y se dejaba llevar por la voluntad, la voluntad de un pueblo, a sabiendas que nada de lo que se estaba proyectando iba a realizarse ni siquiera a poner un solo tornillo ni a hacer una fotocopia para que surtiese efecto.
Nos jodimos. Mientras Coscubiela hacía ese discurso, Angels Maria Castells recogía banderas españolas de los asientos y dejaba las catalanas. Angels Maria Castells era de los nuestros. Ahora anda haciendo de comparsa de Puigdemont.
Ese mes de septiembre fue jodido. Fue jodido octubre. Hubo elecciones que ganó Ciudadanos. Nosotros llamamos a Xavi Domènech para que diese la cara y se inmolase por la causa, no sirvió de nada. Ganó Ciudadanos, los indepes sumaron en el otro lado y finalmente, no pasó nada.
Sí que pasó. Hay gente en la cárcel.
Pero ya no se gobierna. Ni aquí ni allí.
Fueron semanas de mucha tensión, de muchos nervios, de enfrentamientos políticos, a veces personales. Para nada. Bueno, sí, hay gente en la cárcel por lo que pasó aquellos días. Pero para qué.
Nosotros ya no volveremos a ser lo que fuimos, salvo que ocurra un marasmo que debe venir y para el que tendremos que tener respuesta. Pero qué respuesta si ya no compartimos ni un mínimo diagnóstico común. Y ni es culpa de Coscu, ni de Colau, ni de Asens, ni... es colectiva.
Federalistas, soberanistas... ese fue el momento en el que nos jodimos. El discurso de Coscu como aldabonazo, la reacción de Castells y las siguientes llamaradas de Albano Dante. Hoy lees en twitter a gente que del mismo día hace análisis contrarios. Y estábamos (y lo más extraño es que seguimos estando en el mismo sitio). Tuvimos la oportunidad de tener discurso propio y lo perdimos. Un discurso que combinara lo que piensa Coscubiela y lo que piensa Xavi Domènech, por ejemplo. No sé si lo volveremos a tener.
El país funciona. Los recortes siguen vigentes, se proyectan más. Gobierna quien tiene que gobernar y va a seguir utilizando la lagrimita y la bandera y los presos y la estabilidad y el orden y la bandera para que nada cambia.
Y nosotros somos federalistas o soberanistas. Pero eso ya no le importa a nadie salvo para quien se lleve la parte del pastel.
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